/ jueves 25 de julio de 2019

4T: entre la ilusión y la realidad

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) muestra un desfase entre lo que las políticas desean lograr y los resultados que no se logran con la rapidez prometida. Es como si se encontrara en el dilema de seguir los acuerdos de los grupos que, tradicionalmente, lo han apoyado o corregir el rumbo que sus convicciones personales tradicionales le han marcado. Seguramente desea ser un buen presidente, pero abandera una ideología que no despega, es poco clara, confiable y que no le permite marcar un plan de desarrollo que le ayude hacer frente a las contingencias exteriores.

Esta ambigüedad inicia con un 44% de declaraciones falsas en sus conferencias en el mes de abril del 2019, según Integralia; con el menor número de nuevas empresas con capital extranjero en el primer trimestre desde hace 27 años, según el Registro Nacional de Inversiones Extranjeras; o el mayor desempleo desde diciembre del 2016, según el Inegi, de un 3.6% de la Población Económicamente Activa (PEA). La ideología de que en torno al Estado se resuelven los rezagos, más que por la fuerza de la iniciativa civil y empresarial, muestra sus tristes resultados.

Con políticas que se preocupan por distribuir la poca riqueza que hay, en vez de crearla, en un país que supera los 125.3 millones (2018) de habitantes con el 79% de su población en la ciudades (2015) y un índice del 74.6% de la población adulta que considera que ciudad donde vive es insegura, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, no debe extrañarnos que las familias no quieran sacar el dinero que está bajo su colchón, pues el principal riesgo para la economía son las decisiones gubernamentales.

Conclusión: Caída de la inversión y la confianza del inversionista, caída en generación de empleos, caída en recaudación fiscal, caída del consumo de hogares por percepción negativa, severos costos políticos ante la opinión pública frente a expectativas demasiado altas, agotamiento de triunfos simbólicos y necesidad de negociar, parecen ser las notas de un plan setentero que nos ha llevado al siglo XX, crónica de una muerte económica anunciada hace cincuenta años.

agusperezr@hotmail.com

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) muestra un desfase entre lo que las políticas desean lograr y los resultados que no se logran con la rapidez prometida. Es como si se encontrara en el dilema de seguir los acuerdos de los grupos que, tradicionalmente, lo han apoyado o corregir el rumbo que sus convicciones personales tradicionales le han marcado. Seguramente desea ser un buen presidente, pero abandera una ideología que no despega, es poco clara, confiable y que no le permite marcar un plan de desarrollo que le ayude hacer frente a las contingencias exteriores.

Esta ambigüedad inicia con un 44% de declaraciones falsas en sus conferencias en el mes de abril del 2019, según Integralia; con el menor número de nuevas empresas con capital extranjero en el primer trimestre desde hace 27 años, según el Registro Nacional de Inversiones Extranjeras; o el mayor desempleo desde diciembre del 2016, según el Inegi, de un 3.6% de la Población Económicamente Activa (PEA). La ideología de que en torno al Estado se resuelven los rezagos, más que por la fuerza de la iniciativa civil y empresarial, muestra sus tristes resultados.

Con políticas que se preocupan por distribuir la poca riqueza que hay, en vez de crearla, en un país que supera los 125.3 millones (2018) de habitantes con el 79% de su población en la ciudades (2015) y un índice del 74.6% de la población adulta que considera que ciudad donde vive es insegura, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, no debe extrañarnos que las familias no quieran sacar el dinero que está bajo su colchón, pues el principal riesgo para la economía son las decisiones gubernamentales.

Conclusión: Caída de la inversión y la confianza del inversionista, caída en generación de empleos, caída en recaudación fiscal, caída del consumo de hogares por percepción negativa, severos costos políticos ante la opinión pública frente a expectativas demasiado altas, agotamiento de triunfos simbólicos y necesidad de negociar, parecen ser las notas de un plan setentero que nos ha llevado al siglo XX, crónica de una muerte económica anunciada hace cincuenta años.

agusperezr@hotmail.com