/ jueves 29 de octubre de 2020

Apología del cubrebocas

Era el 28 de febrero de 2020, día en que el gobierno de México había confirmado los primeros casos de coronavirus. Ese mismo día, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresaba: “Tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales, la capacidad para hacerle frente a este caso de coronavirus…”, pero de acuerdo a Nayeli Roldán y Francisco Sandoval, en Animal Político del 9 de abril de 2020, México iniciaba la compra de insumos para coronavirus 24 días después del primer caso y todavía eran comprados por cada hospital o instituto de forma errática e insuficiente.

De los insumos necesarios para enfrentar la pandemia, el cubrebocas ha seguido un largo y ambiguo historial en torno a su uso en México. A pesar de las recomendaciones de las organizaciones internacionales, el gobierno mexicano, el presidente de la república y la Secretaría de Salud, hasta finales de julio de 2020, continuaron negando que el uso de cubrebocas era una fuente de protección. El presidente mexicano declaraba en Oaxaca: “Si se considerara que con esto se ayuda (el cubrebocas), entonces lo haría, pero no es un asunto que esté científicamente demostrado”.


Esta situación mereció un llamado de atención de parte de la autoridad sanitaria mundial y pidió “coherencia” a México. “Los ciudadanos se sienten confundidos si escuchan diferentes mensajes y hay que garantizar que tengan la mejor información posible para protegerse …”, señaló Mike Ryan, director Ejecutivo de la OMS (Organización Mundial de la Salud) para Emergencias Sanitarias (12 de junio de 2020). La evidencia del cubrebocas como la medida más eficaz no puede ser ignorada. Metanálisis como el de The Lancet, que revisó 172 estudios clínicos de 16 países, así lo confirman.


El cubrebocas es la forma más sencilla, accesible a toda la población, barata y de gran eficacia para controlar la pandemia, especialmente, de acuerdo a la OMS, “cuando no pueden implementarse otros medios de prevención como el distanciamiento social, el rastreo de contactos, la realización de pruebas, en lugares con grandes aglomeraciones de gente o donde haya contactos cercanos con otras personas”, principalmente, al protegernos de la inhalación de patógenos y partículas dañinas en el aire, y cuidar a otros de las fuentes que uno mismo emite al expulsar gotas y gotículas.


Así, se podría reducir la tasa de aumento de contagios por el nuevo coronavirus hasta en 40%, según el análisis realizado por el Instituto de Economía Laboral de Bonn, Alemania. Por eso, el uso del cubrebocas o mascarillas de tela debe formar parte de la política contra la epidemia como acervo institucional para los siguientes meses y, quizá, años, y ha de ser valorado no sólo como una directriz gubernamental absolutamente estratégica, sino como una obligación ciudadana, un deber cívico, una responsabilidad para la salud de uno mismo y de los demás. agusperezr@hotmail.com

Era el 28 de febrero de 2020, día en que el gobierno de México había confirmado los primeros casos de coronavirus. Ese mismo día, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresaba: “Tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales, la capacidad para hacerle frente a este caso de coronavirus…”, pero de acuerdo a Nayeli Roldán y Francisco Sandoval, en Animal Político del 9 de abril de 2020, México iniciaba la compra de insumos para coronavirus 24 días después del primer caso y todavía eran comprados por cada hospital o instituto de forma errática e insuficiente.

De los insumos necesarios para enfrentar la pandemia, el cubrebocas ha seguido un largo y ambiguo historial en torno a su uso en México. A pesar de las recomendaciones de las organizaciones internacionales, el gobierno mexicano, el presidente de la república y la Secretaría de Salud, hasta finales de julio de 2020, continuaron negando que el uso de cubrebocas era una fuente de protección. El presidente mexicano declaraba en Oaxaca: “Si se considerara que con esto se ayuda (el cubrebocas), entonces lo haría, pero no es un asunto que esté científicamente demostrado”.


Esta situación mereció un llamado de atención de parte de la autoridad sanitaria mundial y pidió “coherencia” a México. “Los ciudadanos se sienten confundidos si escuchan diferentes mensajes y hay que garantizar que tengan la mejor información posible para protegerse …”, señaló Mike Ryan, director Ejecutivo de la OMS (Organización Mundial de la Salud) para Emergencias Sanitarias (12 de junio de 2020). La evidencia del cubrebocas como la medida más eficaz no puede ser ignorada. Metanálisis como el de The Lancet, que revisó 172 estudios clínicos de 16 países, así lo confirman.


El cubrebocas es la forma más sencilla, accesible a toda la población, barata y de gran eficacia para controlar la pandemia, especialmente, de acuerdo a la OMS, “cuando no pueden implementarse otros medios de prevención como el distanciamiento social, el rastreo de contactos, la realización de pruebas, en lugares con grandes aglomeraciones de gente o donde haya contactos cercanos con otras personas”, principalmente, al protegernos de la inhalación de patógenos y partículas dañinas en el aire, y cuidar a otros de las fuentes que uno mismo emite al expulsar gotas y gotículas.


Así, se podría reducir la tasa de aumento de contagios por el nuevo coronavirus hasta en 40%, según el análisis realizado por el Instituto de Economía Laboral de Bonn, Alemania. Por eso, el uso del cubrebocas o mascarillas de tela debe formar parte de la política contra la epidemia como acervo institucional para los siguientes meses y, quizá, años, y ha de ser valorado no sólo como una directriz gubernamental absolutamente estratégica, sino como una obligación ciudadana, un deber cívico, una responsabilidad para la salud de uno mismo y de los demás. agusperezr@hotmail.com