Como es conocido, el pasado domingo se realizó en esta ciudad una marcha con la exigencia de que se respete la familia “tradicional” de hombre y mujer, la prohibición del aborto y la no implementación de la ideología de género en las políticas públicas. También se opusieron a la iniciativa del presidente de la república que busca equiparar los matrimonios del mismo sexo.
Mientras unos marchaban, me dediqué a ver los Premios de la Academia y con satisfacción, aplaudí a Guillermo de Toro al recibir el premio Oscar de Mejor Director por su película “La forma del agua”. El film es estupendo, pues de manera hermosa muestra a los excluidos, esos “otros” que generalmente son rechazados por ser diferentes (monstruos) a causa de sus preferencias sexuales, discapacidad, sexo e ideología. Con el alma desnuda, los abrazó y enalteció en una bella personificación del amor.
La cinta es una reacción al momento actual que vivimos; es una devastadora crítica a la homofobia, racismo y en general, a toda persona que es diferente. En nuestra sociedad, pareciera que se tiene miedo a ser distinto y el film invita a combatir el cinismo contemporáneo, donde diariamente se expresa rechazo e incluso odio hacia las minorías. González Iñárritu refiere que “es una carta de amor al amor y que la única transformación real viene de adentro, amando y aceptando al otro como es”.
Erick Fromm dice que en una sociedad, la individualidad desaparece para pertenecer al rebaño y si suprimimos nuestras diferencias, encajaremos con los demás y estaremos a salvo, con lo que aquellos llaman “normal”. También menciona en “El arte de amar” que “la conciencia de la separación humana –sin la reunión por el amor- es la frente de la vergüenza”. La película muestra que si eres diferente, se te considera anormal o antinatural; pero también que está bien ser distinto y que el amor es posible para todas las personas. Y ante las exigencias para dividir a la sociedad, nadie es tan omnipotente, omnipresente y soberano para estar por encima de otro ser humano. Siempre hay un precio a pagar por lograr la igualdad, pero ciertamente el odio y rechazo a los otros que se ha generado nos apartan de ideal que muchos buscamos: amarnos los unos a los otros y tratar tal como nos gustaría ser tratados. Esta fascinación por los monstruos muestra quiénes son los verdaderos villanos.
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