/ jueves 18 de junio de 2020

A propósito del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez

Desde hace 8 años, cuando se conmemoró por primera vez el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, el particular exhorto de la ONU ha sido a que los gobiernos y agentes interesados formulen y apliquen estrategias que optimicen las condiciones de vida a las personas adultas mayores.
Entonces, para atender oportuna y adecuadamente el llamado de la ONU, lo primero que hay que saber es que el maltrato a los adultos mayores consiste en aquel “acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza” y que, además, ese acto único o repetido no se refiere solamente al aspecto físico sino también al síquico, emocional, sexual, económico o financiero, o al resultante de una negligencia (sea o no intencional).
Sin duda alguna, la preocupación y ocupación de los estados miembros de la ONU debe enfocarse a asumir que el maltrato a las personas adultas mayores es (desde hace mucho tiempo), un problema de salud pública y social; y que, como tal, demanda leyes, políticas públicas y medidas más estrictas y eficaces para atender de manera integral y precisa todos los aspectos del maltrato que sufren -de una u otra forma-, los adultos mayores.
Y es que se trata de un sector de la sociedad que, a nivel mundial, se estima crecerá hasta los 1.4 mil millones (un aumento del 38%), en los próximos 10 años; es decir, para el 2030 habrá más más adultos mayores que jóvenes. Y en el caso específico de México, actualmente suma a más de 15 millones de personas; de las cuales, entre el 8.1 y el 10.6 por ciento ya ha sido víctima de algún tipo de maltrato (sin considerar los casos que no han sido denunciados formalmente ante las instancias correspondientes). Eso, sin contar el alto y creciente porcentaje de adultos mayores que sufren de abandono, que presentan algún tipo de discapacidad o limitación, o que se encuentran en situación de pobreza (ambientes y condiciones de mayor vulnerabilidad y marginación).
En ese contexto, resalta el hecho de que el maltrato a los adultos mayores y sus respectivos factores de riesgo siguen siendo temas semiocultos que, precisamente por eso no se han atendido eficientemente. De ahí que las tasas de prevalencia o estimaciones al respecto vayan en aumento y no en descenso.
Aunado a todo eso, la ONU advierte que en este momento (por la pandemia de Covid-19), los adultos mayores se están enfrentando a vulnerabilidades adicionales que amenazan de manera grave su integridad física, síquica y moral. Esto, porque hay quienes no entienden que la población mayor tiene los mismos derechos a la vida, a la salud y a la integridad personal que todos las demás.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon: “Una civilización moderna sólo puede merecer tal nombre si conserva la tradición de honrar, respetar y proteger a los adultos mayores de la sociedad”.


Aída María Holguín Baeza
laecita@gmail.com


Desde hace 8 años, cuando se conmemoró por primera vez el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, el particular exhorto de la ONU ha sido a que los gobiernos y agentes interesados formulen y apliquen estrategias que optimicen las condiciones de vida a las personas adultas mayores.
Entonces, para atender oportuna y adecuadamente el llamado de la ONU, lo primero que hay que saber es que el maltrato a los adultos mayores consiste en aquel “acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza” y que, además, ese acto único o repetido no se refiere solamente al aspecto físico sino también al síquico, emocional, sexual, económico o financiero, o al resultante de una negligencia (sea o no intencional).
Sin duda alguna, la preocupación y ocupación de los estados miembros de la ONU debe enfocarse a asumir que el maltrato a las personas adultas mayores es (desde hace mucho tiempo), un problema de salud pública y social; y que, como tal, demanda leyes, políticas públicas y medidas más estrictas y eficaces para atender de manera integral y precisa todos los aspectos del maltrato que sufren -de una u otra forma-, los adultos mayores.
Y es que se trata de un sector de la sociedad que, a nivel mundial, se estima crecerá hasta los 1.4 mil millones (un aumento del 38%), en los próximos 10 años; es decir, para el 2030 habrá más más adultos mayores que jóvenes. Y en el caso específico de México, actualmente suma a más de 15 millones de personas; de las cuales, entre el 8.1 y el 10.6 por ciento ya ha sido víctima de algún tipo de maltrato (sin considerar los casos que no han sido denunciados formalmente ante las instancias correspondientes). Eso, sin contar el alto y creciente porcentaje de adultos mayores que sufren de abandono, que presentan algún tipo de discapacidad o limitación, o que se encuentran en situación de pobreza (ambientes y condiciones de mayor vulnerabilidad y marginación).
En ese contexto, resalta el hecho de que el maltrato a los adultos mayores y sus respectivos factores de riesgo siguen siendo temas semiocultos que, precisamente por eso no se han atendido eficientemente. De ahí que las tasas de prevalencia o estimaciones al respecto vayan en aumento y no en descenso.
Aunado a todo eso, la ONU advierte que en este momento (por la pandemia de Covid-19), los adultos mayores se están enfrentando a vulnerabilidades adicionales que amenazan de manera grave su integridad física, síquica y moral. Esto, porque hay quienes no entienden que la población mayor tiene los mismos derechos a la vida, a la salud y a la integridad personal que todos las demás.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon: “Una civilización moderna sólo puede merecer tal nombre si conserva la tradición de honrar, respetar y proteger a los adultos mayores de la sociedad”.


Aída María Holguín Baeza
laecita@gmail.com