/ jueves 25 de abril de 2024

2024: 200 años de democracia electoral en México

Como sucede desde agosto de 1824, hace 200 años, de manera periódica y regular salvo durante la intervención francesa y la Revolución Mexicana, México celebra elecciones nuevamente el primer domingo de junio, dentro de 38 días.

Se elegirán 20 mil cargos federales y estatales, incluyendo Presidencia de la República, Poder Legislativo federal, 9 gubernaturas y los poderes legislativos y municipales de todo el país. Será la más grande en votantes potenciales, 99 millones en Lista Nominal.

Como ha sucedido en las elecciones de las últimas décadas, a pesar de su tamaño ésta no despierta entusiasmo en la población. La participación electoral será baja nuevamente, cercana o inferior al 70%, aún cuando haya votos para que no se quiten los apoyos de bienestar o por temor a una dictadura como lo advierte el poderoso y no ciertamente democrático magnate Claudio X. González en su “llamado a salir a votar y definir si gana la ciudadanía y la democracia o el gobierno y la dictadura”.

Desde 1964 la participación en elecciones presidenciales ha sido inferior a 70%: elección de Díaz Ordaz 67%, de Echeverría 64%, de López Portillo 62%; en la elección de Salinas en 1988, fue todavía más baja, de 49.4%. En 1994, en la elección de Zedillo subió a 71%, quizá porque los eventos previos, el levantamiento zapatista de enero y el asesinato de Colosio de marzo de 1994 que pudieron detonar una urgencia de refrendar el proceso electoral democrático.

En las cinco elecciones presidenciales más recientes, la participación ha rondado el 60%: 57.2% en 2000 elección de Fox; 58.9% en 2006 elección de Calderón; 62.5% en 2012 elección de Peña Nieto, 63.4% en 2018 elección de AMLO. Es un problema real, grave, nacional: cuatro de cada 10 votantes potenciales no acuden al acto que se dice que determina los rumbos de las políticas públicas federales y del país.

Aun así, con baja participación electoral, quizá somos la mayoría de las y los mexicanos quienes consideramos bueno para la vida pública y privada tener elecciones y representantes electos regularmente si no se deja de lado decidir lo trascendente con la participación ciudadana directa.

La abstención electoral no se explica por la irresponsabilidad de 4 de cada 10 ciudadanas/os, es mucho más que eso: es la decepción con una democracia solamente procesal electoral. Por ello no basta llamar a votar, ni siquiera con el argumento de que no votar debilita esta democracia, la pone en peligro y podría ser reemplazada por un gobierno autoritario no democrático y violador de las leyes.

La mayoría no vemos que esta democracia solamente electoral decida políticas públicas en beneficio de las mayorías. Es un proceso repetitivo que genera una gobernanza que mantiene el beneficio de las minorías encumbradas de cada país y la desigualdad económica y social.

Una parte de la población no vota porque no ve que en las elecciones se resuelven los pequeños, medianos o grandes problemas nacionales, estatales o municipales; por supuesto sabe que ahí no se resuelve la desigualdad y la injusticia social reinantes.

La abstención electoral y la no superación de esta democracia reducida a elecciones, es lo que pone en riesgo la gobernanza. Por abstención y a veces por votación electoral se empoderan en el mundo gobiernos autoritarios, como sucede ya en 14 países de Europa, 7 u 8 de América incluyendo EUA que eligió a Trump, y en otros países de los demás continentes.

purangachih@gmail.com


Como sucede desde agosto de 1824, hace 200 años, de manera periódica y regular salvo durante la intervención francesa y la Revolución Mexicana, México celebra elecciones nuevamente el primer domingo de junio, dentro de 38 días.

Se elegirán 20 mil cargos federales y estatales, incluyendo Presidencia de la República, Poder Legislativo federal, 9 gubernaturas y los poderes legislativos y municipales de todo el país. Será la más grande en votantes potenciales, 99 millones en Lista Nominal.

Como ha sucedido en las elecciones de las últimas décadas, a pesar de su tamaño ésta no despierta entusiasmo en la población. La participación electoral será baja nuevamente, cercana o inferior al 70%, aún cuando haya votos para que no se quiten los apoyos de bienestar o por temor a una dictadura como lo advierte el poderoso y no ciertamente democrático magnate Claudio X. González en su “llamado a salir a votar y definir si gana la ciudadanía y la democracia o el gobierno y la dictadura”.

Desde 1964 la participación en elecciones presidenciales ha sido inferior a 70%: elección de Díaz Ordaz 67%, de Echeverría 64%, de López Portillo 62%; en la elección de Salinas en 1988, fue todavía más baja, de 49.4%. En 1994, en la elección de Zedillo subió a 71%, quizá porque los eventos previos, el levantamiento zapatista de enero y el asesinato de Colosio de marzo de 1994 que pudieron detonar una urgencia de refrendar el proceso electoral democrático.

En las cinco elecciones presidenciales más recientes, la participación ha rondado el 60%: 57.2% en 2000 elección de Fox; 58.9% en 2006 elección de Calderón; 62.5% en 2012 elección de Peña Nieto, 63.4% en 2018 elección de AMLO. Es un problema real, grave, nacional: cuatro de cada 10 votantes potenciales no acuden al acto que se dice que determina los rumbos de las políticas públicas federales y del país.

Aun así, con baja participación electoral, quizá somos la mayoría de las y los mexicanos quienes consideramos bueno para la vida pública y privada tener elecciones y representantes electos regularmente si no se deja de lado decidir lo trascendente con la participación ciudadana directa.

La abstención electoral no se explica por la irresponsabilidad de 4 de cada 10 ciudadanas/os, es mucho más que eso: es la decepción con una democracia solamente procesal electoral. Por ello no basta llamar a votar, ni siquiera con el argumento de que no votar debilita esta democracia, la pone en peligro y podría ser reemplazada por un gobierno autoritario no democrático y violador de las leyes.

La mayoría no vemos que esta democracia solamente electoral decida políticas públicas en beneficio de las mayorías. Es un proceso repetitivo que genera una gobernanza que mantiene el beneficio de las minorías encumbradas de cada país y la desigualdad económica y social.

Una parte de la población no vota porque no ve que en las elecciones se resuelven los pequeños, medianos o grandes problemas nacionales, estatales o municipales; por supuesto sabe que ahí no se resuelve la desigualdad y la injusticia social reinantes.

La abstención electoral y la no superación de esta democracia reducida a elecciones, es lo que pone en riesgo la gobernanza. Por abstención y a veces por votación electoral se empoderan en el mundo gobiernos autoritarios, como sucede ya en 14 países de Europa, 7 u 8 de América incluyendo EUA que eligió a Trump, y en otros países de los demás continentes.

purangachih@gmail.com