/ jueves 12 de mayo de 2022

Cartucheras al cañón… | Nombre de Dios Chihuahua

“Fue Oñate el que bautizó, al río de “Nombre de Dios”; así le dio nombre a dos: río, y predio que pisó”.

Fue el adelantado capitán general don Juan de Oñate y Salazar quien pisó el suelo de la hoy ciudad de Chihuahua, el 15 de marzo de 1598, décima expedición al norte y primera en llegar a la hoy Chihuahua. Expedición que llegó procedente de El Charco, y caminó paralela al río Chuvíscar, hasta su confluencia con el río Sacramento; ahí cruzaron hacia el norte, para descansar en la ranchería de indios Conchos llamada Nabacoloaba –hoy Nombre de Dios-. Donde actualmente está el templo de San Juan Bautista, el que en su exterior tiene placas de bronce, mencionando el antecedente histórico; pero equivocadas en sucesos y fechas; pues las dedujeron de la obra del capitán Gaspar Pérez de Villagrá, “Historia de la Nueva México”, que escribió en versos asonantes y en castellano antiguo, a su paso por la zona; y con grandes omisiones; aclaradas gracias al trabajo de investigación del suscrito, y de mi esposa Alma Esther Ortega Morán; quien localizó en la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, en España, “la segunda carta de relación” que enviara Oñate, desde “la Nueva México”, el 2 de marzo de 1599, al virrey Gaspar Zúñiga y Acevedo, y en donde refiere al inicio de ésta: “Del río de Nombre de Dios escribí últimamente a Usía Ilustrísima”. Y en un segundo párrafo dice: “Salí Señor Ilustrísimo del río de Nombre de Dios, a diez y seis de marzo, con la gran máquina de carretas”. ¡Eureka!, este dato echaba por tierra la teoría de que Nombre de Dios se llamaría así, hasta 1697; cuando los frailes franciscanos fundaron ahí, la “Misión de San Cristóbal de Nombre de Dios”. Además pude comprobar que serían 20 km más adelante y cinco días después, un Jueves Santo, donde topándose con el mismo río lo rebautizaría –por desconocimiento- como “Río del Santo Sacramento”; ahí donde hoy está el puente para llegar al obelisco; era una zona arbolada, donde se diría misa, se harían sacrificios y se construiría la primera capilla de grandes troncos, en nuestro; municipio; y no en Nombre de Dios. Sólo así se pudo conciliar la marcha de las 45 carretas que avanzaban de dos a tres leguas por día, según el clima y la calidad del terreno. Con estos datos, el itinerario se ajustó con perfección hasta su llegada “al Sauz”, lugar que ellos designarían como “El Descendimiento de la Cruz”. Continuando el camino de “Tierra Adentro”.

Todo esto se lo comuniqué al Prof. Rubén Beltrán Acosta, cronista de nuestra ciudad, y lo publiqué en un editorial titulado “Oñate y Nombre de Dios”, el 27 de junio de 2006.

Tan sólo con lo hasta aquí descrito, la zona de Nombre de Dios debe ser un monumento histórico y natural, aun cuando las especies de flora y fauna no son endémicas ni abundantes; sin embargo su legado histórico y el ser un área conurbada de la capital, exige su preservación y denominación de Área Natural Protegida. Ojalá la Diócesis de Chihuahua y nuestro amigo el arzobispo, don Constancio Miranda Weckmann, intervinieran para corregir las placas del atrio del templo de San Juan Bautista, pues son un referente histórico medular.


“Fue Oñate el que bautizó, al río de “Nombre de Dios”; así le dio nombre a dos: río, y predio que pisó”.

Fue el adelantado capitán general don Juan de Oñate y Salazar quien pisó el suelo de la hoy ciudad de Chihuahua, el 15 de marzo de 1598, décima expedición al norte y primera en llegar a la hoy Chihuahua. Expedición que llegó procedente de El Charco, y caminó paralela al río Chuvíscar, hasta su confluencia con el río Sacramento; ahí cruzaron hacia el norte, para descansar en la ranchería de indios Conchos llamada Nabacoloaba –hoy Nombre de Dios-. Donde actualmente está el templo de San Juan Bautista, el que en su exterior tiene placas de bronce, mencionando el antecedente histórico; pero equivocadas en sucesos y fechas; pues las dedujeron de la obra del capitán Gaspar Pérez de Villagrá, “Historia de la Nueva México”, que escribió en versos asonantes y en castellano antiguo, a su paso por la zona; y con grandes omisiones; aclaradas gracias al trabajo de investigación del suscrito, y de mi esposa Alma Esther Ortega Morán; quien localizó en la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, en España, “la segunda carta de relación” que enviara Oñate, desde “la Nueva México”, el 2 de marzo de 1599, al virrey Gaspar Zúñiga y Acevedo, y en donde refiere al inicio de ésta: “Del río de Nombre de Dios escribí últimamente a Usía Ilustrísima”. Y en un segundo párrafo dice: “Salí Señor Ilustrísimo del río de Nombre de Dios, a diez y seis de marzo, con la gran máquina de carretas”. ¡Eureka!, este dato echaba por tierra la teoría de que Nombre de Dios se llamaría así, hasta 1697; cuando los frailes franciscanos fundaron ahí, la “Misión de San Cristóbal de Nombre de Dios”. Además pude comprobar que serían 20 km más adelante y cinco días después, un Jueves Santo, donde topándose con el mismo río lo rebautizaría –por desconocimiento- como “Río del Santo Sacramento”; ahí donde hoy está el puente para llegar al obelisco; era una zona arbolada, donde se diría misa, se harían sacrificios y se construiría la primera capilla de grandes troncos, en nuestro; municipio; y no en Nombre de Dios. Sólo así se pudo conciliar la marcha de las 45 carretas que avanzaban de dos a tres leguas por día, según el clima y la calidad del terreno. Con estos datos, el itinerario se ajustó con perfección hasta su llegada “al Sauz”, lugar que ellos designarían como “El Descendimiento de la Cruz”. Continuando el camino de “Tierra Adentro”.

Todo esto se lo comuniqué al Prof. Rubén Beltrán Acosta, cronista de nuestra ciudad, y lo publiqué en un editorial titulado “Oñate y Nombre de Dios”, el 27 de junio de 2006.

Tan sólo con lo hasta aquí descrito, la zona de Nombre de Dios debe ser un monumento histórico y natural, aun cuando las especies de flora y fauna no son endémicas ni abundantes; sin embargo su legado histórico y el ser un área conurbada de la capital, exige su preservación y denominación de Área Natural Protegida. Ojalá la Diócesis de Chihuahua y nuestro amigo el arzobispo, don Constancio Miranda Weckmann, intervinieran para corregir las placas del atrio del templo de San Juan Bautista, pues son un referente histórico medular.