/ jueves 8 de agosto de 2019

Apuntes políticos

Un gobierno que empieza a fallar, empieza a pedirle sacrificios al pueblo. Empobrece a la mayoría, con el argumento de ayudar a la mayoría. Crea enemigos para justificar su poder y ocultar su injusticia. Defiende a tiranos comprobados, mostrando lo que quiere llegar a ser. Dice obedecer el mandato popular, pero desconoce las protestas de gran parte de su pueblo. Primero, un líder carismático creará una estructura, que será usada por gobernantes que sean inmorales. La ley que le convenga, la aplicará sin miramientos, y la que no, hará que el pueblo decida por referéndum.

Se toman decisiones políticas en vez de decisiones económicas. La política son impulsos y deseos, sin ciencia, ejecutados bajo decreto. Pero la economía incluye el factor humano bajo leyes naturales que no pueden ignorarse. Una nación gobernada sólo con política, pero sin economía, estará destinada al fracaso y será, inevitablemente, inhumana. Se usan antieconomías de escala, procesos que buscan eficiencias en pequeños nichos de interés político, pero que incrementan el costo del resto de productos y servicios en forma escalonada. Es una economía del desfalco.

La mayor parte de la población nunca reconocerá que votó por el personaje equivocado, mientras éste fortalece su posición contra la oposición por medio de los medios de comunicación y las leyes. Un pueblo que cree que el Gobierno lo resolverá todo, habrá ofrecido su libertad. Pero cuando la mayoría esté cansada de los sacrificios cotidianos, el Gobierno empezará por deslegitimar a los que se oponen, seguirá con impugnar elecciones, luego, con disolver el poder Legislativo y terminará por desconocer la Constitución.

Todos desean escuchar lo que les agrada, la solución a todos sus problemas o deseos, ver realizado un mundo ideal. Pero otorgar todo el poder a otros para satisfacer nuestros gustos, sin perder nuestra libertad, es utópico. Tenemos que discernirlo claramente: ni nosotros ni el Estado podemos ser el origen fundamental de la moral, como lo advierte la historia del fruto prohibido del Árbol del conocimiento del bien y del mal, pues perderemos el paraíso por el infierno. agusperezr@hotmail.com

Un gobierno que empieza a fallar, empieza a pedirle sacrificios al pueblo. Empobrece a la mayoría, con el argumento de ayudar a la mayoría. Crea enemigos para justificar su poder y ocultar su injusticia. Defiende a tiranos comprobados, mostrando lo que quiere llegar a ser. Dice obedecer el mandato popular, pero desconoce las protestas de gran parte de su pueblo. Primero, un líder carismático creará una estructura, que será usada por gobernantes que sean inmorales. La ley que le convenga, la aplicará sin miramientos, y la que no, hará que el pueblo decida por referéndum.

Se toman decisiones políticas en vez de decisiones económicas. La política son impulsos y deseos, sin ciencia, ejecutados bajo decreto. Pero la economía incluye el factor humano bajo leyes naturales que no pueden ignorarse. Una nación gobernada sólo con política, pero sin economía, estará destinada al fracaso y será, inevitablemente, inhumana. Se usan antieconomías de escala, procesos que buscan eficiencias en pequeños nichos de interés político, pero que incrementan el costo del resto de productos y servicios en forma escalonada. Es una economía del desfalco.

La mayor parte de la población nunca reconocerá que votó por el personaje equivocado, mientras éste fortalece su posición contra la oposición por medio de los medios de comunicación y las leyes. Un pueblo que cree que el Gobierno lo resolverá todo, habrá ofrecido su libertad. Pero cuando la mayoría esté cansada de los sacrificios cotidianos, el Gobierno empezará por deslegitimar a los que se oponen, seguirá con impugnar elecciones, luego, con disolver el poder Legislativo y terminará por desconocer la Constitución.

Todos desean escuchar lo que les agrada, la solución a todos sus problemas o deseos, ver realizado un mundo ideal. Pero otorgar todo el poder a otros para satisfacer nuestros gustos, sin perder nuestra libertad, es utópico. Tenemos que discernirlo claramente: ni nosotros ni el Estado podemos ser el origen fundamental de la moral, como lo advierte la historia del fruto prohibido del Árbol del conocimiento del bien y del mal, pues perderemos el paraíso por el infierno. agusperezr@hotmail.com