/ domingo 5 de septiembre de 2021

Balance a medio camino

Por: Juan Carlos Loera

El gobierno del presidente López Obrador se acerca a la mitad de su trayecto y esta semana nos dio cuenta de su tercer informe, por ello hoy es importante reflexionar sobre los alcances de los logros y el cumplimiento de sus promesas.

En principio debe reconocerse que ningún gobierno de los que se tenga memoria desde la época de la Segunda Guerra se había propuesto una transformación tan profunda, tanto en el plano político como en el económico y social.

La promesa de transformar el país para mejorar radicalmente la situación de los más pobres parecía inalcanzable, muy pocos lo consideraban posible.

Otros además de cuestionar este gran propósito muy pronto iniciaron una gran cruzada mediática para minimizar y desfigurar ante la opinión pública la gestión del gobierno; desde sus primeras horas orquestaron una gran campaña para ensombrecer los logros y cuestionar sistemáticamente, todas y cada una de sus intervenciones.

En estos meses un segmento de la prensa y los medios electrónicos han hecho de la descalificación y la agresión hacia el presidente un nuevo oficio, al cual dedican todo su tiempo y espacio, sin reparar en los verdaderos alcances de la obra del gobierno de la cuarta transformación.

Sin embargo, a pesar de la ceguera de quienes se niegan a reconocer sus méritos, los resultados están a la vista, son trascendentales e irreversibles en todos los planos y ya están transformando desde su raíz el orden económico, político y social de nuestro México.

En el plano económico la decisión de elevar significativamente los salarios acabó con una tendencia de compresión salarial, que comenzó hace casi cuatro décadas con la más grave crisis que ha sufrido el pueblo mexicano; al punto de que en ese periodo los salarios se derrumbaron a la quinta parte de su valor original y no hubo gobierno, ni del PRI ni del PAN, que lo evitara y menos que lo lamentara; porque para estos regímenes, este sacrificio salarial era indispensable para que el país siguiera creciendo.

Pero lo realmente importante es que la hazaña de gobernar para los pobres, para los trabajadores, mejorando no sólo los salarios, sino además muchas de las condiciones laborales, ya ningún gobierno la podrá revertir.

Otra acción fundamental ha sido la decisión de universalizar la entrega de una pensión en beneficio de los adultos mayores.

Nunca en la historia de México se habían invertido tantos recursos para mejorar la situación de tantos mexicanos tan olvidados, quienes pertenecen a un grupo de nuestra sociedad al que los gobiernos anteriores fueron incapaces de protegerles sus derechos jubilatorios.

Con este programa AMLO está honrando el trabajo y sacrificio de todas las generaciones de mexicanos, nacidos antes de 1957, que son nuestras madres, nuestros padres, nuestras abuelas, nuestros abuelos, nuestras viudas, nuestros viudos, que no estarán, nunca más, en el rincón de la casa, sino en los altares de nuestros hogares.

Pero de nuevo, lo más importante es que tenemos en esta acción un proyecto de beneficios que ningún gobierno podrá tocar jamás, si no es para mejorar su condición.

Hay otras acciones que tiene el mismo carácter, de constituir transformaciones fundamentales y necesarias para acabar con la pobreza en México, que deben realizarse, no en un siglo, sino en un plazo perentorio que debe culminar, cuando muy lejos, en el 2035; pero ya habrá tiempo de comentarlas con ustedes, nuestros queridos y respetados lectores; por ahora debo hacer una última referencia que nos muestra la calidad moral y el valor de nuestro presidente y de su equipo de gobierno en pleno.

Me refiero a la estrategia general para alcanzar el gran objetivo de hacer de México una nación más justa e igualitaria. Todo mundo ve y oye lo que el presidente hace explícito con sus palabras, cuando nos habla una y otra vez que los logros de su gestión se han materializado gracias a la cruzada que mantiene, sin tregua contra la corrupción, en todas sus manifestaciones.

Al respecto aquí tenemos otro giro profundo en el comportamiento de un gobierno que, con la honrosa excepción de Juárez en el siglo XIX y Cárdenas en el XX, los mexicanos nunca conocimos.

De hecho, algunos distinguidos, pero muy errados pensadores, nunca se cansaron de alegar que la naturaleza del mexicano estaba muy vinculada a la corrupción, a la mordida, al robo y que en parte por esta razón los gobiernos corruptos eran muy afines a nuestra idiosincrasia.

Sin embargo, dos años y meses han bastado para demostrar que nuestro pueblo sí puede convivir con un gobierno honesto y honrado, y que AMLO es el mejor ejemplo de un gobernante comprometido con este propósito, al punto de que esta cruzada contra la corrupción no tiene regreso, pues nuestro presidente ya ha cimentado, con su ejemplo, las primicias de una nueva cultura, centrada en el respeto a los derechos de todos las mexicanas y mexicanos.

Pero hay más: AMLO también tiene otra estrategia para contener la voracidad de los mercados, conoce bien aquel principio que estableció Eduardo Galeano, cuando comentaba que “los mercados libres son como los barcos piratas: cuanto más libres, son peores”.

En este ámbito, sólo basta recordar lo que ya comentamos: Nuestro presidente encabeza una batalla, sin descanso, para recuperar los salarios y para reformar un régimen de contrataciones, centrado en el “outsourcing”, que pisotea los derechos laborales más sagrados de millones de mexicanos.

A todo esto se suman las múltiples acciones para limitar los atropellos de un mercado sin control, en el que los monopolios y los cárteles asfixiaban y saqueaban el bolsillo de todos los consumidores. Entre estas acciones, una que no tiene reversa es la estrategia de acabar con los abusos del pulpo farmacéutico, que lucraba, sin piedad, con la salud los mexicanos.

No tengo duda: Todas estas reformas, cambios y transformaciones son profundas y ningún gobierno en el futuro tendrá la opción de liquidarlas. En verdad ya estamos viviendo en una sociedad que marcha, para bien de todos los mexicanos y mexicanas, sin excepción, hacia una transformación profunda.


Por: Juan Carlos Loera

El gobierno del presidente López Obrador se acerca a la mitad de su trayecto y esta semana nos dio cuenta de su tercer informe, por ello hoy es importante reflexionar sobre los alcances de los logros y el cumplimiento de sus promesas.

En principio debe reconocerse que ningún gobierno de los que se tenga memoria desde la época de la Segunda Guerra se había propuesto una transformación tan profunda, tanto en el plano político como en el económico y social.

La promesa de transformar el país para mejorar radicalmente la situación de los más pobres parecía inalcanzable, muy pocos lo consideraban posible.

Otros además de cuestionar este gran propósito muy pronto iniciaron una gran cruzada mediática para minimizar y desfigurar ante la opinión pública la gestión del gobierno; desde sus primeras horas orquestaron una gran campaña para ensombrecer los logros y cuestionar sistemáticamente, todas y cada una de sus intervenciones.

En estos meses un segmento de la prensa y los medios electrónicos han hecho de la descalificación y la agresión hacia el presidente un nuevo oficio, al cual dedican todo su tiempo y espacio, sin reparar en los verdaderos alcances de la obra del gobierno de la cuarta transformación.

Sin embargo, a pesar de la ceguera de quienes se niegan a reconocer sus méritos, los resultados están a la vista, son trascendentales e irreversibles en todos los planos y ya están transformando desde su raíz el orden económico, político y social de nuestro México.

En el plano económico la decisión de elevar significativamente los salarios acabó con una tendencia de compresión salarial, que comenzó hace casi cuatro décadas con la más grave crisis que ha sufrido el pueblo mexicano; al punto de que en ese periodo los salarios se derrumbaron a la quinta parte de su valor original y no hubo gobierno, ni del PRI ni del PAN, que lo evitara y menos que lo lamentara; porque para estos regímenes, este sacrificio salarial era indispensable para que el país siguiera creciendo.

Pero lo realmente importante es que la hazaña de gobernar para los pobres, para los trabajadores, mejorando no sólo los salarios, sino además muchas de las condiciones laborales, ya ningún gobierno la podrá revertir.

Otra acción fundamental ha sido la decisión de universalizar la entrega de una pensión en beneficio de los adultos mayores.

Nunca en la historia de México se habían invertido tantos recursos para mejorar la situación de tantos mexicanos tan olvidados, quienes pertenecen a un grupo de nuestra sociedad al que los gobiernos anteriores fueron incapaces de protegerles sus derechos jubilatorios.

Con este programa AMLO está honrando el trabajo y sacrificio de todas las generaciones de mexicanos, nacidos antes de 1957, que son nuestras madres, nuestros padres, nuestras abuelas, nuestros abuelos, nuestras viudas, nuestros viudos, que no estarán, nunca más, en el rincón de la casa, sino en los altares de nuestros hogares.

Pero de nuevo, lo más importante es que tenemos en esta acción un proyecto de beneficios que ningún gobierno podrá tocar jamás, si no es para mejorar su condición.

Hay otras acciones que tiene el mismo carácter, de constituir transformaciones fundamentales y necesarias para acabar con la pobreza en México, que deben realizarse, no en un siglo, sino en un plazo perentorio que debe culminar, cuando muy lejos, en el 2035; pero ya habrá tiempo de comentarlas con ustedes, nuestros queridos y respetados lectores; por ahora debo hacer una última referencia que nos muestra la calidad moral y el valor de nuestro presidente y de su equipo de gobierno en pleno.

Me refiero a la estrategia general para alcanzar el gran objetivo de hacer de México una nación más justa e igualitaria. Todo mundo ve y oye lo que el presidente hace explícito con sus palabras, cuando nos habla una y otra vez que los logros de su gestión se han materializado gracias a la cruzada que mantiene, sin tregua contra la corrupción, en todas sus manifestaciones.

Al respecto aquí tenemos otro giro profundo en el comportamiento de un gobierno que, con la honrosa excepción de Juárez en el siglo XIX y Cárdenas en el XX, los mexicanos nunca conocimos.

De hecho, algunos distinguidos, pero muy errados pensadores, nunca se cansaron de alegar que la naturaleza del mexicano estaba muy vinculada a la corrupción, a la mordida, al robo y que en parte por esta razón los gobiernos corruptos eran muy afines a nuestra idiosincrasia.

Sin embargo, dos años y meses han bastado para demostrar que nuestro pueblo sí puede convivir con un gobierno honesto y honrado, y que AMLO es el mejor ejemplo de un gobernante comprometido con este propósito, al punto de que esta cruzada contra la corrupción no tiene regreso, pues nuestro presidente ya ha cimentado, con su ejemplo, las primicias de una nueva cultura, centrada en el respeto a los derechos de todos las mexicanas y mexicanos.

Pero hay más: AMLO también tiene otra estrategia para contener la voracidad de los mercados, conoce bien aquel principio que estableció Eduardo Galeano, cuando comentaba que “los mercados libres son como los barcos piratas: cuanto más libres, son peores”.

En este ámbito, sólo basta recordar lo que ya comentamos: Nuestro presidente encabeza una batalla, sin descanso, para recuperar los salarios y para reformar un régimen de contrataciones, centrado en el “outsourcing”, que pisotea los derechos laborales más sagrados de millones de mexicanos.

A todo esto se suman las múltiples acciones para limitar los atropellos de un mercado sin control, en el que los monopolios y los cárteles asfixiaban y saqueaban el bolsillo de todos los consumidores. Entre estas acciones, una que no tiene reversa es la estrategia de acabar con los abusos del pulpo farmacéutico, que lucraba, sin piedad, con la salud los mexicanos.

No tengo duda: Todas estas reformas, cambios y transformaciones son profundas y ningún gobierno en el futuro tendrá la opción de liquidarlas. En verdad ya estamos viviendo en una sociedad que marcha, para bien de todos los mexicanos y mexicanas, sin excepción, hacia una transformación profunda.