/ sábado 16 de noviembre de 2019

Cafebrería en Chihuahua, y la angustia de la pequeñez

Con los libros de la escuela superé la ignorancia académica; con los de poesía aprendí a saborear las emociones finas; con los de historia desentrañé el comportamiento del hombre; con los de ciencia ficción comprendí que podemos tener atisbos del futuro, pero es impredecible; con las novelas románticas supe que el amor no existe, pero la ilusión es deliciosa y, además, me hacen dormir sonriendo; con los de política deduje el sinónimo de escatológico; con los de religión acaté que somos tan insignificantes que tenemos que inventar un dios para disculpar la angustia de ser tan pequeños; y con los que estoy leyendo ahorita (“El Libro Tibetano de los Muertos”, y “Las Intermitencias de la Muerte”, de José Saramago) como que quiero entenderle a la muerte.

Una cafebrería es la deliciosa fusión de una cafetería y una librería, y esta semana se inauguró una en el Museo de Sebastián, aquí en Chihuahua, en la esquina de la calle Juárez y Ocampo (que por cierto ya no están sus obras a escala ahí, ash).

En la Ciudad de México hay muchas cafebrerías, algunas hasta de tres pisos, como la de El Péndulo, en la colonia La Condesa, y que es un desafío para cualquiera que crea que ha leído mucho, puesto que son tantos y tantos libros que de inmediato se hermana uno con Sócrates: sé que no sé nada.

Cada libro nos abre el universo de otra mente, de la visión de otro ser humano sobre la existencia, cosa que enriquece nuestra experiencia de vivir. Leer, pues, es una experiencia mística.

Amable lector, vaya y encuentre ese libro que lo está buscando a usted para hacerle más feliz la existencia, y de paso apoye este proyecto de llevar la lectura a todos los bolsillos con unos ejemplares buenísimos de 11 pesos. Hay mil novedades, desde unos testimonios de un fraile en 1535, en plena invasión española, hasta las poesías de Bob Dylan, el extraño caso de un cantante gringo que recibió el Premio Nobel de los escritores. Cosas de la vida.

Así que le invito a darse una vuelta, a pasar una deliciosa mañana espulgando títulos y descubriendo novedades, oliendo, y tomando café, reestructurando su pensamiento en sujetos y predicados y disminuyendo el miedo de sabernos tan pequeños en este vasto infinito.

Namaste

www.silviagonzalez.com.mx




Con los libros de la escuela superé la ignorancia académica; con los de poesía aprendí a saborear las emociones finas; con los de historia desentrañé el comportamiento del hombre; con los de ciencia ficción comprendí que podemos tener atisbos del futuro, pero es impredecible; con las novelas románticas supe que el amor no existe, pero la ilusión es deliciosa y, además, me hacen dormir sonriendo; con los de política deduje el sinónimo de escatológico; con los de religión acaté que somos tan insignificantes que tenemos que inventar un dios para disculpar la angustia de ser tan pequeños; y con los que estoy leyendo ahorita (“El Libro Tibetano de los Muertos”, y “Las Intermitencias de la Muerte”, de José Saramago) como que quiero entenderle a la muerte.

Una cafebrería es la deliciosa fusión de una cafetería y una librería, y esta semana se inauguró una en el Museo de Sebastián, aquí en Chihuahua, en la esquina de la calle Juárez y Ocampo (que por cierto ya no están sus obras a escala ahí, ash).

En la Ciudad de México hay muchas cafebrerías, algunas hasta de tres pisos, como la de El Péndulo, en la colonia La Condesa, y que es un desafío para cualquiera que crea que ha leído mucho, puesto que son tantos y tantos libros que de inmediato se hermana uno con Sócrates: sé que no sé nada.

Cada libro nos abre el universo de otra mente, de la visión de otro ser humano sobre la existencia, cosa que enriquece nuestra experiencia de vivir. Leer, pues, es una experiencia mística.

Amable lector, vaya y encuentre ese libro que lo está buscando a usted para hacerle más feliz la existencia, y de paso apoye este proyecto de llevar la lectura a todos los bolsillos con unos ejemplares buenísimos de 11 pesos. Hay mil novedades, desde unos testimonios de un fraile en 1535, en plena invasión española, hasta las poesías de Bob Dylan, el extraño caso de un cantante gringo que recibió el Premio Nobel de los escritores. Cosas de la vida.

Así que le invito a darse una vuelta, a pasar una deliciosa mañana espulgando títulos y descubriendo novedades, oliendo, y tomando café, reestructurando su pensamiento en sujetos y predicados y disminuyendo el miedo de sabernos tan pequeños en este vasto infinito.

Namaste

www.silviagonzalez.com.mx