/ jueves 19 de septiembre de 2019

50 años

¡Envejece conmigo! Lo mejor está aún por llegar

- Robert Browning -

Decisiones difíciles, Barcelona, Puebla, una ciudad norteña que los recibió con alegría, distanciamiento de sus seres queridos, un restaurante, una tienda de abarrotes, un premio pequeño de la lotería, una luna de miel mazatleca, la Clínica del Parque, el Dr. Francisco Aguirre, un hijo nacido en septiembre, la telenovela “Yesenia”, un techo derrumbado, la zapatería La Tolteca, paella, mole, caldo gallego, la Súper Cocina, el comercio, los Churumbeles, un perro llamado Campeón, la calle Once, la Tercera y Ramírez, la colonia Santa Rosa, el padre Pelayo, el parque Revolución, la Nevería Tere, los amigos, el dominó, las muñecas, la colección de platos, el Chihuahua tranquilo, el Pan Victoria, el México español, una tromba que destruyó casas, dos nietos con quienes juegan a la lotería, cirugías, tropiezos y levantadas. Todo esto en cinco décadas juntos, doña Meche y don Óscar.

La etapa de la vida en la que casi nunca pensamos es la vejez, ésta se encuentra a unos pasos delante de nosotros, observándonos, esperándonos y tarde que temprano, queramos o no, estaremos a su lado, seremos viejos; de nosotros depende si llegamos a ella con felicidad o con amargura; Los jóvenes felices de hoy serán los padres felices de mañana y los abuelos alegres de pasado mañana. Así de sencillo. Cuando dos personas deciden unirse para compartir la felicidad y mantenerse en el tiempo juntos a pesar de las dificultades, la vida habrá valido la pena.

El cuerpo, tan rebelde como es, llega al destino de la vejez sin la autorización de uno, sin pasaporte, sin requisito alguno, es el espíritu el que envejece sólo si uno lo permite porque, así como hay jóvenes de 85 años también hay viejos que tienen sordera, hipertensión o canas y que apenas rebasan la mayoría de edad.

La vida no se termina cuando se es viejo y en gran medida depende de cómo se afronta esta etapa para llegar a la plena satisfacción. El destino final, lo único con certidumbre que tiene el ser humano, tendrá mejor recepción cuando se ha vivido con plenitud independientemente de la edad que tengamos cuando partamos de este mundo terrenal.

Hace 50 años que mis progenitores decidieron atorarle a vivir juntos y aunque hoy caminan despacio con andador y bastón de por medio, las huellas en su arduo camino son muestra de honestidad e integridad. Vamos por más, despacito, aún se puede. Pos luego.

¡Envejece conmigo! Lo mejor está aún por llegar

- Robert Browning -

Decisiones difíciles, Barcelona, Puebla, una ciudad norteña que los recibió con alegría, distanciamiento de sus seres queridos, un restaurante, una tienda de abarrotes, un premio pequeño de la lotería, una luna de miel mazatleca, la Clínica del Parque, el Dr. Francisco Aguirre, un hijo nacido en septiembre, la telenovela “Yesenia”, un techo derrumbado, la zapatería La Tolteca, paella, mole, caldo gallego, la Súper Cocina, el comercio, los Churumbeles, un perro llamado Campeón, la calle Once, la Tercera y Ramírez, la colonia Santa Rosa, el padre Pelayo, el parque Revolución, la Nevería Tere, los amigos, el dominó, las muñecas, la colección de platos, el Chihuahua tranquilo, el Pan Victoria, el México español, una tromba que destruyó casas, dos nietos con quienes juegan a la lotería, cirugías, tropiezos y levantadas. Todo esto en cinco décadas juntos, doña Meche y don Óscar.

La etapa de la vida en la que casi nunca pensamos es la vejez, ésta se encuentra a unos pasos delante de nosotros, observándonos, esperándonos y tarde que temprano, queramos o no, estaremos a su lado, seremos viejos; de nosotros depende si llegamos a ella con felicidad o con amargura; Los jóvenes felices de hoy serán los padres felices de mañana y los abuelos alegres de pasado mañana. Así de sencillo. Cuando dos personas deciden unirse para compartir la felicidad y mantenerse en el tiempo juntos a pesar de las dificultades, la vida habrá valido la pena.

El cuerpo, tan rebelde como es, llega al destino de la vejez sin la autorización de uno, sin pasaporte, sin requisito alguno, es el espíritu el que envejece sólo si uno lo permite porque, así como hay jóvenes de 85 años también hay viejos que tienen sordera, hipertensión o canas y que apenas rebasan la mayoría de edad.

La vida no se termina cuando se es viejo y en gran medida depende de cómo se afronta esta etapa para llegar a la plena satisfacción. El destino final, lo único con certidumbre que tiene el ser humano, tendrá mejor recepción cuando se ha vivido con plenitud independientemente de la edad que tengamos cuando partamos de este mundo terrenal.

Hace 50 años que mis progenitores decidieron atorarle a vivir juntos y aunque hoy caminan despacio con andador y bastón de por medio, las huellas en su arduo camino son muestra de honestidad e integridad. Vamos por más, despacito, aún se puede. Pos luego.