/ martes 3 de abril de 2018

Campañas políticas, ¡éntrenle!

“Cuando no puedas negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan, así como más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”. Goebbels



Ciertamente se engañan los que vociferan que su ídolo, que no candidato, está al frente de las preferencias de los ciudadanos electores. Años de campaña, gastos inexplicables en recorridos, visitas, acarreados para que lo vitoreen y le coloquen guirnaldas de flores, antes amarillas y presencia en los medios masivos de comunicación, le dan cierta ventaja. Empero su discurso pletórico de falacias y de posturas demagógicas demuestra su desprecio a las grandes masas de ciudadanos que leen o escuchan sus balandronadas. Los sangrientos golpes de Estado han surgido de las fuerzas anárquicas y retardatarias con la proclama de que “van a acabar con la corrupción”.

Grandes dictaduras de la izquierda o la derecha han surgido del aplanamiento de las conciencias ciudadanas. Escribió el doctor Javier H. Contreras Orozco: “Esa posverdad aplica criterios mutables y naturaliza relativismos éticos. Alimenta narraciones que apelan a prejuicios, manipulan sentimientos y reemplazan lo real y auténtico por versiones, rumores o trascendidos sin distinguir hechos de relatos ni realidad de ficción”. “Es más fácil ser engañado que desengañado”, frase de Napoleón Bonaparte. Da pena que las campañas de los mesiánicos partan de maniqueísmos muy sobados y decantados por la realidad histórica: Yo, siempre el “yo” soy puro limpio y blanco, rechazo la horrible corrupción, lucharé (yo) por erradicar esto y aquello, ja, ja, ja. Su fracaso anunciado es su ya caduca campaña de lustros sin ganar una elección.

Mienten los que hacen apologías de su pésimo desempeño al frente del departamento del Distrito Federal. Mi querida Ciudad de México conoció con semejante sujeto el cruel incremento de las pandillas depredadoras de la delincuencia organizada, los microbuses sin registro y prestando un servicio a los asaltantes y a los grupos anárquicos. Y qué decir de los más de cien mil taxis pirata que saqueaban a los trabajadores que acudían a sus labores o al médico. Cero obra pública, bueno, los cuestionados segundos pisos. Los servicios públicos nunca estuvieron peor atendidos. Yo jamás votaría por un demagogo y pésimo servidor público.

“Cuando no puedas negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan, así como más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”. Goebbels



Ciertamente se engañan los que vociferan que su ídolo, que no candidato, está al frente de las preferencias de los ciudadanos electores. Años de campaña, gastos inexplicables en recorridos, visitas, acarreados para que lo vitoreen y le coloquen guirnaldas de flores, antes amarillas y presencia en los medios masivos de comunicación, le dan cierta ventaja. Empero su discurso pletórico de falacias y de posturas demagógicas demuestra su desprecio a las grandes masas de ciudadanos que leen o escuchan sus balandronadas. Los sangrientos golpes de Estado han surgido de las fuerzas anárquicas y retardatarias con la proclama de que “van a acabar con la corrupción”.

Grandes dictaduras de la izquierda o la derecha han surgido del aplanamiento de las conciencias ciudadanas. Escribió el doctor Javier H. Contreras Orozco: “Esa posverdad aplica criterios mutables y naturaliza relativismos éticos. Alimenta narraciones que apelan a prejuicios, manipulan sentimientos y reemplazan lo real y auténtico por versiones, rumores o trascendidos sin distinguir hechos de relatos ni realidad de ficción”. “Es más fácil ser engañado que desengañado”, frase de Napoleón Bonaparte. Da pena que las campañas de los mesiánicos partan de maniqueísmos muy sobados y decantados por la realidad histórica: Yo, siempre el “yo” soy puro limpio y blanco, rechazo la horrible corrupción, lucharé (yo) por erradicar esto y aquello, ja, ja, ja. Su fracaso anunciado es su ya caduca campaña de lustros sin ganar una elección.

Mienten los que hacen apologías de su pésimo desempeño al frente del departamento del Distrito Federal. Mi querida Ciudad de México conoció con semejante sujeto el cruel incremento de las pandillas depredadoras de la delincuencia organizada, los microbuses sin registro y prestando un servicio a los asaltantes y a los grupos anárquicos. Y qué decir de los más de cien mil taxis pirata que saqueaban a los trabajadores que acudían a sus labores o al médico. Cero obra pública, bueno, los cuestionados segundos pisos. Los servicios públicos nunca estuvieron peor atendidos. Yo jamás votaría por un demagogo y pésimo servidor público.