/ martes 29 de diciembre de 2020

2020, un año para la historia

Estamos por concluir un año inédito en el que, en cuestión de semanas, un virus infeccioso se esparció por todo el mundo, sometiéndonos a una crisis global. En enero tan sólo había ecos sobre la aparición del coronavirus en China y lo tomamos a broma, como algo que sólo ocurre en esa parte del mundo. En febrero ya había indicios de infecciones en Italia y en marzo el virus se expandió por todo el planeta. Nadie nunca imaginó que algo así llegaría a ocurrir. La cuarentena que se pensó duraría tan sólo unas semanas continúa para cerrar el año e inaugurar el próximo. Ante los crecientes contagios y muertes a causa del virus, lo conveniente es seguir con restricciones. En cuestión de meses nos sometimos a varios duelos: pérdidas humanas, salud, desempleo, estatus, estilo de vida. Hubo distanciamiento físico de los demás y nuestros hábitos de higiene cambiaron radicalmente a lavarnos las manos frenéticamente (aquellos que tienen el privilegio de hacerlo) y desinfectar objetos que ingresáramos al hogar. Incluso el uso del cubrebocas se hizo ley. Una prueba del individualismo de la posmodernidad que vivimos fue el acaparamiento de papel sanitario; ese momento mostró nuestra “sombra” como seres humanos y el posible comportamiento a futuro en la pandemia; le siguió lucrar con la necesidad humana. Los tanques de oxígeno, oxímetros, termómetros y demás accesorios necesarios para afrontar la enfermedad se elevaron a un costo excesivo; incluso algunos médicos cobraron grandes sumas por realizar la prueba Covid y revisar al paciente. Aun en crisis, se buscó sacar provecho de las personas afectadas. La pandemia también develó la incapacidad de muchos gobiernos, entre ellos los populistas, para dar frente a la pandemia, como el de México, con su ineficiente actuación en su manejo. Se sumaron los males, pues de acuerdo con Vargas Llosa, el populismo no se trata de una ideología, sino de una epidemia viral, en el sentido más tóxico de la palabra. El virus exacerbó las desigualdades, la pobreza, la corrupción y las deficiencias estructurales que ya existían para acceder al servicio de salud, para empezar. Tantos infortunios acumulados hicieron que el tiempo “transcurriera” más rápido, como una distorsión general de evasión ante la situación. Quizá ya no vemos a los meses por separado, sino como un periodo acumulado de una etapa “interesante” de la vida.

Los libros de historia hablarán de este episodio, pero lo relevante será cómo lo recordaremos desde la experiencia personal. Este año nos sacó los “trapitos sucios” en todos los ámbitos y nos puso a prueba como individuos, sociedad y gobierno. Lo que debía ocurrir en toda una vida ocurrió en tan sólo un año. Este fin de año, hagamos un recuento de cómo hemos vivido y dado frente a esta etapa. La infección sacó una radiografía de lo que somos, y es necesario cambiar aquello que nos ha envenenado, como el individualismo que nos aleja de la compasión y del amor por los demás. En el año nuevo, busquemos nuevo sentido de vida para soltar las pérdidas y reinventarnos más fuertes, en una mejor versión de nosotros mismos. Hemos demostrado que, a nuestro propio ritmo y capacidad, podemos dar frente a cualquier revés, entonces, pasaremos a la historia por lo que hicimos como humanidad para unirnos y salir adelante, en una versión mejorada dejando atrás nuestros males.



Estamos por concluir un año inédito en el que, en cuestión de semanas, un virus infeccioso se esparció por todo el mundo, sometiéndonos a una crisis global. En enero tan sólo había ecos sobre la aparición del coronavirus en China y lo tomamos a broma, como algo que sólo ocurre en esa parte del mundo. En febrero ya había indicios de infecciones en Italia y en marzo el virus se expandió por todo el planeta. Nadie nunca imaginó que algo así llegaría a ocurrir. La cuarentena que se pensó duraría tan sólo unas semanas continúa para cerrar el año e inaugurar el próximo. Ante los crecientes contagios y muertes a causa del virus, lo conveniente es seguir con restricciones. En cuestión de meses nos sometimos a varios duelos: pérdidas humanas, salud, desempleo, estatus, estilo de vida. Hubo distanciamiento físico de los demás y nuestros hábitos de higiene cambiaron radicalmente a lavarnos las manos frenéticamente (aquellos que tienen el privilegio de hacerlo) y desinfectar objetos que ingresáramos al hogar. Incluso el uso del cubrebocas se hizo ley. Una prueba del individualismo de la posmodernidad que vivimos fue el acaparamiento de papel sanitario; ese momento mostró nuestra “sombra” como seres humanos y el posible comportamiento a futuro en la pandemia; le siguió lucrar con la necesidad humana. Los tanques de oxígeno, oxímetros, termómetros y demás accesorios necesarios para afrontar la enfermedad se elevaron a un costo excesivo; incluso algunos médicos cobraron grandes sumas por realizar la prueba Covid y revisar al paciente. Aun en crisis, se buscó sacar provecho de las personas afectadas. La pandemia también develó la incapacidad de muchos gobiernos, entre ellos los populistas, para dar frente a la pandemia, como el de México, con su ineficiente actuación en su manejo. Se sumaron los males, pues de acuerdo con Vargas Llosa, el populismo no se trata de una ideología, sino de una epidemia viral, en el sentido más tóxico de la palabra. El virus exacerbó las desigualdades, la pobreza, la corrupción y las deficiencias estructurales que ya existían para acceder al servicio de salud, para empezar. Tantos infortunios acumulados hicieron que el tiempo “transcurriera” más rápido, como una distorsión general de evasión ante la situación. Quizá ya no vemos a los meses por separado, sino como un periodo acumulado de una etapa “interesante” de la vida.

Los libros de historia hablarán de este episodio, pero lo relevante será cómo lo recordaremos desde la experiencia personal. Este año nos sacó los “trapitos sucios” en todos los ámbitos y nos puso a prueba como individuos, sociedad y gobierno. Lo que debía ocurrir en toda una vida ocurrió en tan sólo un año. Este fin de año, hagamos un recuento de cómo hemos vivido y dado frente a esta etapa. La infección sacó una radiografía de lo que somos, y es necesario cambiar aquello que nos ha envenenado, como el individualismo que nos aleja de la compasión y del amor por los demás. En el año nuevo, busquemos nuevo sentido de vida para soltar las pérdidas y reinventarnos más fuertes, en una mejor versión de nosotros mismos. Hemos demostrado que, a nuestro propio ritmo y capacidad, podemos dar frente a cualquier revés, entonces, pasaremos a la historia por lo que hicimos como humanidad para unirnos y salir adelante, en una versión mejorada dejando atrás nuestros males.