/ sábado 20 de noviembre de 2021

Bellas artes, In memoriam: Mario Lavista, creatividad e inteligencia en la música 

Por: Mario Saavedra

Mi otra gran pasión es ayudar al desarrollo de las nuevas técnicas instrumentales,

explorar esas voces nuevas que estoy seguro están dentro de los instrumentos.

M. L.

Mucho sentí la muerte de Mario Lavista, el compositor más notable de su generación. Discípulo destacado de Carlos Chávez, Rodolfo Halffter y Héctor Quintanar, su valioso catálogo incluye música para un solo instrumento, vocal, de cámara para diferentes dotaciones, orquestal e incluso para el género lírico que abordó con éxito a través de su única pero trascendental ópera Aura a partir de la novela homónima de Carlos Fuentes. Notables son también sus seis cuartetos de cuerdas, en especial el No. 2 Reflejos de la noche (escrito para el Cuarteto Latinoamericano), y su obra sinfónica más importante Clepsidra, y entre sus muchas piezas para alientos, su Lamento para flauta baja a la muerte de su tío Raúl Lavista, y su Responsorio in memorian Rodolfo Halffter para fagot y dos percusionistas, y sus Cinco Danzas breves para el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México, y su Octeto Clásico para la Sinfonieta Ventus.

Interesado en otros lenguajes y procesos de creación, en las demás artes, en la sinestesia como uno de los estados supremos de la creación, trabajó a partir de varias obras plásticas (de Arnaldo Coen o Sandra Pani, o incluso de Degas, por ejemplo) y escribió partituras para películas de esencia mística como Cabeza de Vaca o María Sabina. La danza también formó parte de sus intereses creativos y compuso música para diversos proyectos en colaboración con su hija, la bailarina y coreógrafa Claudia Lavista, como Divertimento para una bruja que sirvió como homenaje nacional a la inolvidable Guillermina Bravo. Otras interesantes obras de más reciente periodo son, por ejemplo, su singular lectura de Gargantúa y Pantagruel que concibió como un trabajo conjunto entre Francia y México, o su sentida Elegía a la muerte de Nacho para flauta y piano, o su no menos visual Les Couleurs du Monde del mismo año, o su Adagio religioso escrito a la muerte de su entrañable amigo y colega Eugenio Toussaint, o su Requiem de Tlatelolco para el 50 aniversario del movimiento estudiantil de 1968.

Como maestro no menos destacado del Conservatorio Nacional, impartió las muy concurridas cátedras de análisis, composición y lenguaje musical del siglo XX, formando a muchas otras generaciones de talentosos músicos a quienes inspiró a partir de su pasión por la libertad creativa y la experimentación de nuevas técnicas instrumentales. Invitado a otras importantes instituciones extranjeras, fundó las publicaciones especializadas Pauta y Cuadernos de Teoría y Crítica Musicales, y ya como miembro destacado del Colegio Nacional escribió otros libros y ensayos que constituyen auténticas master class por su valioso contenido.

Premio SGAE de Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria ––distinción concedida por primera vez a un compositor mexicano––, Mario Lavista deja un sitio de honor en el contexto de la música mexicana contemporánea de concierto y su vacío se sentirá mucho en el ámbito de la creación, pero de igual modo en los de la docencia, la investigación y la divulgación musicales, donde su impronta permanecerá con no menor brillo.


Por: Mario Saavedra

Mi otra gran pasión es ayudar al desarrollo de las nuevas técnicas instrumentales,

explorar esas voces nuevas que estoy seguro están dentro de los instrumentos.

M. L.

Mucho sentí la muerte de Mario Lavista, el compositor más notable de su generación. Discípulo destacado de Carlos Chávez, Rodolfo Halffter y Héctor Quintanar, su valioso catálogo incluye música para un solo instrumento, vocal, de cámara para diferentes dotaciones, orquestal e incluso para el género lírico que abordó con éxito a través de su única pero trascendental ópera Aura a partir de la novela homónima de Carlos Fuentes. Notables son también sus seis cuartetos de cuerdas, en especial el No. 2 Reflejos de la noche (escrito para el Cuarteto Latinoamericano), y su obra sinfónica más importante Clepsidra, y entre sus muchas piezas para alientos, su Lamento para flauta baja a la muerte de su tío Raúl Lavista, y su Responsorio in memorian Rodolfo Halffter para fagot y dos percusionistas, y sus Cinco Danzas breves para el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México, y su Octeto Clásico para la Sinfonieta Ventus.

Interesado en otros lenguajes y procesos de creación, en las demás artes, en la sinestesia como uno de los estados supremos de la creación, trabajó a partir de varias obras plásticas (de Arnaldo Coen o Sandra Pani, o incluso de Degas, por ejemplo) y escribió partituras para películas de esencia mística como Cabeza de Vaca o María Sabina. La danza también formó parte de sus intereses creativos y compuso música para diversos proyectos en colaboración con su hija, la bailarina y coreógrafa Claudia Lavista, como Divertimento para una bruja que sirvió como homenaje nacional a la inolvidable Guillermina Bravo. Otras interesantes obras de más reciente periodo son, por ejemplo, su singular lectura de Gargantúa y Pantagruel que concibió como un trabajo conjunto entre Francia y México, o su sentida Elegía a la muerte de Nacho para flauta y piano, o su no menos visual Les Couleurs du Monde del mismo año, o su Adagio religioso escrito a la muerte de su entrañable amigo y colega Eugenio Toussaint, o su Requiem de Tlatelolco para el 50 aniversario del movimiento estudiantil de 1968.

Como maestro no menos destacado del Conservatorio Nacional, impartió las muy concurridas cátedras de análisis, composición y lenguaje musical del siglo XX, formando a muchas otras generaciones de talentosos músicos a quienes inspiró a partir de su pasión por la libertad creativa y la experimentación de nuevas técnicas instrumentales. Invitado a otras importantes instituciones extranjeras, fundó las publicaciones especializadas Pauta y Cuadernos de Teoría y Crítica Musicales, y ya como miembro destacado del Colegio Nacional escribió otros libros y ensayos que constituyen auténticas master class por su valioso contenido.

Premio SGAE de Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria ––distinción concedida por primera vez a un compositor mexicano––, Mario Lavista deja un sitio de honor en el contexto de la música mexicana contemporánea de concierto y su vacío se sentirá mucho en el ámbito de la creación, pero de igual modo en los de la docencia, la investigación y la divulgación musicales, donde su impronta permanecerá con no menor brillo.