/ jueves 4 de junio de 2020

Cavilaciones en torno a la “nueva normalidad”

Al igual que Tim Burton, tengo un problema cuando la gente dice que algo es normal o anormal. El significado de esas palabras para mí es muy personal y subjetivo. Siempre he estado confundida y nunca tuve una comprensión clara del significado de ese tipo de palabras.
Claro que, como todo en la vida, hay excepciones y ahora, lo “normal” (en el contexto de todo lo nuevo que está por venir) adquiere -para mí- un significado más objetivo y, por lo tanto, entendible (aunque, hasta cierto punto, resulte desagradable).
Y es que considerando que “normalidad” se refiere a la cualidad o condición de normal, y que lo “normal” no sólo significa que algo se encuentra en su estado natural o que es habitual u ordinario (que es donde radica lo personal y lo subjetivo), sino que también se refiere a aquello que sirve de norma o que se ajusta a ellas, es que se puede encontrar la parte general y objetiva de lo que debe ser normal; específicamente, de lo que significa e implica la “nueva normalidad” que inició el pasado 1 de junio.
La nueva normalidad no es otra cosa más que una serie de nuevas normas o medidas (Lineamientos Técnicos Específicos, establece el Acuerdo publicado en el DOF del 29 de mayo) que, de forma obligatoria, se deben cumplir para “lograr una reapertura ordenada, gradual y cauta de las actividades laborales” y, así, poder regresar a la “normalidad”, cosa que en realidad no sucederá porque, nos guste o no, creámoslo o no, esa “normalidad” que pudimos disfrutar hasta principios de este año no volverá en su totalidad (y lo poco que regrese, no será en el corto plazo).
Hoy, aquel “¡Hola Covid!, ¡Adiós normalidad!”, que se difundía a través de las redes cuando la cuarentena apenas comenzaba, ya no se lee con tanta gracia como sucedía en ese entonces. Ya no porque, en definitiva, ahora queda claro que no se trataba de un chascarrillo sino de un horrible presagio. Ahora, el “éramos felices y no lo sabíamos” ha suplido aquella bienvenida/despedida premonitoria.
Así, con la nostalgia que invade a prácticamente a todo mundo, inicia la era de la nueva normalidad. Una normalidad que, aunque habrá de instaurarse de forma lenta, gradual y dispareja (dependiendo de las variables de cada entidad, zona y sector), representa una nueva oportunidad para normalizar (en el más amplio sentido de la palabra) las buenas prácticas y, sobre todo, desechar aquellas que tanto daño le han hecho al mundo y a nuestro país.
Entonces, que quede claro que el éxito o fracaso de la nueva normalidad (con todo lo que ella implica) depende de todos. Sea pues la nueva normalidad un instrumento para evolucionar positivamente como sociedad, y no para involucionar y seguirla socavando.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por el filósofo y escritor estadounidense Charles Eisenstein: “no todos, pero sí muchos, sentimos que 'normal' no va a volver, que estamos naciendo en una nueva normalidad: un nuevo tipo de sociedad, una nueva relación con la tierra, una nueva experiencia de ser humano".

Aída María Holguín Baeza
laecita@gmail.com


Al igual que Tim Burton, tengo un problema cuando la gente dice que algo es normal o anormal. El significado de esas palabras para mí es muy personal y subjetivo. Siempre he estado confundida y nunca tuve una comprensión clara del significado de ese tipo de palabras.
Claro que, como todo en la vida, hay excepciones y ahora, lo “normal” (en el contexto de todo lo nuevo que está por venir) adquiere -para mí- un significado más objetivo y, por lo tanto, entendible (aunque, hasta cierto punto, resulte desagradable).
Y es que considerando que “normalidad” se refiere a la cualidad o condición de normal, y que lo “normal” no sólo significa que algo se encuentra en su estado natural o que es habitual u ordinario (que es donde radica lo personal y lo subjetivo), sino que también se refiere a aquello que sirve de norma o que se ajusta a ellas, es que se puede encontrar la parte general y objetiva de lo que debe ser normal; específicamente, de lo que significa e implica la “nueva normalidad” que inició el pasado 1 de junio.
La nueva normalidad no es otra cosa más que una serie de nuevas normas o medidas (Lineamientos Técnicos Específicos, establece el Acuerdo publicado en el DOF del 29 de mayo) que, de forma obligatoria, se deben cumplir para “lograr una reapertura ordenada, gradual y cauta de las actividades laborales” y, así, poder regresar a la “normalidad”, cosa que en realidad no sucederá porque, nos guste o no, creámoslo o no, esa “normalidad” que pudimos disfrutar hasta principios de este año no volverá en su totalidad (y lo poco que regrese, no será en el corto plazo).
Hoy, aquel “¡Hola Covid!, ¡Adiós normalidad!”, que se difundía a través de las redes cuando la cuarentena apenas comenzaba, ya no se lee con tanta gracia como sucedía en ese entonces. Ya no porque, en definitiva, ahora queda claro que no se trataba de un chascarrillo sino de un horrible presagio. Ahora, el “éramos felices y no lo sabíamos” ha suplido aquella bienvenida/despedida premonitoria.
Así, con la nostalgia que invade a prácticamente a todo mundo, inicia la era de la nueva normalidad. Una normalidad que, aunque habrá de instaurarse de forma lenta, gradual y dispareja (dependiendo de las variables de cada entidad, zona y sector), representa una nueva oportunidad para normalizar (en el más amplio sentido de la palabra) las buenas prácticas y, sobre todo, desechar aquellas que tanto daño le han hecho al mundo y a nuestro país.
Entonces, que quede claro que el éxito o fracaso de la nueva normalidad (con todo lo que ella implica) depende de todos. Sea pues la nueva normalidad un instrumento para evolucionar positivamente como sociedad, y no para involucionar y seguirla socavando.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por el filósofo y escritor estadounidense Charles Eisenstein: “no todos, pero sí muchos, sentimos que 'normal' no va a volver, que estamos naciendo en una nueva normalidad: un nuevo tipo de sociedad, una nueva relación con la tierra, una nueva experiencia de ser humano".

Aída María Holguín Baeza
laecita@gmail.com