/ martes 28 de agosto de 2018

¿A dónde irá la educación? (I)

“El alumno es, entonces, el beneficiario inmediato de la educación. Y como tal, es el beneficiario más importante”. Sylvia Schmelkes


Olvidamos con frecuencia, compañeros maestros, que la noble acción de educar es fundamentalmente humanista y ética para integrar y transformar la personalidad de los alumnos. Dejemos que los políticos cobardes, delincuentes y acólitos del “becerro de oro” hagan lo posible por destruir a las mentes tiernas de los niños, los verdaderos maestros llevarán a cabo la obra inmensa de la transformación social. Es incuestionable que los embates de los poderes fácticos, de los políticos oportunistas y de los asaltantes del magisterio sindicalizado (sic) continuarán tejiendo su ominosa telaraña, para mediatizar y paralizar a los maestros. Es por ello que debemos recordar y reflexionar sobre la ética y sus valores.

“Si al individuo concreto se le plantea en la vida real una situación dada, el problema de cómo actuar de manera que su acción pueda ser buena, o sea, valiosa moralmente, tendrá que resolverlo por sí mismo con ayuda de una norma que él reconoce y acepta íntimamente. La ética podrá decirle, en general lo que es una conducta sujeta a normas, o en qué consiste aquello – lo bueno – que persigue la conducta moral, entra a un individuo concreto, o la de todos. El problema de qué hacer en cada situación concreta es un problema práctico-moral, no teórico-ético. Aristóteles se plantea, (…) el problema teórico de definir lo bueno. Su tarea es investigar el contenido de lo bueno, y no determinar lo que el individuo debe hacer en cada caso concreto para que su acto pueda considerarse bueno” (Adolfo Sánchez Vázquez, Ética, editorial Grijalbo, 1969, quincuagésima edición, México, D.F.).

Parte esencial de la formación docente precisa de establecer con claridad la estructura ética con su carácter de generalidad y con su valor fundamental: la bondad, para arribar al valor derivado que influirá en las generaciones futuras: la justicia. Muchos intentan restar importancia a las ciencias humanísticas, para desarrollar autómatas que obedezcan y ejecuten órdenes y mandatos, aunque éstos vayan contra la sana convivencia con el prójimo. Apuntan a formar personas sujetas a conductismos y pragmatismos que castran a maestros y discípulos. En otros casos forman guerrilleros para convertirlos en alfiles del orden jurídico establecido. Continuaremos.


“El alumno es, entonces, el beneficiario inmediato de la educación. Y como tal, es el beneficiario más importante”. Sylvia Schmelkes


Olvidamos con frecuencia, compañeros maestros, que la noble acción de educar es fundamentalmente humanista y ética para integrar y transformar la personalidad de los alumnos. Dejemos que los políticos cobardes, delincuentes y acólitos del “becerro de oro” hagan lo posible por destruir a las mentes tiernas de los niños, los verdaderos maestros llevarán a cabo la obra inmensa de la transformación social. Es incuestionable que los embates de los poderes fácticos, de los políticos oportunistas y de los asaltantes del magisterio sindicalizado (sic) continuarán tejiendo su ominosa telaraña, para mediatizar y paralizar a los maestros. Es por ello que debemos recordar y reflexionar sobre la ética y sus valores.

“Si al individuo concreto se le plantea en la vida real una situación dada, el problema de cómo actuar de manera que su acción pueda ser buena, o sea, valiosa moralmente, tendrá que resolverlo por sí mismo con ayuda de una norma que él reconoce y acepta íntimamente. La ética podrá decirle, en general lo que es una conducta sujeta a normas, o en qué consiste aquello – lo bueno – que persigue la conducta moral, entra a un individuo concreto, o la de todos. El problema de qué hacer en cada situación concreta es un problema práctico-moral, no teórico-ético. Aristóteles se plantea, (…) el problema teórico de definir lo bueno. Su tarea es investigar el contenido de lo bueno, y no determinar lo que el individuo debe hacer en cada caso concreto para que su acto pueda considerarse bueno” (Adolfo Sánchez Vázquez, Ética, editorial Grijalbo, 1969, quincuagésima edición, México, D.F.).

Parte esencial de la formación docente precisa de establecer con claridad la estructura ética con su carácter de generalidad y con su valor fundamental: la bondad, para arribar al valor derivado que influirá en las generaciones futuras: la justicia. Muchos intentan restar importancia a las ciencias humanísticas, para desarrollar autómatas que obedezcan y ejecuten órdenes y mandatos, aunque éstos vayan contra la sana convivencia con el prójimo. Apuntan a formar personas sujetas a conductismos y pragmatismos que castran a maestros y discípulos. En otros casos forman guerrilleros para convertirlos en alfiles del orden jurídico establecido. Continuaremos.