/ sábado 9 de abril de 2022

Antes que se nos olvide | Fugaz existencia

Por: Carlos A. Esparza Deister

Hace varios años, la revista Proceso logró una entrevista con Rafael Caro Quintero, desde su escondite. El otrora poderoso narcotraficante de los ochenta fue capturado en 1985, acusado de haber asesinado al estadounidense Enrique Camarena, agente de la DEA. Luego de 28 años encarcelado, sorpresivamente un tribunal colegiado ordenó su inmediata liberación, de esa manera el peligroso capo dejó la cárcel, pero después la Procuraduría General de la República se arrepintió y giró orden de aprehensión en su contra, pues se percataron de un “errorcito” en el dictamen, resulta que aún le quedaban 12 años de sentencia, demasiado tarde, Caro Quintero se hizo “ojo de hormiga”. Durante la entrevista desde un lóbrego lugar, aseguró que no asesinó a Camarena y tampoco inició una guerra contra el Chapo ni Mayo Zambada al salir de la cárcel, como aseguraron en su momento las autoridades. Así mismo, pidió perdón a la sociedad mexicana, DEA y gobierno de Estados Unidos, recalcando que a su edad sólo deseaba vivir en paz, según dijo, estaba retirado totalmente del “negocio”. Tal vez el tiempo recluido en la cárcel amansó a ese hombre indomable, soberbio, sanguinario y ya no quiere saber nada de cuestiones ilícitas, sin embargo, se dice que actualmente se encuentra en alguna parte de la sierra de Sinaloa, desde donde dirige su organización criminal.

Sería estupendo que cuando un narcotraficante se retirara o fuera atrapado, su cártel desapareciera en ese instante, pero no es así, son como la Hidra de Lerna, aquel monstruo mitológico de varias cabezas aterradoras, que cuando lograban cortarle una, surgía otra más. Eso mismo sucede con las bandas criminales, en cuanto eliminan al jefe, inmediatamente otro delincuente emerge para tomar el mando de la organización y regularmente es todavía más sanguinario que el anterior. Así que la cosa sale peor. Además, el máximo anhelo de muchos jóvenes que hoy forman parte de esas bandas, es llegar a ser el líder o al menos el segundo a bordo, es decir, convertirse en una de las espantosas cabezas de la Hidra de Lerna, aun cuando son conscientes que todo puede acabar de la peor manera, pero eso no les importa, pues el dinero “fácil “; convertirse en protagonista de un narcocorrido; los autos de lujo, la fama efímera, ropa de marca y ostentosas joyas, los tienen embobados, por no decir apen…tontados.

Periódicos, internet, televisión o cualquier otro medio informativo, continuamente informan de manera terrorífica las consecuencias de estar involucrado en el crimen organizado, así mismo, han relatado históricamente, las caídas estrepitosas de narcotraficantes que parecían invencibles, como Chapo Guzmán, Pablo Escobar, Ramón Arellano, Marcos Beltrán Leyva, Caro Quintero, Servando Gómez la Tuta, Félix Gallardo y un largo etcétera, pero increíblemente y de manera absurda, hay muchos jóvenes que desean ser como ellos, no cabe duda que el ser humano es incongruente y a veces estúpido, pues teniendo todo para ser un hombre o mujer de bien, un triunfador de verdad, una excelente persona, que impacte de manera positiva en la sociedad y tener una larga vida repleta de satisfacciones, algunos prefieren integrar una banda criminal, para hundirse en una mediocre, desdichada y fugaz existencia.

Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua AC.

Sígame en Face: @Antes que se nos olvide

esparzadeister@gmail.com


Por: Carlos A. Esparza Deister

Hace varios años, la revista Proceso logró una entrevista con Rafael Caro Quintero, desde su escondite. El otrora poderoso narcotraficante de los ochenta fue capturado en 1985, acusado de haber asesinado al estadounidense Enrique Camarena, agente de la DEA. Luego de 28 años encarcelado, sorpresivamente un tribunal colegiado ordenó su inmediata liberación, de esa manera el peligroso capo dejó la cárcel, pero después la Procuraduría General de la República se arrepintió y giró orden de aprehensión en su contra, pues se percataron de un “errorcito” en el dictamen, resulta que aún le quedaban 12 años de sentencia, demasiado tarde, Caro Quintero se hizo “ojo de hormiga”. Durante la entrevista desde un lóbrego lugar, aseguró que no asesinó a Camarena y tampoco inició una guerra contra el Chapo ni Mayo Zambada al salir de la cárcel, como aseguraron en su momento las autoridades. Así mismo, pidió perdón a la sociedad mexicana, DEA y gobierno de Estados Unidos, recalcando que a su edad sólo deseaba vivir en paz, según dijo, estaba retirado totalmente del “negocio”. Tal vez el tiempo recluido en la cárcel amansó a ese hombre indomable, soberbio, sanguinario y ya no quiere saber nada de cuestiones ilícitas, sin embargo, se dice que actualmente se encuentra en alguna parte de la sierra de Sinaloa, desde donde dirige su organización criminal.

Sería estupendo que cuando un narcotraficante se retirara o fuera atrapado, su cártel desapareciera en ese instante, pero no es así, son como la Hidra de Lerna, aquel monstruo mitológico de varias cabezas aterradoras, que cuando lograban cortarle una, surgía otra más. Eso mismo sucede con las bandas criminales, en cuanto eliminan al jefe, inmediatamente otro delincuente emerge para tomar el mando de la organización y regularmente es todavía más sanguinario que el anterior. Así que la cosa sale peor. Además, el máximo anhelo de muchos jóvenes que hoy forman parte de esas bandas, es llegar a ser el líder o al menos el segundo a bordo, es decir, convertirse en una de las espantosas cabezas de la Hidra de Lerna, aun cuando son conscientes que todo puede acabar de la peor manera, pero eso no les importa, pues el dinero “fácil “; convertirse en protagonista de un narcocorrido; los autos de lujo, la fama efímera, ropa de marca y ostentosas joyas, los tienen embobados, por no decir apen…tontados.

Periódicos, internet, televisión o cualquier otro medio informativo, continuamente informan de manera terrorífica las consecuencias de estar involucrado en el crimen organizado, así mismo, han relatado históricamente, las caídas estrepitosas de narcotraficantes que parecían invencibles, como Chapo Guzmán, Pablo Escobar, Ramón Arellano, Marcos Beltrán Leyva, Caro Quintero, Servando Gómez la Tuta, Félix Gallardo y un largo etcétera, pero increíblemente y de manera absurda, hay muchos jóvenes que desean ser como ellos, no cabe duda que el ser humano es incongruente y a veces estúpido, pues teniendo todo para ser un hombre o mujer de bien, un triunfador de verdad, una excelente persona, que impacte de manera positiva en la sociedad y tener una larga vida repleta de satisfacciones, algunos prefieren integrar una banda criminal, para hundirse en una mediocre, desdichada y fugaz existencia.

Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua AC.

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