/ martes 18 de febrero de 2020

Amor cotidiano

Son muchos los que el 14 de febrero celebran el día del amor, sobre todo aquellos que se sienten o están enamorados, tomando en cuenta que el enamoramiento es un proceso que puede llevar al amor cierto y no detenerse en una mera atracción.

Una fiesta de origen pagano dio lugar a una fiesta cristiana tomando la figura de San Valentín como fondo, figura enmarcada en la leyenda y en versiones dispares. El Papa Gelasio en el año 496 declaró el 14 de febrero como día de San Valentín mártir y empató la fecha con la antigua fiesta pagana.

Pasado el tiempo la fiesta fue tomando un giro comercial donde el amor no refiere únicamente romanticismo o enamoramiento, sino se expande a todo tipo de relaciones donde brilla un sentimiento de acercamiento, de entrega, de entendimiento, de empatía, de ternura, de cariño, de calor humano hacia los demás. Si en principio se aludía a los novios, hoy se hace hacia los esposos, compañeros, familiares o amigos, dándole la connotación de día del amor y la amistad.

Como en muchas celebraciones de distinto tipo, su sentido se manifiesta en un día determinado, olvidando luego que todas las actitudes y acciones que conducen al amor deben tomarse y realizarse día a día.

El amor y la amistad no se basan en los regalos, las flores, los chocolates, los mensajes, las palabras bonitas o las promesas. El amor verdadero se nutre de acciones, pequeñas si se quiere, que toman en cuenta a las personas por su valor en sí mismas. Un buenos días, un gracias, una puesta de atención a los demás, un te quiero o te amo entre novios, esposos o de madres o padres a hijos o de hijos a padres, unas caricias, un beso, unas palabras de afecto o de aliento... son esas cosas que hacen crecer el amor.

El amor, muchas veces se ha dicho, no se demuestra con palabras sino con hechos, pues como también se dice: el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila.

El amor al prójimo sin distinción ni discriminación alguna es lo que, a nivel social, puede crear un ambiente favorable para que cada quien desarrolle sus potencialidades. Y no, no se trata de abrazos no balazos, sino de que cada uno en sus relaciones familiares, laborales, estudiantiles, empresariales, matrimoniales ponga en práctica ese amor a los demás sin esperar recompensa. Se trata de dialogar, entenderse entre sí, confiar en los otros, respetar a cada uno, darles su lugar. Como diría San Francisco: Donde haya odio ponga yo amor. ¿Lo ven?

Son muchos los que el 14 de febrero celebran el día del amor, sobre todo aquellos que se sienten o están enamorados, tomando en cuenta que el enamoramiento es un proceso que puede llevar al amor cierto y no detenerse en una mera atracción.

Una fiesta de origen pagano dio lugar a una fiesta cristiana tomando la figura de San Valentín como fondo, figura enmarcada en la leyenda y en versiones dispares. El Papa Gelasio en el año 496 declaró el 14 de febrero como día de San Valentín mártir y empató la fecha con la antigua fiesta pagana.

Pasado el tiempo la fiesta fue tomando un giro comercial donde el amor no refiere únicamente romanticismo o enamoramiento, sino se expande a todo tipo de relaciones donde brilla un sentimiento de acercamiento, de entrega, de entendimiento, de empatía, de ternura, de cariño, de calor humano hacia los demás. Si en principio se aludía a los novios, hoy se hace hacia los esposos, compañeros, familiares o amigos, dándole la connotación de día del amor y la amistad.

Como en muchas celebraciones de distinto tipo, su sentido se manifiesta en un día determinado, olvidando luego que todas las actitudes y acciones que conducen al amor deben tomarse y realizarse día a día.

El amor y la amistad no se basan en los regalos, las flores, los chocolates, los mensajes, las palabras bonitas o las promesas. El amor verdadero se nutre de acciones, pequeñas si se quiere, que toman en cuenta a las personas por su valor en sí mismas. Un buenos días, un gracias, una puesta de atención a los demás, un te quiero o te amo entre novios, esposos o de madres o padres a hijos o de hijos a padres, unas caricias, un beso, unas palabras de afecto o de aliento... son esas cosas que hacen crecer el amor.

El amor, muchas veces se ha dicho, no se demuestra con palabras sino con hechos, pues como también se dice: el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila.

El amor al prójimo sin distinción ni discriminación alguna es lo que, a nivel social, puede crear un ambiente favorable para que cada quien desarrolle sus potencialidades. Y no, no se trata de abrazos no balazos, sino de que cada uno en sus relaciones familiares, laborales, estudiantiles, empresariales, matrimoniales ponga en práctica ese amor a los demás sin esperar recompensa. Se trata de dialogar, entenderse entre sí, confiar en los otros, respetar a cada uno, darles su lugar. Como diría San Francisco: Donde haya odio ponga yo amor. ¿Lo ven?