/ domingo 29 de noviembre de 2020

Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…


El jueves de esta esta semana que concluye el presidente de la república presentó en su conferencia matutina la “Guía Ética para la transformación de México”, que será entregada a ocho millones de adultos mayores; la cual, dijo su vocero, Jesús Ramírez Cuevas, “es una referencia, no una ley ni norma jurídica”.

El presidente por su parte, subrayó que su finalidad era “reafirmar, promover y fortalecer los valores, así como procurar el bienestar material y del alma”. Y agregó: “Desde hace mucho tiempo hemos sostenido que la crisis de México no sólo es una crisis económica, inclusive no sólo una crisis de bienestar material, sino también una crisis por pérdida de valores, culturales, morales y espirituales. Por eso se habló de una república amorosa y de la felicidad como fin último de gobierno y se habló de tener una constitución moral “, que propuso el 26 de noviembre de 2018, al inicio de su mandato.

Es por demás evidente que AMLO está apelando a fortalecer el comportamiento social con apego a los principios y valores éticos como la honestidad, la dignidad, el respeto, el perdón, la verdad, la fraternidad y la felicidad, lo que me parece loable.

Lo que me parece inapropiado, es que a la par, ensamble subrepticiamente en la “Guía Ética para la transformación de México” creencias y concepciones acerca de la espiritualidad y la divinidad. Y no especulo. En lo que va de su gobierno se han realizado más de 50 foros y mesas de diálogo sobre temas de ética y moral, en 13 de los cuales participaron 18 iglesias lo cual, por donde quiere que se les mire, vulnera el principio de laicidad normado en los artículos 24, 130, 40 y tercero, de la Constitución de la República.

Es por ello que desde el inicio de la consulta de la “Constitución Moral”, hoy definida como “Guía Ética para la Transformación de México”, me he preguntado cuál conciencia social pondera más el presidente: la valorativa o la cognoscitiva. No me cabe ya la menor duda, que la conciencia valorativa, --que es por supuesto respetable -- pero ajena al conocimiento de la realidad objetiva del ser social y también del sentido común.

El mandatario está convencido de que las tres virtudes teológicas de la Fe, la Esperanza y la Caridad son
las que pueden atemperar la crisis moral y espiritual prevaleciente a la que hizo referencia, lo que para millones de ciudadanos les es convincente, pero en modo alguno, estos dogmas pueden ser los cimientos reales de la reconstrucción del tejido social y la consolidación de la 4t Transformación. Eso es harina de otro costal que abordaremos en otra entrega. El presidente, en principio, debe hacer caso a la moraleja: Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios... la cual nos indica que hay dos planos contraproducentes: el del Estado laico sujeto a las leyes de la carta magna y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe religiosa. Veremos y diremos.




El jueves de esta esta semana que concluye el presidente de la república presentó en su conferencia matutina la “Guía Ética para la transformación de México”, que será entregada a ocho millones de adultos mayores; la cual, dijo su vocero, Jesús Ramírez Cuevas, “es una referencia, no una ley ni norma jurídica”.

El presidente por su parte, subrayó que su finalidad era “reafirmar, promover y fortalecer los valores, así como procurar el bienestar material y del alma”. Y agregó: “Desde hace mucho tiempo hemos sostenido que la crisis de México no sólo es una crisis económica, inclusive no sólo una crisis de bienestar material, sino también una crisis por pérdida de valores, culturales, morales y espirituales. Por eso se habló de una república amorosa y de la felicidad como fin último de gobierno y se habló de tener una constitución moral “, que propuso el 26 de noviembre de 2018, al inicio de su mandato.

Es por demás evidente que AMLO está apelando a fortalecer el comportamiento social con apego a los principios y valores éticos como la honestidad, la dignidad, el respeto, el perdón, la verdad, la fraternidad y la felicidad, lo que me parece loable.

Lo que me parece inapropiado, es que a la par, ensamble subrepticiamente en la “Guía Ética para la transformación de México” creencias y concepciones acerca de la espiritualidad y la divinidad. Y no especulo. En lo que va de su gobierno se han realizado más de 50 foros y mesas de diálogo sobre temas de ética y moral, en 13 de los cuales participaron 18 iglesias lo cual, por donde quiere que se les mire, vulnera el principio de laicidad normado en los artículos 24, 130, 40 y tercero, de la Constitución de la República.

Es por ello que desde el inicio de la consulta de la “Constitución Moral”, hoy definida como “Guía Ética para la Transformación de México”, me he preguntado cuál conciencia social pondera más el presidente: la valorativa o la cognoscitiva. No me cabe ya la menor duda, que la conciencia valorativa, --que es por supuesto respetable -- pero ajena al conocimiento de la realidad objetiva del ser social y también del sentido común.

El mandatario está convencido de que las tres virtudes teológicas de la Fe, la Esperanza y la Caridad son
las que pueden atemperar la crisis moral y espiritual prevaleciente a la que hizo referencia, lo que para millones de ciudadanos les es convincente, pero en modo alguno, estos dogmas pueden ser los cimientos reales de la reconstrucción del tejido social y la consolidación de la 4t Transformación. Eso es harina de otro costal que abordaremos en otra entrega. El presidente, en principio, debe hacer caso a la moraleja: Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios... la cual nos indica que hay dos planos contraproducentes: el del Estado laico sujeto a las leyes de la carta magna y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe religiosa. Veremos y diremos.