/ domingo 15 de agosto de 2021

Armas que pasan por tu casa

Hace algunos meses caminé de Cuernavaca a la Ciudad de México en apoyo a la marcha convocada por activistas mexicanos, algunos de mi propia familia, todos en busca de lo mismo: Justicia.

Conocí a decenas de madres y padres que caminaron conmigo cargando fotos o mantas que recordaban a algún ser querido arrancado violentamente de sus vidas en el profundo río de sangre que corre por nuestras calles desde hace décadas.

En todos los casos era irrefutable las dos realidades de mi país: escasea la justicia y sobran armas.

Fue aquí donde conocí a Ioan Grillo, autor del libro “Blood Gun Money: How América Arms Gangs and Cartels” (Sangre Armas Dinero: Cómo América Arma Pandillas y Cárteles). Lo conocí mientras entrevistaba a algunos miembros de mi familia (LeBarón) sobre la “Masacre de La Mora”, la cultura del narcotráfico y cárteles que han operado en algunas zonas de Chihuahua y la forma en que se vivió en relativa armonía. Hablaron de la cultura de narcocorridos, películas estilo “Mario Almada” y novelas transmitidas en cadena nacional que veíamos como normales y que constantemente hacían referencia a dicha cultura, parte de la vida cotidiana y que ahora vemos con horror… esto y mucho más sonaba en estas conversaciones durante esa larga caminata.

Desconocíamos en ese momento que Ioan escribía un libro sobre cómo las grandes empresas de armas estadounidenses facilitan a través de sus distribuidores a los criminales en México con tanta facilidad y cada vez con equipo más sofisticado. Ahora que se publica este libro, conectó varias vivencias que han transformado mi vida todas ellas, lo que me queda claro hoy es que después de vivir en mi propia familia el atroz ataque a mujeres y niños en La Mora y conectar la larga historia de violencia que hemos vivido en estos años, la grotesca complicidad de ambos gobiernos en permitir legal e ilegalmente que esto continúe sucediendo.

La cultura estadounidense prácticamente ve el tema de la posesión de armas como un derecho divino a defenderse, no sólo de gobiernos tiranos sino a defender su propiedad, familia y libertad a toda costa. En pocas palabras, la utilización de las armas para la protección de su individualidad.

Como mujer mexicana siempre había visto ese asunto como algo muy foráneo, en mi casa aprendimos que las armas eran para las autoridades o para las personas maliciosas. Es más, no aceptaba que existiera siquiera un arma para defensa al interior de mi hogar y mucho menos me interesaba aprender a usarlas. Luego pasó lo inimaginable, ingresó una persona con un machete hasta el interior de mi casa mientras dormía con mi bebé… mi mundo cambiaba al segundo, hubiese dado lo que fuera para tener un arma con la cual proteger a mi niña.

Por fortuna no pasó a mayores, pero sí dejó en mi otro punto de vista que hasta ese momento me negaba a aceptar.

¿Cuánto peso carga el derecho a defender a mi familia y en qué punto esas leyes son un desequilibrio maligno ante la sociedad? ¿Por qué debemos simplemente ceder la responsabilidad, como borregos en corral, a que nuestros gobiernos sean los únicos responsables por nuestra seguridad? Lo anterior, aún a sabiendas de la complicidad que existe históricamente entre gobierno y criminales.

A inicios del mes de agosto, el gobierno de México presentó una demanda ante tribunales norteamericanos exigiendo responsabilidades a empresas del vecino país en esta complicidad. ¿Realmente esperan resolver algo o es sólo pan y circo como de costumbre?

Así como nuestros vecinos norteños se rehúsan a cambiar cualquier ley que potencialmente mengüe el tráfico de armas a los criminales mexicanos, así mismo nuestras “autoridades” mexicanas se hallan rebasadas por completo en cuanto a la impunidad exorbitante o cualquier semblanza de justicia real.

Esperemos que esta demanda internacional produzca algún resultado tangible, mientras tanto como mexicanos nos corresponde continuar exigiendo a nuestras autoridades lo más básico de la experiencia humana, el derecho a la vida, a la libertad de ser, existir, ¡vivir!

Los años han cambiado mi perspectiva no sólo en estos temas tan complejos, sino de manera fundamental de cómo siempre debemos continuar evolucionando en pensamiento. Tal vez los años, los hijos, las tragedias, las cicatrices y también vivir experiencias culturales diferentes realmente transforman la visión humana y esa visión debemos compartirla y continuar explorándola siempre.

Hace algunos meses caminé de Cuernavaca a la Ciudad de México en apoyo a la marcha convocada por activistas mexicanos, algunos de mi propia familia, todos en busca de lo mismo: Justicia.

Conocí a decenas de madres y padres que caminaron conmigo cargando fotos o mantas que recordaban a algún ser querido arrancado violentamente de sus vidas en el profundo río de sangre que corre por nuestras calles desde hace décadas.

En todos los casos era irrefutable las dos realidades de mi país: escasea la justicia y sobran armas.

Fue aquí donde conocí a Ioan Grillo, autor del libro “Blood Gun Money: How América Arms Gangs and Cartels” (Sangre Armas Dinero: Cómo América Arma Pandillas y Cárteles). Lo conocí mientras entrevistaba a algunos miembros de mi familia (LeBarón) sobre la “Masacre de La Mora”, la cultura del narcotráfico y cárteles que han operado en algunas zonas de Chihuahua y la forma en que se vivió en relativa armonía. Hablaron de la cultura de narcocorridos, películas estilo “Mario Almada” y novelas transmitidas en cadena nacional que veíamos como normales y que constantemente hacían referencia a dicha cultura, parte de la vida cotidiana y que ahora vemos con horror… esto y mucho más sonaba en estas conversaciones durante esa larga caminata.

Desconocíamos en ese momento que Ioan escribía un libro sobre cómo las grandes empresas de armas estadounidenses facilitan a través de sus distribuidores a los criminales en México con tanta facilidad y cada vez con equipo más sofisticado. Ahora que se publica este libro, conectó varias vivencias que han transformado mi vida todas ellas, lo que me queda claro hoy es que después de vivir en mi propia familia el atroz ataque a mujeres y niños en La Mora y conectar la larga historia de violencia que hemos vivido en estos años, la grotesca complicidad de ambos gobiernos en permitir legal e ilegalmente que esto continúe sucediendo.

La cultura estadounidense prácticamente ve el tema de la posesión de armas como un derecho divino a defenderse, no sólo de gobiernos tiranos sino a defender su propiedad, familia y libertad a toda costa. En pocas palabras, la utilización de las armas para la protección de su individualidad.

Como mujer mexicana siempre había visto ese asunto como algo muy foráneo, en mi casa aprendimos que las armas eran para las autoridades o para las personas maliciosas. Es más, no aceptaba que existiera siquiera un arma para defensa al interior de mi hogar y mucho menos me interesaba aprender a usarlas. Luego pasó lo inimaginable, ingresó una persona con un machete hasta el interior de mi casa mientras dormía con mi bebé… mi mundo cambiaba al segundo, hubiese dado lo que fuera para tener un arma con la cual proteger a mi niña.

Por fortuna no pasó a mayores, pero sí dejó en mi otro punto de vista que hasta ese momento me negaba a aceptar.

¿Cuánto peso carga el derecho a defender a mi familia y en qué punto esas leyes son un desequilibrio maligno ante la sociedad? ¿Por qué debemos simplemente ceder la responsabilidad, como borregos en corral, a que nuestros gobiernos sean los únicos responsables por nuestra seguridad? Lo anterior, aún a sabiendas de la complicidad que existe históricamente entre gobierno y criminales.

A inicios del mes de agosto, el gobierno de México presentó una demanda ante tribunales norteamericanos exigiendo responsabilidades a empresas del vecino país en esta complicidad. ¿Realmente esperan resolver algo o es sólo pan y circo como de costumbre?

Así como nuestros vecinos norteños se rehúsan a cambiar cualquier ley que potencialmente mengüe el tráfico de armas a los criminales mexicanos, así mismo nuestras “autoridades” mexicanas se hallan rebasadas por completo en cuanto a la impunidad exorbitante o cualquier semblanza de justicia real.

Esperemos que esta demanda internacional produzca algún resultado tangible, mientras tanto como mexicanos nos corresponde continuar exigiendo a nuestras autoridades lo más básico de la experiencia humana, el derecho a la vida, a la libertad de ser, existir, ¡vivir!

Los años han cambiado mi perspectiva no sólo en estos temas tan complejos, sino de manera fundamental de cómo siempre debemos continuar evolucionando en pensamiento. Tal vez los años, los hijos, las tragedias, las cicatrices y también vivir experiencias culturales diferentes realmente transforman la visión humana y esa visión debemos compartirla y continuar explorándola siempre.