/ miércoles 6 de enero de 2021

Catástrofe generacional


Según los datos del Banco Mundial, uno de cada tres alumnos en el mundo no puede tener clases virtuales en su casa y en México en algunas regiones muy desfavorecidas dos de cada tres alumnos no pueden conectarse a internet y no tienen acceso a la televisión o la radio. Lo que ha puesto la pandemia al descubierto es la desigualdad social y la inequidad que provoca el sistema educativo. Desde antes de la pandemia ya existían asimetrías educativas afectando a los más desfavorecidos, especialmente con los niños indígenas, pero a partir del Covid 19 el fruto de esta disparidad en las oportunidades de formación ha sido el abandono escolar.

Para la Unesco alrededor de 24 millones de estudiantes de primaria hasta la universidad corren el riesgo de no regresar a la escuela después de haber interrumpido su educación debido a la pandemia, por eso este organismo educativo mundial sostiene que el coronavirus ha interrumpido la educación de toda una generación de estudiantes. En este tenor el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Gutierres, declaró: “Nos enfrentábamos a una crisis de aprendizaje antes de la pandemia y con la pandemia se ha agravado, afectando sus consecuencias especialmente al alumnado en riesgo de exclusión social”. Las universidades están experimentando los mayores índices de abandono escolar, así como una reducción del 3.5%, lo que representa una pérdida de cerca de 8 millones de estudiantes a nivel mundial. El otro nivel más afectado sería el nivel de preescolar, donde se ha previsto una pérdida en la matrícula del 2.8% que equivale a 5 millones menos de niños en el sistema escolar. La misma Unesco establece que el cierre de las escuela no sólo ha afectado a la educación, también impide el suministro de servicios esenciales para los niños y las comunidades, entre otras el acceso a una alimentación equilibrada y limita la capacidad de los padres para ir al trabajo. En el caso de México el cierre presencial de las escuelas de tiempo completo y su posible cancelación como programa federal es una muestra de cómo los alumnos más necesitados no sólo han perdido su educación, sino hasta su alimentación diaria y ha aumentado el riesgo de que las niñas y las mujeres puedan padecer violencia doméstica. Por eso la urgencia de evitar que esta crisis de aprendizaje se transforme en una catástrofe generacional de consecuencias irreversibles. Hoy más que nunca hay que refrendar la función de la educación como motor del progreso económico, el desarrollo sostenible y la paz duradera. Como sociedad todos perdemos cuando se queda un mesabanco vacío en la escuela, porque eventualmente tendremos una persona condenada al desempleo o al subempleo o incluso propenso a actividades ilícitas, y tendremos una comunidad cada vez más fragmentada sin cohesión social y cada vez más pobre. En el 2021 pongamos juntos nuestra mirada en una mejor educación para todos.


Según los datos del Banco Mundial, uno de cada tres alumnos en el mundo no puede tener clases virtuales en su casa y en México en algunas regiones muy desfavorecidas dos de cada tres alumnos no pueden conectarse a internet y no tienen acceso a la televisión o la radio. Lo que ha puesto la pandemia al descubierto es la desigualdad social y la inequidad que provoca el sistema educativo. Desde antes de la pandemia ya existían asimetrías educativas afectando a los más desfavorecidos, especialmente con los niños indígenas, pero a partir del Covid 19 el fruto de esta disparidad en las oportunidades de formación ha sido el abandono escolar.

Para la Unesco alrededor de 24 millones de estudiantes de primaria hasta la universidad corren el riesgo de no regresar a la escuela después de haber interrumpido su educación debido a la pandemia, por eso este organismo educativo mundial sostiene que el coronavirus ha interrumpido la educación de toda una generación de estudiantes. En este tenor el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Gutierres, declaró: “Nos enfrentábamos a una crisis de aprendizaje antes de la pandemia y con la pandemia se ha agravado, afectando sus consecuencias especialmente al alumnado en riesgo de exclusión social”. Las universidades están experimentando los mayores índices de abandono escolar, así como una reducción del 3.5%, lo que representa una pérdida de cerca de 8 millones de estudiantes a nivel mundial. El otro nivel más afectado sería el nivel de preescolar, donde se ha previsto una pérdida en la matrícula del 2.8% que equivale a 5 millones menos de niños en el sistema escolar. La misma Unesco establece que el cierre de las escuela no sólo ha afectado a la educación, también impide el suministro de servicios esenciales para los niños y las comunidades, entre otras el acceso a una alimentación equilibrada y limita la capacidad de los padres para ir al trabajo. En el caso de México el cierre presencial de las escuelas de tiempo completo y su posible cancelación como programa federal es una muestra de cómo los alumnos más necesitados no sólo han perdido su educación, sino hasta su alimentación diaria y ha aumentado el riesgo de que las niñas y las mujeres puedan padecer violencia doméstica. Por eso la urgencia de evitar que esta crisis de aprendizaje se transforme en una catástrofe generacional de consecuencias irreversibles. Hoy más que nunca hay que refrendar la función de la educación como motor del progreso económico, el desarrollo sostenible y la paz duradera. Como sociedad todos perdemos cuando se queda un mesabanco vacío en la escuela, porque eventualmente tendremos una persona condenada al desempleo o al subempleo o incluso propenso a actividades ilícitas, y tendremos una comunidad cada vez más fragmentada sin cohesión social y cada vez más pobre. En el 2021 pongamos juntos nuestra mirada en una mejor educación para todos.