/ viernes 5 de febrero de 2021

Autoridad

En el lenguaje filosófico, y en relación con el pensamiento romano clásico, la autoridad se considera como la fuerza que sirve para sostener y acrecentar, lo cual requiere tener la capacidad de acción ejercida sobre personas o cosas; así pues, quien la ejerce debe estar capacitado para imponer unos criterios, una doctrina, una sumisión u obediencia. Lógicamente todo ello debe estar en concordancia con la bondad y la justicia.

Esta realidad, en el mejor de los casos, tiene una contraparte que está enlazada con el uso de la libertad de la persona quien decide someterse al tiempo que exige un trato justo y respetuoso. Sin embargo en los diversos niveles de autoridad podemos encontrar que quienes ostentan el poder no actúen con el respeto debido a la dignidad del ser humano y se impongan de forma injusta y arbitraria.

Tradicionalmente la autoridad puede estar fundamentada en diversas bases, como por ejemplo: un cargo público, las riquezas y la posición social. Hay otro tipo de autoridad: la moral, que se tiene por parentesco, edad, conocimientos y, sobre todo por la coherencia de vida. Hoy, sin embargo, ésta suele apoyarse en la fama de quien no tiene un cargo de gobierno, ni dinero; pero recibe muchos “likes” en sus redes sociales dado que lo que dice le gusta a sus seguidores.

Es importante señalar que para ello no es necesario decir la verdad, basta con agradar, saber qué es lo que la gente quiere escuchar o leer y, de preferencia, tener una actitud de rebeldía; sin importar hacia qué. Hoy gustan las posturas de protesta. Oponerse a algo tiene atractivo, pues parecería que todo lo que se ha hecho hasta ahora no sirve, es anticuado y, por lo mismo, negativo o, por lo menos, inútil.

Desafortunadamente es común encontrar a personas que consideran que la autoridad y la libertad son realidades opuestas. Dicha oposición se funda en la idea equivocada de que la primera siempre es injusta y que la obediencia entendida como el simple sometimiento envilece a la persona, pues parten de un concepto equivocado de libertad entendida como indeterminación radical y absoluta.

Para muchos está bien visto faltar al respeto a quien tiene una posición de mando formal, quizás porque actuar así les parece una manifestación de valentía, o por que tienen un conflicto personal crónico con toda autoridad. Es comprensible dicha posición negativa cada vez que se hacen evidentes los abusos, las incongruencias, el afán de poder, y la búsqueda del beneficio personal.

Cuando se tienen los criterios claros, se entiende que el ejercicio de la autoridad es una forma de servicio y el acto de obedecer también es algo positivo, conjugándose en la búsqueda del bien común y el particular. Cada vez que conjugamos la justicia con la caridad sin importar los beneficios egoístas estamos contribuyendo al bien de la sociedad.

www.padrealejandro.org

En el lenguaje filosófico, y en relación con el pensamiento romano clásico, la autoridad se considera como la fuerza que sirve para sostener y acrecentar, lo cual requiere tener la capacidad de acción ejercida sobre personas o cosas; así pues, quien la ejerce debe estar capacitado para imponer unos criterios, una doctrina, una sumisión u obediencia. Lógicamente todo ello debe estar en concordancia con la bondad y la justicia.

Esta realidad, en el mejor de los casos, tiene una contraparte que está enlazada con el uso de la libertad de la persona quien decide someterse al tiempo que exige un trato justo y respetuoso. Sin embargo en los diversos niveles de autoridad podemos encontrar que quienes ostentan el poder no actúen con el respeto debido a la dignidad del ser humano y se impongan de forma injusta y arbitraria.

Tradicionalmente la autoridad puede estar fundamentada en diversas bases, como por ejemplo: un cargo público, las riquezas y la posición social. Hay otro tipo de autoridad: la moral, que se tiene por parentesco, edad, conocimientos y, sobre todo por la coherencia de vida. Hoy, sin embargo, ésta suele apoyarse en la fama de quien no tiene un cargo de gobierno, ni dinero; pero recibe muchos “likes” en sus redes sociales dado que lo que dice le gusta a sus seguidores.

Es importante señalar que para ello no es necesario decir la verdad, basta con agradar, saber qué es lo que la gente quiere escuchar o leer y, de preferencia, tener una actitud de rebeldía; sin importar hacia qué. Hoy gustan las posturas de protesta. Oponerse a algo tiene atractivo, pues parecería que todo lo que se ha hecho hasta ahora no sirve, es anticuado y, por lo mismo, negativo o, por lo menos, inútil.

Desafortunadamente es común encontrar a personas que consideran que la autoridad y la libertad son realidades opuestas. Dicha oposición se funda en la idea equivocada de que la primera siempre es injusta y que la obediencia entendida como el simple sometimiento envilece a la persona, pues parten de un concepto equivocado de libertad entendida como indeterminación radical y absoluta.

Para muchos está bien visto faltar al respeto a quien tiene una posición de mando formal, quizás porque actuar así les parece una manifestación de valentía, o por que tienen un conflicto personal crónico con toda autoridad. Es comprensible dicha posición negativa cada vez que se hacen evidentes los abusos, las incongruencias, el afán de poder, y la búsqueda del beneficio personal.

Cuando se tienen los criterios claros, se entiende que el ejercicio de la autoridad es una forma de servicio y el acto de obedecer también es algo positivo, conjugándose en la búsqueda del bien común y el particular. Cada vez que conjugamos la justicia con la caridad sin importar los beneficios egoístas estamos contribuyendo al bien de la sociedad.

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