/ miércoles 25 de mayo de 2022

A 100 años del Movimiento Inquilinario

En 1922 en el puerto de Veracruz surgió una huelga inquilinaria en contra de casatenientes abusones. Ese año (febrero 6), las “hermanas putas”, como se le llamó al grupo de trabajadoras sexuales, quemaron sillas, camas y colchones en protesta por las elevadísimas rentas. En los días siguientes casi la mitad de la población salió a las calles a denunciar abusos de sus renteros, quienes alquilaban cuartos diminutos en vecindades con 100 o 150 viviendas en un edificio con uno o dos baños, bajo condiciones insalubres. En los meses y años siguientes el ejemplo veracruzano cundió en parte del país e incluso llegó hasta Ciudad Juárez.

Este 2022 se cumplen 100 años de esa huelga inquilinaria, un tanto olvidada, pero que en Chihuahua inspiró a diferentes movimientos urbanos, entre otros un pequeño brote en 1935. Años más tarde, en 1945 a un intento encaminado a echar adelante un proyecto de ley inquilinaria, rechazado por el congreso local y desde luego por los casatenientes.

Posteriormente, a mediados de los años cincuenta nació en la capital del estado una organización denominada Movimiento Inquilinario, en donde destacaban el Partido Comunista, los hermanos Güereca Aguilar (Jesús, Juan y Vicente) y los propios habitantes de vecindades insalubres. El motivo principal era la demanda de solución por la situación en que vivían miles de familias en viviendas que los medios denominaban pocilgas. Y no era para menos, en 1960 se levantó un censo oficial en la ciudad de Chihuahua y los resultados fueron: de 5,310 casas censadas, 3,530 contaban con servicios, 703 sin ningún servicio, 1,077 sin drenaje, pero con agua, y en cuanto a su estado físico, de las 5,310 casas censadas, 2,417 resultaron buenas, 1,464 regulares y 1,429 en pésimo estado. A estas últimas pertenecían las más de 500 vecindades existentes en esos años en Chihuahua capital.

Habrá que agregar el que durante décadas la demanda de vivienda popular recibió respuestas demagógicas e insuficientes: el Instituto Nacional de la Vivienda sólo construyó 50 casas diminutas entre las calles 55 y Ojinaga y los gobiernos de Soto Máynez, Lozoya y Borunda entregaron 80 casas a “las madrecitas” (colonia 10 de Mayo) en 18 años. Conclusión, más allá de promesas y proyectos diminutos, nadie tomó en serio el problema de la habitación para miles y miles de familias que vivían en condiciones deplorables.

Por ello, y derivado del Movimiento Inquilinario, el 17 de junio de 1968 miles de personas decidieron invadir lo que luego se llamó colonia Francisco Villa, al norte de la ciudad, asentamiento que en poco tiempo acumuló un poco más de habitantes de los que tenía Ciudad Delicias. ¿De dónde salieron? Pues de las vecindades y de la constante migración campo-ciudad.

El que algunos pocos se hayan enriquecido con el Movimiento Popular de estos años es motivo de otro análisis, hoy sólo recordamos algunas generalidades y celebramos que hace 100 años en Veracruz surgió un digno ejemplo que debe celebrarse.


En 1922 en el puerto de Veracruz surgió una huelga inquilinaria en contra de casatenientes abusones. Ese año (febrero 6), las “hermanas putas”, como se le llamó al grupo de trabajadoras sexuales, quemaron sillas, camas y colchones en protesta por las elevadísimas rentas. En los días siguientes casi la mitad de la población salió a las calles a denunciar abusos de sus renteros, quienes alquilaban cuartos diminutos en vecindades con 100 o 150 viviendas en un edificio con uno o dos baños, bajo condiciones insalubres. En los meses y años siguientes el ejemplo veracruzano cundió en parte del país e incluso llegó hasta Ciudad Juárez.

Este 2022 se cumplen 100 años de esa huelga inquilinaria, un tanto olvidada, pero que en Chihuahua inspiró a diferentes movimientos urbanos, entre otros un pequeño brote en 1935. Años más tarde, en 1945 a un intento encaminado a echar adelante un proyecto de ley inquilinaria, rechazado por el congreso local y desde luego por los casatenientes.

Posteriormente, a mediados de los años cincuenta nació en la capital del estado una organización denominada Movimiento Inquilinario, en donde destacaban el Partido Comunista, los hermanos Güereca Aguilar (Jesús, Juan y Vicente) y los propios habitantes de vecindades insalubres. El motivo principal era la demanda de solución por la situación en que vivían miles de familias en viviendas que los medios denominaban pocilgas. Y no era para menos, en 1960 se levantó un censo oficial en la ciudad de Chihuahua y los resultados fueron: de 5,310 casas censadas, 3,530 contaban con servicios, 703 sin ningún servicio, 1,077 sin drenaje, pero con agua, y en cuanto a su estado físico, de las 5,310 casas censadas, 2,417 resultaron buenas, 1,464 regulares y 1,429 en pésimo estado. A estas últimas pertenecían las más de 500 vecindades existentes en esos años en Chihuahua capital.

Habrá que agregar el que durante décadas la demanda de vivienda popular recibió respuestas demagógicas e insuficientes: el Instituto Nacional de la Vivienda sólo construyó 50 casas diminutas entre las calles 55 y Ojinaga y los gobiernos de Soto Máynez, Lozoya y Borunda entregaron 80 casas a “las madrecitas” (colonia 10 de Mayo) en 18 años. Conclusión, más allá de promesas y proyectos diminutos, nadie tomó en serio el problema de la habitación para miles y miles de familias que vivían en condiciones deplorables.

Por ello, y derivado del Movimiento Inquilinario, el 17 de junio de 1968 miles de personas decidieron invadir lo que luego se llamó colonia Francisco Villa, al norte de la ciudad, asentamiento que en poco tiempo acumuló un poco más de habitantes de los que tenía Ciudad Delicias. ¿De dónde salieron? Pues de las vecindades y de la constante migración campo-ciudad.

El que algunos pocos se hayan enriquecido con el Movimiento Popular de estos años es motivo de otro análisis, hoy sólo recordamos algunas generalidades y celebramos que hace 100 años en Veracruz surgió un digno ejemplo que debe celebrarse.


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