/ martes 4 de enero de 2022

Bellas artes

In memoriam: Bernard Haitink y el Concertgebouw de Ámsterdam

En el top de las más sobresalientes batutas por más de cinco décadas, el notable director holandés Bernard Haitink (Ámsterdam, 1929-Londres, 2021) nació y creció en el seno de una familia apasionada por la buena música. Y si infancia es destino, como escribió Freud, él mismo contaba que su verdadera vocación se le revelaría siendo todavía niño, cuando sus padres lo llevaron a un concierto navideño que dirigía el ya legendario Willem Mengelberg en el Concertgebouw, la que sería su casa por casi seis lustros.

Ligado a la orquesta del Concertgebouw por casi tres décadas, en sus manos se consolidaron el prestigio y el acervo discográfico ––ya en la era de la tecnología digital–– de esta noble institución. Estaría al frente de ella entre 1959 y 1988, luego de un breve periodo de transición en que compartió el podio con el egregio Eugen Jochum, arrancando con una muy exitosa gira por Inglaterra que igual allanó el camino para su no menos provechoso vínculo por más de una década con la Orquesta Filarmónica de Londres (entre 1967 y 1979), que recibió de John Pritchard y legó a Georg Solti.

La institución de sus amores, Haitink lograría finalmente prolongar su estancia al frente de la Orquesta del Concertgebouw hasta la gala para celebrar su centenario el 11 de abril de 1988, con una imponente versión de la Octava sinfonía De los mil, de Gustav Mahler, uno de sus músicos predilectos. Tras un escándalo mediático ocasionado por las erráticas formas como se había manejado su retiro, Haitink se despidió con una larga y emotiva ovación tanto al inicio como al cierre del concierto.

Director todavía en activo hasta ya nonagenario, y si bien sus compromisos eran para entonces mucho más espaciados, luego de una sensible caída de regreso en el 2018 al Concertgebouw como director huésped, con una Novena sinfonía de Mahler, decidió retirarse por fin con un no menos conmovedor concierto de la Séptima sinfonía de Anton Bruckner, otro de sus compositores predilectos, al frente de la Filarmónica de Viena en el Festival de Lucerna. Los periodistas especializados Peter Hagmann y Erich Singer publicaron por esa época el sabio y más que ilustrativo libro Dirigir es un misterio, con entrevistas y ensayos que logran describir muy bien la personalidad y la trascendencia de esta gran figura de la esfera musical de concierto en las más recientes seis décadas.

Una gran pérdida, grabaciones suyas ya de antología las hay desde su larga y exitosa época al frente de la Orquesta del Concertgebouw, como los conciertos para violín de Beethoven y Brahms con nuestro entrañable Henryk Szeryng, que fueron las versiones con las cuales crecí, y los dos conciertos para piano del mismo Brahms con Claudio Arrau, que igual escuché desde mi infancia, y buena parte de la demás obra orquestal del gran genio de Hamburgo, y por supuesto todas la sinfonías de Bruckner y en gran medida las de Mahler que grabó varias veces y están entre las de referencia de ambos músicos tan identificados entre sí por su culto a Wagner. Otro dato no menos interesante es que fue el primer director europeo en grabar el catálogo completo de las sinfonías de Shostakovich, sobresaliendo la Quinta, que igual mucho oí en mi adolescencia, como su grabación del Tercer concierto para piano, de Rajmáninov, con Vladimir Ashkenazi.


In memoriam: Bernard Haitink y el Concertgebouw de Ámsterdam

En el top de las más sobresalientes batutas por más de cinco décadas, el notable director holandés Bernard Haitink (Ámsterdam, 1929-Londres, 2021) nació y creció en el seno de una familia apasionada por la buena música. Y si infancia es destino, como escribió Freud, él mismo contaba que su verdadera vocación se le revelaría siendo todavía niño, cuando sus padres lo llevaron a un concierto navideño que dirigía el ya legendario Willem Mengelberg en el Concertgebouw, la que sería su casa por casi seis lustros.

Ligado a la orquesta del Concertgebouw por casi tres décadas, en sus manos se consolidaron el prestigio y el acervo discográfico ––ya en la era de la tecnología digital–– de esta noble institución. Estaría al frente de ella entre 1959 y 1988, luego de un breve periodo de transición en que compartió el podio con el egregio Eugen Jochum, arrancando con una muy exitosa gira por Inglaterra que igual allanó el camino para su no menos provechoso vínculo por más de una década con la Orquesta Filarmónica de Londres (entre 1967 y 1979), que recibió de John Pritchard y legó a Georg Solti.

La institución de sus amores, Haitink lograría finalmente prolongar su estancia al frente de la Orquesta del Concertgebouw hasta la gala para celebrar su centenario el 11 de abril de 1988, con una imponente versión de la Octava sinfonía De los mil, de Gustav Mahler, uno de sus músicos predilectos. Tras un escándalo mediático ocasionado por las erráticas formas como se había manejado su retiro, Haitink se despidió con una larga y emotiva ovación tanto al inicio como al cierre del concierto.

Director todavía en activo hasta ya nonagenario, y si bien sus compromisos eran para entonces mucho más espaciados, luego de una sensible caída de regreso en el 2018 al Concertgebouw como director huésped, con una Novena sinfonía de Mahler, decidió retirarse por fin con un no menos conmovedor concierto de la Séptima sinfonía de Anton Bruckner, otro de sus compositores predilectos, al frente de la Filarmónica de Viena en el Festival de Lucerna. Los periodistas especializados Peter Hagmann y Erich Singer publicaron por esa época el sabio y más que ilustrativo libro Dirigir es un misterio, con entrevistas y ensayos que logran describir muy bien la personalidad y la trascendencia de esta gran figura de la esfera musical de concierto en las más recientes seis décadas.

Una gran pérdida, grabaciones suyas ya de antología las hay desde su larga y exitosa época al frente de la Orquesta del Concertgebouw, como los conciertos para violín de Beethoven y Brahms con nuestro entrañable Henryk Szeryng, que fueron las versiones con las cuales crecí, y los dos conciertos para piano del mismo Brahms con Claudio Arrau, que igual escuché desde mi infancia, y buena parte de la demás obra orquestal del gran genio de Hamburgo, y por supuesto todas la sinfonías de Bruckner y en gran medida las de Mahler que grabó varias veces y están entre las de referencia de ambos músicos tan identificados entre sí por su culto a Wagner. Otro dato no menos interesante es que fue el primer director europeo en grabar el catálogo completo de las sinfonías de Shostakovich, sobresaliendo la Quinta, que igual mucho oí en mi adolescencia, como su grabación del Tercer concierto para piano, de Rajmáninov, con Vladimir Ashkenazi.