/ sábado 14 de julio de 2018

AMLO, sin el poder absoluto

Los resultados de la elección presidencial tendrán que someterse a un exhaustivo análisis para ser entendidos, pues nadie ha sido capaz de explicar por qué la sociedad se volcó a favor de un candidato que ha representado, para la democracia y las libertades, quizá el riesgo más grande que se haya jugado nuestro el país.

De entre sus rivales (de AMLO), Meade encarnó la continuidad de un modelo corrupto y autoritario de gobierno. Un sistema político agotado en el que la corrupción era la palabra que iniciaba su nomenclatura y el abuso del poder su signo de puntuación.

Anaya, la expectativa de un cambio del modelo presidencialista hacia un gobierno de coalición, donde diferentes ideologías y fuerzas políticas podrían converger para estimar las políticas públicas necesarias para el país, con la mirada puesta hacia el futuro, no sólo en la concepción del paso del tiempo, sino también en la adaptación a los cambios tecnológicos y la transformación social.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador siempre advirtió que con él llegaría un modelo claramente populista, en el que sus acciones de gobierno estarían encaminadas a consolidar la dependencia de la sociedad a sus autoridades, en todos los rubros del desarrollo; económico, político y social. Algo quizá altamente deseable para la población más desprotegida, pero que a otros países les ha resultado en la pérdida de libertades bajo el yugo de gobiernos autoritarios.

Algunos analistas políticos se atrevieron a señalar que, por primera vez en más de un siglo, los votantes mexicanos eligieron como presidente a un político antisistema (¿será?).

Con más de 52.9% de los votos, su partido Morena también obtuvo la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, lo que, desde su punto de vista, lo convertirá en el presidente más poderoso de México en más de 30 años.

Consideran que lo más riesgoso es que podrá aprobar leyes y reformar la Constitución -y buscar su agenda nacionalista de izquierda- con facilidad. Sin embargo, con seguridad puedo afirmar que el poder de Andrés Manuel López Obrador no será tan absoluto como parece.

Para reformar la Constitución, el electo de Tepetitlán, Macuspana, requerirá además de las dos terceras partes de cada cámara en el Congreso de la Unión, la aprobación de la mayoría absoluta (50% más uno) de los congresos de los estados, cifra que difícilmente logrará si no entra en negociaciones políticas con los gobernadores del país.

Además, puedo asegurar que, si bien es cierto que López Obrador ganó el gobierno, no obtuvo el poder absoluto, pues éste radica en la soberanía de los mexicanos y, para evitar que conduzca a nuestro país hacía derroteros autoritarios, los mexicanos tendremos que estar muy vigilantes de sus actos, salir a la calle cuando sea necesario y ejercer con plenitud nuestra potestad del mandato democrático.

Tendremos que transitar de ser una simple oposición partidista para transformarnos, si fuera necesario, en una oposición nacional que defienda las libertades, los derechos y los principios democráticos que tanto trabajo nos ha costado construir para las futuras generaciones.



alfredopineraguevara@gmail.com



Los resultados de la elección presidencial tendrán que someterse a un exhaustivo análisis para ser entendidos, pues nadie ha sido capaz de explicar por qué la sociedad se volcó a favor de un candidato que ha representado, para la democracia y las libertades, quizá el riesgo más grande que se haya jugado nuestro el país.

De entre sus rivales (de AMLO), Meade encarnó la continuidad de un modelo corrupto y autoritario de gobierno. Un sistema político agotado en el que la corrupción era la palabra que iniciaba su nomenclatura y el abuso del poder su signo de puntuación.

Anaya, la expectativa de un cambio del modelo presidencialista hacia un gobierno de coalición, donde diferentes ideologías y fuerzas políticas podrían converger para estimar las políticas públicas necesarias para el país, con la mirada puesta hacia el futuro, no sólo en la concepción del paso del tiempo, sino también en la adaptación a los cambios tecnológicos y la transformación social.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador siempre advirtió que con él llegaría un modelo claramente populista, en el que sus acciones de gobierno estarían encaminadas a consolidar la dependencia de la sociedad a sus autoridades, en todos los rubros del desarrollo; económico, político y social. Algo quizá altamente deseable para la población más desprotegida, pero que a otros países les ha resultado en la pérdida de libertades bajo el yugo de gobiernos autoritarios.

Algunos analistas políticos se atrevieron a señalar que, por primera vez en más de un siglo, los votantes mexicanos eligieron como presidente a un político antisistema (¿será?).

Con más de 52.9% de los votos, su partido Morena también obtuvo la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, lo que, desde su punto de vista, lo convertirá en el presidente más poderoso de México en más de 30 años.

Consideran que lo más riesgoso es que podrá aprobar leyes y reformar la Constitución -y buscar su agenda nacionalista de izquierda- con facilidad. Sin embargo, con seguridad puedo afirmar que el poder de Andrés Manuel López Obrador no será tan absoluto como parece.

Para reformar la Constitución, el electo de Tepetitlán, Macuspana, requerirá además de las dos terceras partes de cada cámara en el Congreso de la Unión, la aprobación de la mayoría absoluta (50% más uno) de los congresos de los estados, cifra que difícilmente logrará si no entra en negociaciones políticas con los gobernadores del país.

Además, puedo asegurar que, si bien es cierto que López Obrador ganó el gobierno, no obtuvo el poder absoluto, pues éste radica en la soberanía de los mexicanos y, para evitar que conduzca a nuestro país hacía derroteros autoritarios, los mexicanos tendremos que estar muy vigilantes de sus actos, salir a la calle cuando sea necesario y ejercer con plenitud nuestra potestad del mandato democrático.

Tendremos que transitar de ser una simple oposición partidista para transformarnos, si fuera necesario, en una oposición nacional que defienda las libertades, los derechos y los principios democráticos que tanto trabajo nos ha costado construir para las futuras generaciones.



alfredopineraguevara@gmail.com