/ martes 5 de noviembre de 2019

Blanco y negro

El clasificar o etiquetar a los seres humanos en distintos grupos según sea su modo de pensar, de actuar, de hablar, escribir o manifestarse de una u otra forma, es una tentación que se ha dado a lo largo del tiempo, mas lo que ha sucedido no pocas veces es que se suscitan enfrentamientos que poco abonan a la paz y convivencia sociales.

Algunos expresan que tales o cuales cosas son blancas, lo que para otros son negras, y se aferran a esa postura. Sin embargo no todo es blanco o negro. Ya se ha expuesto que existe una escala de grises.

Se habla, aplicando las expresiones a los individuos, de liberales y conservadores, de fifís y de chairos, de derechas e izquierdas, de pobres y ricos, de explotadores y explotados, de heterosexuales y homosexuales, de verdes y azules, de provida y prochoise, de opresores y oprimidos, de creyentes y no creyentes, de intelectuales e ignorantes, de vencedores y vencidos, y así podemos seguir con tales clasificaciones. El hecho es que ni son todos los que están ni están todos los que son.

Cada individuo, cada persona puede pensar o comportarse según su propio ser o sentir, y unirse con quienes son o pueden ser afines a sus pensamientos o propósitos; pero pueden también modificar su conducta o sus ideas y buscar otros objetivos.

Son muchos quienes escapan a una determinada etiqueta, aunque otros los quieran marcar en tal o cual grupo o colocarlos dentro de una clasificación previamente pensada.

Tú eres así o asá, dicen algunos, y si te juntas con aquellos serás como ellos. Porque piensas o expresas determinadas ideas o conceptos eres de esa u otra tendencia social o política. Si expones alguna tesis sobre cierto asunto te colocan en ese o aquel casillero.

La realidad es que el tildar de ser esto o aquello a una persona lleva muchas veces a errores, y el oponer unas personas a otras puede resultar destructivo.

Mons. Hélder Cámara, obispo brasileño, expresaba: “Si doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy comunista”.

El querer meter a muchos individuos en un mismo costal y el querer o buscar oponer a parte de la población contra otra parte de la misma, al clasificar a esa o la otra parte con cierto epíteto, no lleva a nada bueno.

Cada persona es libre y tiene posturas propias con las que puede abrirse al diálogo con otras que piensan, sienten o actúan distinto. ¿Lo ven?



El clasificar o etiquetar a los seres humanos en distintos grupos según sea su modo de pensar, de actuar, de hablar, escribir o manifestarse de una u otra forma, es una tentación que se ha dado a lo largo del tiempo, mas lo que ha sucedido no pocas veces es que se suscitan enfrentamientos que poco abonan a la paz y convivencia sociales.

Algunos expresan que tales o cuales cosas son blancas, lo que para otros son negras, y se aferran a esa postura. Sin embargo no todo es blanco o negro. Ya se ha expuesto que existe una escala de grises.

Se habla, aplicando las expresiones a los individuos, de liberales y conservadores, de fifís y de chairos, de derechas e izquierdas, de pobres y ricos, de explotadores y explotados, de heterosexuales y homosexuales, de verdes y azules, de provida y prochoise, de opresores y oprimidos, de creyentes y no creyentes, de intelectuales e ignorantes, de vencedores y vencidos, y así podemos seguir con tales clasificaciones. El hecho es que ni son todos los que están ni están todos los que son.

Cada individuo, cada persona puede pensar o comportarse según su propio ser o sentir, y unirse con quienes son o pueden ser afines a sus pensamientos o propósitos; pero pueden también modificar su conducta o sus ideas y buscar otros objetivos.

Son muchos quienes escapan a una determinada etiqueta, aunque otros los quieran marcar en tal o cual grupo o colocarlos dentro de una clasificación previamente pensada.

Tú eres así o asá, dicen algunos, y si te juntas con aquellos serás como ellos. Porque piensas o expresas determinadas ideas o conceptos eres de esa u otra tendencia social o política. Si expones alguna tesis sobre cierto asunto te colocan en ese o aquel casillero.

La realidad es que el tildar de ser esto o aquello a una persona lleva muchas veces a errores, y el oponer unas personas a otras puede resultar destructivo.

Mons. Hélder Cámara, obispo brasileño, expresaba: “Si doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy comunista”.

El querer meter a muchos individuos en un mismo costal y el querer o buscar oponer a parte de la población contra otra parte de la misma, al clasificar a esa o la otra parte con cierto epíteto, no lleva a nada bueno.

Cada persona es libre y tiene posturas propias con las que puede abrirse al diálogo con otras que piensan, sienten o actúan distinto. ¿Lo ven?