/ sábado 12 de enero de 2019

Beligerancia legislativa

Alfredo Piñera

Muy flaco favor le hace a la democracia, al parlamentarismo y al mismo prestigio de las instituciones de gobierno, la beligerancia política en la defensa de las ideas y las posiciones partidistas desde la tribuna legislativa, pues así se sofoca irreductiblemente la posibilidad del debate constructivo, el diálogo armónico y la construcción de acuerdos positivos para la sociedad.

El derecho de disentir, de oponerse y combatir las ideas que son antagónicas a los principios y doctrinas que rigen el pensamiento ideológico de una fracción parlamentaria no es, de cualquier forma, justificación para la recurrencia a la diatriba, el insulto, la descalificación y la intriga.

Por ello me parece de sumo sorprendente y absurda la actitud de algunos legisladores de Morena en el Congreso de Chihuahua, quienes han instaurado frentes de confrontación con otros legisladores en los que, como base de argumentación, se recurre a la especulación, la suposición, las acusaciones temerarias y la siembra de insidia.

Esa beligerancia política desenfrenada no conducirá, de manera alguna, al desarrollo eficiente del proceso legislativo, no sólo porque descalifica y descalifica a los propios legisladores, sino que denigra a la institución a la que pertenecen. Al Poder Legislativo mismo.

La tarea sería, desde un paradigma positivo, entender la democracia como un sistema político que aspira a la participación ciudadana y por eso debe incentivar a las personas para que intervengan en las decisiones públicas, y eso sólo se logra sin beligerancia.

Países como Costa Rica, incluso, tipifican la beligerancia política de los funcionarios públicos como una conducta ilícita. Se prohíbe la beligerancia política y se define como causal de destitución e inhabilitación para ejercer puestos públicos.

Pero más allá del control jurídico que se le pueda imponer a las conductas beligerantes de los legisladores, el ejercicio legislativo es más productivo cuando nace del consenso, el diálogo y el acuerdo parlamentario. Cuando en el análisis temático se privilegian las coincidencias y se sujetan al debate cordial las diferencias.

A lo menos que podemos aspirar los chihuahuenses es a erradicar, definitivamente, la beligerancia política como un método para hacer política.

alfredopineraguevara@gmail.com

Alfredo Piñera

Muy flaco favor le hace a la democracia, al parlamentarismo y al mismo prestigio de las instituciones de gobierno, la beligerancia política en la defensa de las ideas y las posiciones partidistas desde la tribuna legislativa, pues así se sofoca irreductiblemente la posibilidad del debate constructivo, el diálogo armónico y la construcción de acuerdos positivos para la sociedad.

El derecho de disentir, de oponerse y combatir las ideas que son antagónicas a los principios y doctrinas que rigen el pensamiento ideológico de una fracción parlamentaria no es, de cualquier forma, justificación para la recurrencia a la diatriba, el insulto, la descalificación y la intriga.

Por ello me parece de sumo sorprendente y absurda la actitud de algunos legisladores de Morena en el Congreso de Chihuahua, quienes han instaurado frentes de confrontación con otros legisladores en los que, como base de argumentación, se recurre a la especulación, la suposición, las acusaciones temerarias y la siembra de insidia.

Esa beligerancia política desenfrenada no conducirá, de manera alguna, al desarrollo eficiente del proceso legislativo, no sólo porque descalifica y descalifica a los propios legisladores, sino que denigra a la institución a la que pertenecen. Al Poder Legislativo mismo.

La tarea sería, desde un paradigma positivo, entender la democracia como un sistema político que aspira a la participación ciudadana y por eso debe incentivar a las personas para que intervengan en las decisiones públicas, y eso sólo se logra sin beligerancia.

Países como Costa Rica, incluso, tipifican la beligerancia política de los funcionarios públicos como una conducta ilícita. Se prohíbe la beligerancia política y se define como causal de destitución e inhabilitación para ejercer puestos públicos.

Pero más allá del control jurídico que se le pueda imponer a las conductas beligerantes de los legisladores, el ejercicio legislativo es más productivo cuando nace del consenso, el diálogo y el acuerdo parlamentario. Cuando en el análisis temático se privilegian las coincidencias y se sujetan al debate cordial las diferencias.

A lo menos que podemos aspirar los chihuahuenses es a erradicar, definitivamente, la beligerancia política como un método para hacer política.

alfredopineraguevara@gmail.com