/ viernes 1 de abril de 2022

Armonía y paz

El hombre no es, como aseguran algunos materialistas, simplemente un animal superior. El alma del hombre y su mente nacen desde la misma concepción, no a partir de que adquiere conciencia de sí mismo o “uso de razón”.

La moral no se basa en la amenaza de castigo en esta o en la otra vida. Se basa en el reconocimiento y el placer de hacer el bien. Se trata solamente de intentar conducirnos bien, sin la promesa de premios ni la amenaza de castigos, terrenales o del más allá. Como lo podemos ver en la sociedad actualmente, ningún credo dogmático ni ninguna fe basada en el temor nos conduce a la luz y la paz.

Si trabajamos intensamente y podemos gozar de nuestras actividades, si seguimos nuestros ideales sin temor; si nos apegamos a la verdad en cada palabra que utilicemos; si respetamos nuestra dignidad antes de intentar adular al político en turno. Si hacemos un esfuerzo diario para pensar en los demás, en ser corteses, eficientes y útiles fuera de argumentos sociales, políticos o religiosos; si no pensamos sólo en beneficiarnos a nosotros mismos, nos estaremos acercando a vivir más en armonía y paz.

Desde Aristóteles y Platón se ha escrito mucho sobre la felicidad y el éxito. Cientos de miles de libros nos hablan de esto. Sin embargo, de todas las reglas para alcanzar estas metas todo se puede resumir en unas cuantas palabras: el hombre es dueño de su destino, y debemos ver la verdad con claridad, no como el sol que no nos atrevemos a ver prolongadamente por miedo a quedarnos ciegos. La verdad no cambia, lo único que lo hace es nuestra percepción de la misma.

Dentro de todo lo malo que vemos, sentimos y escuchamos que pasa, aunque el gobierno nos diga que ya no pasa, debemos reconocer que todavía existe armonía, belleza y gloria, si sabemos reconocerlas y aplicarlas. El mundo puede ser el paraíso si realmente lo deseamos, pero también puede ser el infierno si así lo estimamos. El mundo, las cosas, las personas, tomarán siempre la forma o más bien el significado que queramos darles.

Tratemos de pensar que tenemos muchísimas cosas que el Cielo, y el universo nos brindan. Si a pesar de eso no lo reconocemos, entonces nos sentiremos en el infierno. Para los que están obstinados en negar la existencia del Cielo, pues para ellos es imposible que lo haya.

El hombre que piensa y que ama de verdad ha encontrado la armonía y la paz, y no debe cerrar su mente a ninguna idea, aunque de momento, tenga que romper mil paradigmas. No debe tener miedo de pensar ni de dudar en cualquier asunto. Pero tampoco debe jalar o arrastrar a los demás hacia la duda, si no puede mostrar al mismo tiempo dónde se encuentra la verdad.

“La humildad, el perdón, la franqueza y el amor son las dinámicas de la libertad. Son los cimientos del auténtico poder”. Gary Zukav


El hombre no es, como aseguran algunos materialistas, simplemente un animal superior. El alma del hombre y su mente nacen desde la misma concepción, no a partir de que adquiere conciencia de sí mismo o “uso de razón”.

La moral no se basa en la amenaza de castigo en esta o en la otra vida. Se basa en el reconocimiento y el placer de hacer el bien. Se trata solamente de intentar conducirnos bien, sin la promesa de premios ni la amenaza de castigos, terrenales o del más allá. Como lo podemos ver en la sociedad actualmente, ningún credo dogmático ni ninguna fe basada en el temor nos conduce a la luz y la paz.

Si trabajamos intensamente y podemos gozar de nuestras actividades, si seguimos nuestros ideales sin temor; si nos apegamos a la verdad en cada palabra que utilicemos; si respetamos nuestra dignidad antes de intentar adular al político en turno. Si hacemos un esfuerzo diario para pensar en los demás, en ser corteses, eficientes y útiles fuera de argumentos sociales, políticos o religiosos; si no pensamos sólo en beneficiarnos a nosotros mismos, nos estaremos acercando a vivir más en armonía y paz.

Desde Aristóteles y Platón se ha escrito mucho sobre la felicidad y el éxito. Cientos de miles de libros nos hablan de esto. Sin embargo, de todas las reglas para alcanzar estas metas todo se puede resumir en unas cuantas palabras: el hombre es dueño de su destino, y debemos ver la verdad con claridad, no como el sol que no nos atrevemos a ver prolongadamente por miedo a quedarnos ciegos. La verdad no cambia, lo único que lo hace es nuestra percepción de la misma.

Dentro de todo lo malo que vemos, sentimos y escuchamos que pasa, aunque el gobierno nos diga que ya no pasa, debemos reconocer que todavía existe armonía, belleza y gloria, si sabemos reconocerlas y aplicarlas. El mundo puede ser el paraíso si realmente lo deseamos, pero también puede ser el infierno si así lo estimamos. El mundo, las cosas, las personas, tomarán siempre la forma o más bien el significado que queramos darles.

Tratemos de pensar que tenemos muchísimas cosas que el Cielo, y el universo nos brindan. Si a pesar de eso no lo reconocemos, entonces nos sentiremos en el infierno. Para los que están obstinados en negar la existencia del Cielo, pues para ellos es imposible que lo haya.

El hombre que piensa y que ama de verdad ha encontrado la armonía y la paz, y no debe cerrar su mente a ninguna idea, aunque de momento, tenga que romper mil paradigmas. No debe tener miedo de pensar ni de dudar en cualquier asunto. Pero tampoco debe jalar o arrastrar a los demás hacia la duda, si no puede mostrar al mismo tiempo dónde se encuentra la verdad.

“La humildad, el perdón, la franqueza y el amor son las dinámicas de la libertad. Son los cimientos del auténtico poder”. Gary Zukav