/ viernes 27 de noviembre de 2020

23 de noviembre de 1927

Me parece que una fecha dice mucho. Siempre indica un hito de la historia, de alguien o de algo. ¿Qué significa el título de este editorial? Te lo voy a explicar. Para un mártir la fecha de su martirio tiene valor sobrenatural.

A los mártires mexicanos los ejecutaron los masones. La acción más virulenta que hicieron los masones en el mundo fue en Francia, siglo XVIII, con la revolución francesa (con minúsculas). Dieron leyes contra la Iglesia Católica y querían que la Iglesia Católica dependiera del Estado. El clero se opuso a esta sujeción. Los que se negaron fueron martirizados. Copiando en México, siglo XX, lo que había sucedido en Francia, masones mexicanos nacionalizaron los bienes, aprobaron constituciones para sujetar a los católicos: obispos, sacerdotes, religiosas, seglares y templos. La ley fijó el número de los sacerdotes. Y el colmo, establecieron la “iglesia mexicana”, dirigida por el patriarca Pérez. Y se desató la persecución contra los católicos.

Nosotros conocemos el martirio de Pedro Maldonado. Ahora voy a hablarles del padre Pro. El padre Miguel Agustín Pro, al ser ejecutado ante el paredón, profirió el grito que lo siguen escuchando los mexicanos de hoy: “¡Viva Cristo Rey!”. Era jesuita. Ejercía su sacerdocio llevando a escondidas los sacramentos. En ese servicio le fue la vida. Los esbirros del gran perseguidor Plutarco Elías Calles buscaban al “cura”. La consigna era apresarlo. Los cristianos se organizaron y fundaron dos asociaciones: La Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, y el Ejército de Cristeros. Calles buscaba al alma de estas organizaciones. Pensó en los hermanos Pro, que ellos eran los organizadores. Había que ejecutarlos.

El padre Pro, a pesar de saber que lo buscaban, seguía bautizando en silencio, seguía dando primeras comuniones, seguía oyendo confesiones, llevando el Viático, asistiendo a los moribundos, bendiciendo matrimonios. Continuaba siendo asistente de la Acción Católica, especialmente a la ACJM, del grupo de los jóvenes. A veces un masón se arrepentía y pedía un sacerdote para confesar sus pecados, y el padre Pro asistía brincando bardas, recorriendo techos. Y “otro” masón obtenía la salvación. Sobre todo, continuaba celebrando la misa a escondidas. Vestía de civil para esquivar a sus perseguidores.

Fue apresado. Ya sabía lo que le esperaba. Era acusado de sabotaje y terrorismo. No hubo juicio, no necesitaron pruebas. Fue fusilado por un pelotón. Con él fue ejecutado su hermano Humberto. Era el día 23 de noviembre de 1927. Ese día recibía el premio de todas sus obras. Es un día glorioso, el día más glorioso de su vida. Es un día glorioso para los mexicanos.

En 1988, el papa Juan Pablo II lo beatificó. Hoy la liturgia lo recuerda el día de su muerte. Este mes es otro aniversario. La masonería se acabó en México cuando Carlos Salinas de Gortari abrogó las leyes contrarias a la Iglesia, el 28 de enero de 1992. ¡Viva Cristo Rey!

Me parece que una fecha dice mucho. Siempre indica un hito de la historia, de alguien o de algo. ¿Qué significa el título de este editorial? Te lo voy a explicar. Para un mártir la fecha de su martirio tiene valor sobrenatural.

A los mártires mexicanos los ejecutaron los masones. La acción más virulenta que hicieron los masones en el mundo fue en Francia, siglo XVIII, con la revolución francesa (con minúsculas). Dieron leyes contra la Iglesia Católica y querían que la Iglesia Católica dependiera del Estado. El clero se opuso a esta sujeción. Los que se negaron fueron martirizados. Copiando en México, siglo XX, lo que había sucedido en Francia, masones mexicanos nacionalizaron los bienes, aprobaron constituciones para sujetar a los católicos: obispos, sacerdotes, religiosas, seglares y templos. La ley fijó el número de los sacerdotes. Y el colmo, establecieron la “iglesia mexicana”, dirigida por el patriarca Pérez. Y se desató la persecución contra los católicos.

Nosotros conocemos el martirio de Pedro Maldonado. Ahora voy a hablarles del padre Pro. El padre Miguel Agustín Pro, al ser ejecutado ante el paredón, profirió el grito que lo siguen escuchando los mexicanos de hoy: “¡Viva Cristo Rey!”. Era jesuita. Ejercía su sacerdocio llevando a escondidas los sacramentos. En ese servicio le fue la vida. Los esbirros del gran perseguidor Plutarco Elías Calles buscaban al “cura”. La consigna era apresarlo. Los cristianos se organizaron y fundaron dos asociaciones: La Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, y el Ejército de Cristeros. Calles buscaba al alma de estas organizaciones. Pensó en los hermanos Pro, que ellos eran los organizadores. Había que ejecutarlos.

El padre Pro, a pesar de saber que lo buscaban, seguía bautizando en silencio, seguía dando primeras comuniones, seguía oyendo confesiones, llevando el Viático, asistiendo a los moribundos, bendiciendo matrimonios. Continuaba siendo asistente de la Acción Católica, especialmente a la ACJM, del grupo de los jóvenes. A veces un masón se arrepentía y pedía un sacerdote para confesar sus pecados, y el padre Pro asistía brincando bardas, recorriendo techos. Y “otro” masón obtenía la salvación. Sobre todo, continuaba celebrando la misa a escondidas. Vestía de civil para esquivar a sus perseguidores.

Fue apresado. Ya sabía lo que le esperaba. Era acusado de sabotaje y terrorismo. No hubo juicio, no necesitaron pruebas. Fue fusilado por un pelotón. Con él fue ejecutado su hermano Humberto. Era el día 23 de noviembre de 1927. Ese día recibía el premio de todas sus obras. Es un día glorioso, el día más glorioso de su vida. Es un día glorioso para los mexicanos.

En 1988, el papa Juan Pablo II lo beatificó. Hoy la liturgia lo recuerda el día de su muerte. Este mes es otro aniversario. La masonería se acabó en México cuando Carlos Salinas de Gortari abrogó las leyes contrarias a la Iglesia, el 28 de enero de 1992. ¡Viva Cristo Rey!