/ martes 5 de diciembre de 2017

Cautivos del mal

Un filme de 1952 penetró en las entrañas de Hollywood y dejó al descubierto los manejos del mismo a la hora de proyectar estrellas y utilizar argumentos para la Meca del cine. Protagonizado por estrellas de la talla de Lana Turner, Kirk Douglas, Walter Pigdeon y Dick Powell, entre otros, logró cinco Oscares, entre ellos uno para Gloria Grahame como mejor actriz secundaria. Su nombre en inglés fue “The bad and the beatiful” y conocida en nuestro país como “Cautivos del mal”.

Lo interesante del asunto es que de algún modo, tal vez un poco tímidamente, en uno de sus episodios ofrece una visión de lo que hoy, a la distancia, se ha destapado en cuanto a abusos, especialmente de tipo sexual, sobre determinadas actrices o artistas del espectáculo por productores, actores u otros personajes de ese ambiente, y ha saltado al recuerdo o la denuncia de hechos similares o parecidos incluso en otros ámbitos.

Nada nuevo bajo el sol, pero sí con una exposición pública mayor. Desde hace décadas se conocían o intuían casos parecidos de abuso o de consentimiento para que alguien pudiera escalar las mieles del triunfo artístico o por otras causas. Era, de hecho, un secreto a voces. Sin embargo ello permanecía en la semioscuridad o adormilado.

Las denuncias al presente, iniciadas sobre un productor de cine y ejecutivo de estudios cinematográficos, han saltado hacia conocidos actores y directores y han traspasado las fronteras hollywoodenses, ya que las acusaciones de abusos sexuales, desde pequeños a grandes, se han dado en distintas partes incluido nuestro país, algunas con sustento y otras al parecer realizadas por protagonismo o publicidad. Despidos, censuras, cancelación de películas, investigaciones, escándalos… y un rasgarse las vestiduras de algunos.

La cuestión es que vivimos en una sociedad donde los abusos, sexuales o no, existen en muchos lados, y donde lo sexual ocupa en muchos casos un lugar preponderante. Revistas, sobre todo de las llamadas femeninas o juveniles, exhiben artículos para la “conquista” del sexo opuesto o dan consejos para relaciones que en realidad no son sanas. La pornografía invade muchos ámbitos privados o públicos. Las películas, las telenovelas, los programas televisivos, las canciones, las conversaciones… se llenan de contenidos, de chistes, de albures, de consideraciones de tipo sexual. Se presenta el “atractivo” entre los sexos aun en horas en que cualquiera, aun los niños, pueden tener acceso. No son pocos quienes aconsejan o promueven el que los jóvenes, si así lo desean, puedan mantener relaciones sexuales con tal de que se “cuiden”, o quienes promueven el adulterio entre sus conocidos que al fin, si no se dan cuenta, no pasa nada.  

Estando así las cosas, los escándalos de Hollywood son simplemente un signo de un mundo que, como lo define el filme citado, nos lleva a ser cautivos del mal. ¿Lo ven?

 

 

Un filme de 1952 penetró en las entrañas de Hollywood y dejó al descubierto los manejos del mismo a la hora de proyectar estrellas y utilizar argumentos para la Meca del cine. Protagonizado por estrellas de la talla de Lana Turner, Kirk Douglas, Walter Pigdeon y Dick Powell, entre otros, logró cinco Oscares, entre ellos uno para Gloria Grahame como mejor actriz secundaria. Su nombre en inglés fue “The bad and the beatiful” y conocida en nuestro país como “Cautivos del mal”.

Lo interesante del asunto es que de algún modo, tal vez un poco tímidamente, en uno de sus episodios ofrece una visión de lo que hoy, a la distancia, se ha destapado en cuanto a abusos, especialmente de tipo sexual, sobre determinadas actrices o artistas del espectáculo por productores, actores u otros personajes de ese ambiente, y ha saltado al recuerdo o la denuncia de hechos similares o parecidos incluso en otros ámbitos.

Nada nuevo bajo el sol, pero sí con una exposición pública mayor. Desde hace décadas se conocían o intuían casos parecidos de abuso o de consentimiento para que alguien pudiera escalar las mieles del triunfo artístico o por otras causas. Era, de hecho, un secreto a voces. Sin embargo ello permanecía en la semioscuridad o adormilado.

Las denuncias al presente, iniciadas sobre un productor de cine y ejecutivo de estudios cinematográficos, han saltado hacia conocidos actores y directores y han traspasado las fronteras hollywoodenses, ya que las acusaciones de abusos sexuales, desde pequeños a grandes, se han dado en distintas partes incluido nuestro país, algunas con sustento y otras al parecer realizadas por protagonismo o publicidad. Despidos, censuras, cancelación de películas, investigaciones, escándalos… y un rasgarse las vestiduras de algunos.

La cuestión es que vivimos en una sociedad donde los abusos, sexuales o no, existen en muchos lados, y donde lo sexual ocupa en muchos casos un lugar preponderante. Revistas, sobre todo de las llamadas femeninas o juveniles, exhiben artículos para la “conquista” del sexo opuesto o dan consejos para relaciones que en realidad no son sanas. La pornografía invade muchos ámbitos privados o públicos. Las películas, las telenovelas, los programas televisivos, las canciones, las conversaciones… se llenan de contenidos, de chistes, de albures, de consideraciones de tipo sexual. Se presenta el “atractivo” entre los sexos aun en horas en que cualquiera, aun los niños, pueden tener acceso. No son pocos quienes aconsejan o promueven el que los jóvenes, si así lo desean, puedan mantener relaciones sexuales con tal de que se “cuiden”, o quienes promueven el adulterio entre sus conocidos que al fin, si no se dan cuenta, no pasa nada.  

Estando así las cosas, los escándalos de Hollywood son simplemente un signo de un mundo que, como lo define el filme citado, nos lleva a ser cautivos del mal. ¿Lo ven?