/ viernes 16 de octubre de 2020

Cerca


Las señoras suelen criticar a sus esposos de que son incapaces de encontrar algo en el refrigerador… ¡Cuánta razón tienen! Es verdad, los hombres no podemos ver muchas cosas que tenemos enfrente. No me voy a detener a exponer las razones de este fenómeno, entre otras cosas porque no tengo la menor idea de cuáles son. Simplemente sucede, y ya.

Tampoco puedo saber si es por mi avanzada edad o por otros motivos porque suelo perder tantas cosas; quizás sea por la “perversidad de la materia” que se dedica a esconderse cuando las necesito. Me sucede frecuentemente con mis plumas, papeles con notas que necesito… ¡Llegando al extremo de buscar los anteojos que traigo puestos! Pero en fin, la cabeza, y el resto del cuerpo nunca los pierdo. En varias conversaciones con amigos y conocidos, cuando comento sobre esto, suelo escuchar que lo mismo les sucede a ellos. No es un consuelo, pero me ayuda a no sentirme fuera de la especie humana. Como dicen los argentinos: “Normal, che, normal”.

Algo que he aprendido cuando no encuentro algo, es que —antes de salir a buscarlo por todas partes, o suponer que alguien me lo escondió o me lo robaron— y recordando lo que me ha enseñado la experiencia, es que muy probablemente lo tenga muy cerca de mí, al alcance de mis manos.

Ahora bien, hasta aquí me he referido a cosas materiales. Quizás nos convenga echar un vistazo a temas más importantes. En ocasiones estamos metidos en problemas de trabajo, de familia o de salud y en nuestras cabezas rondan ideas de que aquello no tiene solución. Es el momento de ser completamente sinceros con nosotros mismos y, venciendo el miedo a descubrir la parte de culpa que podemos tener, ponernos a buscar la solución. Resulta asombroso darnos cuenta que en muchas ocasiones, la solución a esas dificultades está más cerca de lo que pensábamos; la tenemos al alcance de la mano y —lo más importante— depende de nosotros.

De manera semejante a como un papel puede estar escondido debajo de otro, el remedio de muchos problemas puede estar debajo de nuestro orgullo y de nuestra comodidad. Aquí están, en definitiva, las mayores y más frecuentes causas de esos asuntos dramáticos que nos quitan la paz, y por lo mismo, la alegría.

Aquí cabe un ejemplo que nos podrá ayudar: Yo puedo tener sobre mi escritorio la aguja y el hilo que necesito para pegar un botón, pero si tengo puestos unos guantes de box no podré tomarlos y coser. Sé que los veo, sé que están cerca, sé lo que debo hacer, pero hasta que no me decida a quitarme los guantes no podré tomarlos para conseguir lo que necesito.

¡Cerca! ¡Cuántas veces tenemos muy cerca de nosotros las soluciones para evitar y resolver asuntos de todos los tamaños! Por eso resulta tan importante estar dispuestos, con obras y de verdad, a hacer lo necesario. Asunto importante: Enseñar a los niños para que entiendan esto en vez de solucionarles y facilitarles sus deberes. Así podremos ayudarlos a lo largo de sus vidas a ser más eficaces y felices.


www.padrealejandro.org



Las señoras suelen criticar a sus esposos de que son incapaces de encontrar algo en el refrigerador… ¡Cuánta razón tienen! Es verdad, los hombres no podemos ver muchas cosas que tenemos enfrente. No me voy a detener a exponer las razones de este fenómeno, entre otras cosas porque no tengo la menor idea de cuáles son. Simplemente sucede, y ya.

Tampoco puedo saber si es por mi avanzada edad o por otros motivos porque suelo perder tantas cosas; quizás sea por la “perversidad de la materia” que se dedica a esconderse cuando las necesito. Me sucede frecuentemente con mis plumas, papeles con notas que necesito… ¡Llegando al extremo de buscar los anteojos que traigo puestos! Pero en fin, la cabeza, y el resto del cuerpo nunca los pierdo. En varias conversaciones con amigos y conocidos, cuando comento sobre esto, suelo escuchar que lo mismo les sucede a ellos. No es un consuelo, pero me ayuda a no sentirme fuera de la especie humana. Como dicen los argentinos: “Normal, che, normal”.

Algo que he aprendido cuando no encuentro algo, es que —antes de salir a buscarlo por todas partes, o suponer que alguien me lo escondió o me lo robaron— y recordando lo que me ha enseñado la experiencia, es que muy probablemente lo tenga muy cerca de mí, al alcance de mis manos.

Ahora bien, hasta aquí me he referido a cosas materiales. Quizás nos convenga echar un vistazo a temas más importantes. En ocasiones estamos metidos en problemas de trabajo, de familia o de salud y en nuestras cabezas rondan ideas de que aquello no tiene solución. Es el momento de ser completamente sinceros con nosotros mismos y, venciendo el miedo a descubrir la parte de culpa que podemos tener, ponernos a buscar la solución. Resulta asombroso darnos cuenta que en muchas ocasiones, la solución a esas dificultades está más cerca de lo que pensábamos; la tenemos al alcance de la mano y —lo más importante— depende de nosotros.

De manera semejante a como un papel puede estar escondido debajo de otro, el remedio de muchos problemas puede estar debajo de nuestro orgullo y de nuestra comodidad. Aquí están, en definitiva, las mayores y más frecuentes causas de esos asuntos dramáticos que nos quitan la paz, y por lo mismo, la alegría.

Aquí cabe un ejemplo que nos podrá ayudar: Yo puedo tener sobre mi escritorio la aguja y el hilo que necesito para pegar un botón, pero si tengo puestos unos guantes de box no podré tomarlos y coser. Sé que los veo, sé que están cerca, sé lo que debo hacer, pero hasta que no me decida a quitarme los guantes no podré tomarlos para conseguir lo que necesito.

¡Cerca! ¡Cuántas veces tenemos muy cerca de nosotros las soluciones para evitar y resolver asuntos de todos los tamaños! Por eso resulta tan importante estar dispuestos, con obras y de verdad, a hacer lo necesario. Asunto importante: Enseñar a los niños para que entiendan esto en vez de solucionarles y facilitarles sus deberes. Así podremos ayudarlos a lo largo de sus vidas a ser más eficaces y felices.


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