/ martes 8 de enero de 2019

Adopción

Roberta Cortazar


Jesucristo camina en esa forma que muchas veces no reconocemos, pero de diferentes formas aprecia a través de nosotros el entorno, somos su instrumento. Visita a esas almas que lo aclaman, acaricia el corazón de esos que lo olvidan, teje caminos para que lo conozcan. Y así, con nosotros y por nosotros observa y cuida lo que él creó y las tantas obras humanas que se yerguen o yacen desatendidas.

En ese su caminar que no transcurre en el tiempo, observa lo bueno que hace la humanidad, lo grandioso, lo espectacular, y también lo malo, lo decadente, lo injusto, el descuido. Hoy imagino sus ojos posándose en la contaminación desde todos aquellos que se han sensibilizado ante ella, basura, restos de esto y aquello tirado a la deriva, envenenando, ensuciando los escenarios que fueron hechos para darnos la esencia de vida.

Los ruegos que se le hacen de abundancia, amor y paz se estancan ante posibilidades profundas, porque la incongruencia se cuela aquí y allá. Los seres humanos todavía no entendemos que nuestro bienestar abarca también el del prójimo y la naturaleza. La consciencia debe ser extendida al bienestar común, nuestra relación con Dios está en toda su creación y desde ella y con ella está el poder vivir en armonía y salud.

La naturaleza no es algo aparte, somos parte de ella y en la manera en que la apreciamos y cuidamos nos estamos cuidando a nosotros mismos. Cuando adoptamos un entorno y nos hacemos cargo de su salud, lo estamos alimentando con una energía que regresa de igual manera a nosotros para darnos bienestar.

En tan sólo esta ciudad de Chihuahua somos miles, llegando al millón, pensemos qué podríamos lograr si cada cual adoptara un espacio para cuidarlo y mantenerlo libre de basura, de contaminación. Esta tarea empieza desde el hogar y el lugar de trabajo, el lugar de recreo, pero aquí lo que yo sugiero es que se extienda más allá, adoptar un área por donde pasamos, por donde paseamos, y ahí en la tarea humilde de limpiar, sentir y contagiar que lo que se hace es cuidar y honrar la creación de Dios, que esa tarea que beneficiará a muchos y a todos, genere satisfacción, ejemplo e inspiración.

Se logran dos cosas maravillosas, dejar un lugar en óptimas condiciones para ser conservado, disfrutado en todo su esplendor, y además el solo hecho de adoptar un espacio nos interna en un aprendizaje de amor por la naturaleza. El vínculo se establece con un ambiente vivo que nos da a cambio una riqueza invaluable e indispensable.

Yo me tomé la libertad de adoptar la presa El Rejón y Los Encinos, el parque de los Tronquitos y Majalca. Pero ¡necesito ayuda! que seamos muchos los que nos aboquemos a esta tarea de urgencia, para inspirar y contagiar a otros. Que el problema de contaminación no nos paralice y mucho menos nos acostumbre a vivir en el caos, que cada cual en su espacio y en su caminar, aminore la magnitud del problema, juntos podemos hacer mucho por el medioambiente.

Escuelas, grupos, clubs, asociaciones de todo tipo, sería maravilloso que dentro de sus clases y actividades, adopten un lugar y en convivencia limpien y después reflexionen en lo que se puede hacer desde el consumo, para aminorar el problema de la basura. Gobierno, reglas más eficientes para multar al que tire basura y una revisión seria de la mejor manera de manejar el relleno sanitario. Empresas, fábricas a involucrar a su comunidad en esta tarea.

El canal que corre con la avenida Teófilo Borunda ¡necesita atención! Limpiar su cauce y sembrar más árboles en el trayecto de concreto. Imaginen toda la secuencia del canal con asomos verdes ¡Es oxígeno! Y además ese color maravilloso de vida alimenta el espíritu. Hacer fosas en el concreto y que los árboles aprovechen esa agua estancada que da tan mala impresión y molesta con desagradables olores.

Sugiero con mis visiones, con mis sueños, con el anhelo de hacer equipo y hacer de esta ciudad su mejor versión.

Roberta Cortazar


Jesucristo camina en esa forma que muchas veces no reconocemos, pero de diferentes formas aprecia a través de nosotros el entorno, somos su instrumento. Visita a esas almas que lo aclaman, acaricia el corazón de esos que lo olvidan, teje caminos para que lo conozcan. Y así, con nosotros y por nosotros observa y cuida lo que él creó y las tantas obras humanas que se yerguen o yacen desatendidas.

En ese su caminar que no transcurre en el tiempo, observa lo bueno que hace la humanidad, lo grandioso, lo espectacular, y también lo malo, lo decadente, lo injusto, el descuido. Hoy imagino sus ojos posándose en la contaminación desde todos aquellos que se han sensibilizado ante ella, basura, restos de esto y aquello tirado a la deriva, envenenando, ensuciando los escenarios que fueron hechos para darnos la esencia de vida.

Los ruegos que se le hacen de abundancia, amor y paz se estancan ante posibilidades profundas, porque la incongruencia se cuela aquí y allá. Los seres humanos todavía no entendemos que nuestro bienestar abarca también el del prójimo y la naturaleza. La consciencia debe ser extendida al bienestar común, nuestra relación con Dios está en toda su creación y desde ella y con ella está el poder vivir en armonía y salud.

La naturaleza no es algo aparte, somos parte de ella y en la manera en que la apreciamos y cuidamos nos estamos cuidando a nosotros mismos. Cuando adoptamos un entorno y nos hacemos cargo de su salud, lo estamos alimentando con una energía que regresa de igual manera a nosotros para darnos bienestar.

En tan sólo esta ciudad de Chihuahua somos miles, llegando al millón, pensemos qué podríamos lograr si cada cual adoptara un espacio para cuidarlo y mantenerlo libre de basura, de contaminación. Esta tarea empieza desde el hogar y el lugar de trabajo, el lugar de recreo, pero aquí lo que yo sugiero es que se extienda más allá, adoptar un área por donde pasamos, por donde paseamos, y ahí en la tarea humilde de limpiar, sentir y contagiar que lo que se hace es cuidar y honrar la creación de Dios, que esa tarea que beneficiará a muchos y a todos, genere satisfacción, ejemplo e inspiración.

Se logran dos cosas maravillosas, dejar un lugar en óptimas condiciones para ser conservado, disfrutado en todo su esplendor, y además el solo hecho de adoptar un espacio nos interna en un aprendizaje de amor por la naturaleza. El vínculo se establece con un ambiente vivo que nos da a cambio una riqueza invaluable e indispensable.

Yo me tomé la libertad de adoptar la presa El Rejón y Los Encinos, el parque de los Tronquitos y Majalca. Pero ¡necesito ayuda! que seamos muchos los que nos aboquemos a esta tarea de urgencia, para inspirar y contagiar a otros. Que el problema de contaminación no nos paralice y mucho menos nos acostumbre a vivir en el caos, que cada cual en su espacio y en su caminar, aminore la magnitud del problema, juntos podemos hacer mucho por el medioambiente.

Escuelas, grupos, clubs, asociaciones de todo tipo, sería maravilloso que dentro de sus clases y actividades, adopten un lugar y en convivencia limpien y después reflexionen en lo que se puede hacer desde el consumo, para aminorar el problema de la basura. Gobierno, reglas más eficientes para multar al que tire basura y una revisión seria de la mejor manera de manejar el relleno sanitario. Empresas, fábricas a involucrar a su comunidad en esta tarea.

El canal que corre con la avenida Teófilo Borunda ¡necesita atención! Limpiar su cauce y sembrar más árboles en el trayecto de concreto. Imaginen toda la secuencia del canal con asomos verdes ¡Es oxígeno! Y además ese color maravilloso de vida alimenta el espíritu. Hacer fosas en el concreto y que los árboles aprovechen esa agua estancada que da tan mala impresión y molesta con desagradables olores.

Sugiero con mis visiones, con mis sueños, con el anhelo de hacer equipo y hacer de esta ciudad su mejor versión.

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