Decía Sun Tuz que el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar; así nos comportamos y los mexicanos en cada proceso electoral, cual enemigos con el afán de someternos unos a otros como en la guerra, cuando de lo que se trata es elegir las mejores personas honradas y capaces para que nos gobiernen bien a todos.
Se ha vuelto moda el ataque sistemático hacia y entre candidatos, ante la inminencia de las elecciones; es preocupante poner más atención a los ataques y acusaciones sean fundadas o no, que a las propuestas de gobierno. Cada partido político tiene registrada su plataforma electoral, el ganador debe apegarse a la propia para el ejercicio del poder, y ¿qué sabemos de eso? ¿Cuántas plataformas conocemos?, ¿sabemos qué propone cada partido para combatir la corrupción y la violencia? ¿para acabar con la inseguridad? Para: generar empleos; brindar oportunidades de desarrollo; mejorar la calidad educativa; ofrecer y garantizar igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres; implementar y aplicar políticas públicas en favor de grupos vulnerables; mejorar los servicios médicos y otros de seguridad social; apoyar y desarrollar ciencia y tecnología; innovar y motivar la creatividad; reducir los gastos de gobierno y exigir perfiles profesionales en puestos públicos, et. En pocas palabras, ¿qué propuestas ofrecen los partidos y sus candidatos y candidatas para salir del subdesarrollo?, y sobre todo que nos expliquen cómo lograrlo y se comprometan a hacerlo. Ya basta de populismos y falsos redentores que prometen el cielo y las estrellas, y vivir como en Jauja, en un escenario utópico que sólo existe en la imaginación.
Cuidado con juzgar a los candidatos por igual, porque afortunadamente no todos son iguales; la acusación sin fundamento no otorga el derecho de humillar y faltar al respeto. En qué clase de sociedad queremos convertirnos si en lugar de denunciar los hechos indebidos a las autoridades competentes, para que inicien los procedimientos y en su caso apliquen las sanciones, permitimos que cualquiera se convierta en juzgador y sancione socialmente y por igual a todos los participantes de una contienda electoral.