/ jueves 26 de noviembre de 2020

Apertura o cierre: la disyuntiva gubernamental

La segunda oleada de la pandemia Covid-19 ha obligado a los gobiernos del mundo a enfrentarla con medidas de confinamiento o permitir la apertura de las actividades económicas.

En México son 8 meses desde que iniciara la restricción de la movilidad el 23 de marzo, por lo que los efectos han sido negativos para la economía, la cual se pronostica descenderá un 10% en este año. Luego se flexibilizaron las estrategias dejando al criterio estatal si continuaban en el color del semáforo o pasaban a otro nivel.

Chihuahua resintió el rebrote del coronavirus en las semanas pasadas, lo que llevó a decretar no sólo la semaforización en rojo, sino un breve periodo de emergencia.

De acuerdo con la información estatal la medida tuvo un éxito relativo, pues los contagios disminuyeron de 4 mil a solo mil. Sin embargo, no ha descendido la ocupación hospitalaria, por lo que se modificó el rojo permitiendo la apertura sólo en algunos sectores económicos.

El largo confinamiento al que hemos estado sometidos los chihuahuenses ha tenido su secuela en todos los aspectos de la vida cotidiana y ha repercutido principalmente en el aumento del desempleo y de los ingresos de las familias.

Por ello, al igual que en otras partes del mundo, la tensión entre las medidas oficiales y las demandas populares aumenta en la entidad, sobre todo en las poblaciones más pobladas.

Chihuahua continuará en rojo por un buen tiempo mientras no disminuyan los casos de contagios y fallecimientos debido al virus. Junto con Durango son las dos entidades con este color, pues el resto están en naranja (14), amarillo (14) y sólo dos en verde, Campeche y Chiapas.

Sin embargo, la nueva oleada de la pandemia ha provocado que otras 8 entidades estén en riesgo de regresar al color rojo con sus respectivas restricciones, entre ellas la Ciudad de México.

La cruenta realidad es que la estrategia implantada por el gobierno federal no ha logrado evitar el número de muertes por coronavirus, pues de las 6 mil pronosticadas en mayo por el subsecretario López-Gatell se llegó en noviembre a más de 100 mil, con más de un millón de contagios registrados.

Ahora bien, el problema es complejo y no es fácil determinar qué tanto se debe permitir la apertura económica y cuánto es necesario el confinamiento social para evitar el aumento de contagios.

Más que estadísticas, lo que se requiere es la aplicación práctica de medidas preventivas como el uso del tapabocas, obligatorio ya en Chihuahua, así como la detección temprana de enfermos para evitar contagios.

Con un estado de salud precario y limitado en todo el país, los mexicanos no podemos confiarnos en que si nos infectamos del virus podremos contar con la respectiva asistencia médica.

La prevención es básica para lograr disminuir lo que se perfila como una epidemia endémica y evitar mayores costos sociales que podrían desembocar en conflictos que pongan en riesgo la estabilidad política, lo cual sólo se logrará con la cooperación real entre ciudadanos y autoridades.

La segunda oleada de la pandemia Covid-19 ha obligado a los gobiernos del mundo a enfrentarla con medidas de confinamiento o permitir la apertura de las actividades económicas.

En México son 8 meses desde que iniciara la restricción de la movilidad el 23 de marzo, por lo que los efectos han sido negativos para la economía, la cual se pronostica descenderá un 10% en este año. Luego se flexibilizaron las estrategias dejando al criterio estatal si continuaban en el color del semáforo o pasaban a otro nivel.

Chihuahua resintió el rebrote del coronavirus en las semanas pasadas, lo que llevó a decretar no sólo la semaforización en rojo, sino un breve periodo de emergencia.

De acuerdo con la información estatal la medida tuvo un éxito relativo, pues los contagios disminuyeron de 4 mil a solo mil. Sin embargo, no ha descendido la ocupación hospitalaria, por lo que se modificó el rojo permitiendo la apertura sólo en algunos sectores económicos.

El largo confinamiento al que hemos estado sometidos los chihuahuenses ha tenido su secuela en todos los aspectos de la vida cotidiana y ha repercutido principalmente en el aumento del desempleo y de los ingresos de las familias.

Por ello, al igual que en otras partes del mundo, la tensión entre las medidas oficiales y las demandas populares aumenta en la entidad, sobre todo en las poblaciones más pobladas.

Chihuahua continuará en rojo por un buen tiempo mientras no disminuyan los casos de contagios y fallecimientos debido al virus. Junto con Durango son las dos entidades con este color, pues el resto están en naranja (14), amarillo (14) y sólo dos en verde, Campeche y Chiapas.

Sin embargo, la nueva oleada de la pandemia ha provocado que otras 8 entidades estén en riesgo de regresar al color rojo con sus respectivas restricciones, entre ellas la Ciudad de México.

La cruenta realidad es que la estrategia implantada por el gobierno federal no ha logrado evitar el número de muertes por coronavirus, pues de las 6 mil pronosticadas en mayo por el subsecretario López-Gatell se llegó en noviembre a más de 100 mil, con más de un millón de contagios registrados.

Ahora bien, el problema es complejo y no es fácil determinar qué tanto se debe permitir la apertura económica y cuánto es necesario el confinamiento social para evitar el aumento de contagios.

Más que estadísticas, lo que se requiere es la aplicación práctica de medidas preventivas como el uso del tapabocas, obligatorio ya en Chihuahua, así como la detección temprana de enfermos para evitar contagios.

Con un estado de salud precario y limitado en todo el país, los mexicanos no podemos confiarnos en que si nos infectamos del virus podremos contar con la respectiva asistencia médica.

La prevención es básica para lograr disminuir lo que se perfila como una epidemia endémica y evitar mayores costos sociales que podrían desembocar en conflictos que pongan en riesgo la estabilidad política, lo cual sólo se logrará con la cooperación real entre ciudadanos y autoridades.