/ jueves 14 de octubre de 2021

Cartucheras al cañón… | La sindéresis editorial

“Con sindéresis… que hable; aquél que discierna fino; y exprese lo que convino, dando opinión aceptable”. Habiéndome encontrado con un contertulio editorialista, le comenté que hacía tiempo no lo leía; respondió que estaba descontento por la falta de “sindéresis”, de muchos lectores que lo criticaban acremente, y que por tanto había dejado de escribir. El término me era familiar mas no podía recordar su significado; abrí mi diccionario y ahí estaba el término marcado con un punto –señal que les pongo a las palabras que ya he consultado- el significado es: Entendimiento, juicio, capacidad para juzgar correctamente. Y en el Diccionario de la Lengua… Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente. Lo que se traduce en que… “es la fundamentación ética, para emitir una opinión”. Y con ello no me refiero a la moral o ética religiosa –de cualquier religión-, pues resulta mayormente universal, el fundamento ético laico de “la razón”, antes que el de cualquier dogma. Así las cosas, se hace indispensable para el editorialista o comunicador, fundamentar su opinión no en la conveniencia social o política, o de circunstancia religiosa; sino en la ética razonada, como valor universal. Por supuesto cuando se es un comunicador honesto, comprometido con su conciencia ética, antes que con la conveniencia, la empatía, el compromiso de partido, o el pecuniario. Lograr esto, define la integridad personal de todo comunicador y de todo ser humano. Y analicemos lo siguiente: los políticos de las cámaras alta y baja del Congreso de la Unión están sensibilizados en su mayoría para emitir juicios de conveniencia partidista, antes que juicios de valor ético y de conveniencia social. Por ello los ciudadanos no confiamos en ellos; es difícil que un diputado vote por una iniciativa por demás razonable, que haya propuesto la oposición; se necesita una honestidad y un carácter a toda prueba para atreverse a enfrentar la crítica y castigo de sus afines de partido, al votar por la conveniencia ciudadana antes que la partidista. Esto nos dice pues, cómo en las esferas más altas del poder, los individuos faltan a la sindéresis que corresponda. No se diga en los medios de comunicación normados por el estipendio económico. Si añadimos a esto que cada asunto puede tener innumerables enfoques de opinión, supuestamente razonados, encontramos muchas “verdades” subjetivas, según el enfoque y el individuo; pero dentro de esa diversidad, si buscamos el fundamento ético, habremos de hallar el enfoque acertado. Recuerdan ustedes la anécdota aquella del viejo, el niño y el pollino, que haciendo camino toparon con diversos vecinos, que opinaban distinto respecto a que el hombre viejo debía viajar sobre el pollino, mientras que otros señalaban que el niño debía viajar sobre él, y otros más decían que ambos lo debían hacer, contra la opinión de otros que decían que era un abuso cargar al inmaduro burro. Cuatro opiniones de valor fundamentado, pero al análisis ético, el viejo y el niño debían caminar, respetando la edad y fragilidad del burro. Muchas opiniones argumentadas, pero sólo una con fundamento ético; sólo una; obtenida de la sindéresis reflexiva. Creo que los articulistas, aparte de su vocación para opinar, deben ser honestos y reflexivos en base a la sindéresis, antes de emitir cualquier expresión escrita o hablada; de no hacerlo, difícilmente alcanzarán la credibilidad popular y la congruencia personal. Nunca debemos olvidar hacer la fundamentación ética de nuestra opinión por expresar, como un ejercicio cotidiano del editorialismo; y no dejarnos llevar por la opinión visceral, equívoca e injusta.


“Con sindéresis… que hable; aquél que discierna fino; y exprese lo que convino, dando opinión aceptable”. Habiéndome encontrado con un contertulio editorialista, le comenté que hacía tiempo no lo leía; respondió que estaba descontento por la falta de “sindéresis”, de muchos lectores que lo criticaban acremente, y que por tanto había dejado de escribir. El término me era familiar mas no podía recordar su significado; abrí mi diccionario y ahí estaba el término marcado con un punto –señal que les pongo a las palabras que ya he consultado- el significado es: Entendimiento, juicio, capacidad para juzgar correctamente. Y en el Diccionario de la Lengua… Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente. Lo que se traduce en que… “es la fundamentación ética, para emitir una opinión”. Y con ello no me refiero a la moral o ética religiosa –de cualquier religión-, pues resulta mayormente universal, el fundamento ético laico de “la razón”, antes que el de cualquier dogma. Así las cosas, se hace indispensable para el editorialista o comunicador, fundamentar su opinión no en la conveniencia social o política, o de circunstancia religiosa; sino en la ética razonada, como valor universal. Por supuesto cuando se es un comunicador honesto, comprometido con su conciencia ética, antes que con la conveniencia, la empatía, el compromiso de partido, o el pecuniario. Lograr esto, define la integridad personal de todo comunicador y de todo ser humano. Y analicemos lo siguiente: los políticos de las cámaras alta y baja del Congreso de la Unión están sensibilizados en su mayoría para emitir juicios de conveniencia partidista, antes que juicios de valor ético y de conveniencia social. Por ello los ciudadanos no confiamos en ellos; es difícil que un diputado vote por una iniciativa por demás razonable, que haya propuesto la oposición; se necesita una honestidad y un carácter a toda prueba para atreverse a enfrentar la crítica y castigo de sus afines de partido, al votar por la conveniencia ciudadana antes que la partidista. Esto nos dice pues, cómo en las esferas más altas del poder, los individuos faltan a la sindéresis que corresponda. No se diga en los medios de comunicación normados por el estipendio económico. Si añadimos a esto que cada asunto puede tener innumerables enfoques de opinión, supuestamente razonados, encontramos muchas “verdades” subjetivas, según el enfoque y el individuo; pero dentro de esa diversidad, si buscamos el fundamento ético, habremos de hallar el enfoque acertado. Recuerdan ustedes la anécdota aquella del viejo, el niño y el pollino, que haciendo camino toparon con diversos vecinos, que opinaban distinto respecto a que el hombre viejo debía viajar sobre el pollino, mientras que otros señalaban que el niño debía viajar sobre él, y otros más decían que ambos lo debían hacer, contra la opinión de otros que decían que era un abuso cargar al inmaduro burro. Cuatro opiniones de valor fundamentado, pero al análisis ético, el viejo y el niño debían caminar, respetando la edad y fragilidad del burro. Muchas opiniones argumentadas, pero sólo una con fundamento ético; sólo una; obtenida de la sindéresis reflexiva. Creo que los articulistas, aparte de su vocación para opinar, deben ser honestos y reflexivos en base a la sindéresis, antes de emitir cualquier expresión escrita o hablada; de no hacerlo, difícilmente alcanzarán la credibilidad popular y la congruencia personal. Nunca debemos olvidar hacer la fundamentación ética de nuestra opinión por expresar, como un ejercicio cotidiano del editorialismo; y no dejarnos llevar por la opinión visceral, equívoca e injusta.