/ martes 13 de noviembre de 2018

Chamanes intelectuales

Como lo entendemos normalmente, un chamán es una persona que se supone que tiene un poder sobrenatural que le permite conectarse con espíritus, curar enfermedades, predecir el futuro o incidir sobre las condiciones meteorológicas, entre otras cuestiones.

Los chamanes, por lo tanto, pueden alterar la realidad a través de mecanismos que no responden a la lógica de la naturaleza. Muchos pueblos aborígenes, a lo largo de la historia, confiaron en la figura de este tipo de hechiceros.

Para chamán existe más de una interpretación. Algunos señalan que se trata de un derivado del sustantivo “shamán” en el idioma siberiano llamado tungu, que puede traducirse como “el que sabe“, y que se encuentra relacionado con el verbo “saber”, que en este caso sería “sha”.

El papel de los chamanes en las comunidades gira en torno a la posesión de sabiduría, de un conocimiento que trasciende el tiempo y el espacio y que, como se deduce de lo explicado hasta el momento, se transmite de generación en generación. En otras palabras, el chamán tiene acceso a un plano en el que se comparten las experiencias para enriquecer a los vivos de los conocimientos adquiridos en el pasado, pero también para que entre ellos puedan compartirlos y elevarse espiritualmente.

Durante siglos, desde las culturas occidentales, se ha venido mirando con interés creciente las llamativas características de los grupos humanos más ancestrales y de las zonas más recónditas de la Tierra. Muchos son los investigadores que, durante décadas, han estudiado las particularidades de quienes antiguamente poblaron nuestro planeta.

¿No resulta curioso, pues, convivir hoy día con personas, que, aunque beneficiarias de todos los servicios y tecnologías propios del siglo XXI, usuarios diarios de los más complejos sistemas de comunicación, practicantes de los avances científicos que mejoran sus vidas y las modernizan, recurran sin embargo a los servicios de quienes se dicen agraciados con los más inimaginables poderes y que hacen de ellos seres elegidos para mundos privilegiados, dimensiones paralelas y demás bravatas?

¿Cómo es posible que, a comienzos del siglo XXI, el fraude intelectual y pseudocientífico siga llenando las páginas de los periódicos y medios de comunicación? Todas estas son prácticas que siguen siendo demandadas por una población cada vez más carente de valores y más ansiosa de explicaciones sobre lo que ocurre a su alrededor.

Cada vez es más común que cargos importantes en las instituciones de enseñanza universitaria sientan un rechazo hacia el método científico y, además de evitarlo, lo discriminen mediante la difamación y la falsedad, introduciendo una metodología más que dudosa. Algunos antropólogos aseguran que el chamanismo fue, durante milenios, una herramienta de la que se servían los líderes de algunas tribus para perpetuar su credibilidad y convertirse en piezas clave de los grupos humanos a los que pertenecían. Además, los chamanes podrían haber convencido a los miembros de sus clanes, durante cientos de miles de años, de la certeza de sus poderes y de su capacidad para entablar contacto con el más allá como un repertorio adaptativo de conducta que les otorgaba derechos exclusivos y poder social, tratándose de una estrategia deliberada, más que de una verdadera y delirante convicción.

En la sociedad actual es posible ser un hombre de ciencia por la mañana y confiar intimidades con un desconocido por la tarde. Cada vez hay más gente que se entrega desesperada al alquimista de turno convencida de que sus métodos son mucho más efectivos.

A veces nos preguntamos: ¿Por qué tanto fanatismo?, ¿por qué siguen a un personaje? Ante la falta de solución a los problemas cotidianos de gran parte de la población, surgen y se posicionan la nueva generación chamanes intelectuales. Personajes conocedores de la verdad, del futuro, a los cuales siguen y confían un gran número de pobladores.

email: antonio.rios@itesm.mx


Como lo entendemos normalmente, un chamán es una persona que se supone que tiene un poder sobrenatural que le permite conectarse con espíritus, curar enfermedades, predecir el futuro o incidir sobre las condiciones meteorológicas, entre otras cuestiones.

Los chamanes, por lo tanto, pueden alterar la realidad a través de mecanismos que no responden a la lógica de la naturaleza. Muchos pueblos aborígenes, a lo largo de la historia, confiaron en la figura de este tipo de hechiceros.

Para chamán existe más de una interpretación. Algunos señalan que se trata de un derivado del sustantivo “shamán” en el idioma siberiano llamado tungu, que puede traducirse como “el que sabe“, y que se encuentra relacionado con el verbo “saber”, que en este caso sería “sha”.

El papel de los chamanes en las comunidades gira en torno a la posesión de sabiduría, de un conocimiento que trasciende el tiempo y el espacio y que, como se deduce de lo explicado hasta el momento, se transmite de generación en generación. En otras palabras, el chamán tiene acceso a un plano en el que se comparten las experiencias para enriquecer a los vivos de los conocimientos adquiridos en el pasado, pero también para que entre ellos puedan compartirlos y elevarse espiritualmente.

Durante siglos, desde las culturas occidentales, se ha venido mirando con interés creciente las llamativas características de los grupos humanos más ancestrales y de las zonas más recónditas de la Tierra. Muchos son los investigadores que, durante décadas, han estudiado las particularidades de quienes antiguamente poblaron nuestro planeta.

¿No resulta curioso, pues, convivir hoy día con personas, que, aunque beneficiarias de todos los servicios y tecnologías propios del siglo XXI, usuarios diarios de los más complejos sistemas de comunicación, practicantes de los avances científicos que mejoran sus vidas y las modernizan, recurran sin embargo a los servicios de quienes se dicen agraciados con los más inimaginables poderes y que hacen de ellos seres elegidos para mundos privilegiados, dimensiones paralelas y demás bravatas?

¿Cómo es posible que, a comienzos del siglo XXI, el fraude intelectual y pseudocientífico siga llenando las páginas de los periódicos y medios de comunicación? Todas estas son prácticas que siguen siendo demandadas por una población cada vez más carente de valores y más ansiosa de explicaciones sobre lo que ocurre a su alrededor.

Cada vez es más común que cargos importantes en las instituciones de enseñanza universitaria sientan un rechazo hacia el método científico y, además de evitarlo, lo discriminen mediante la difamación y la falsedad, introduciendo una metodología más que dudosa. Algunos antropólogos aseguran que el chamanismo fue, durante milenios, una herramienta de la que se servían los líderes de algunas tribus para perpetuar su credibilidad y convertirse en piezas clave de los grupos humanos a los que pertenecían. Además, los chamanes podrían haber convencido a los miembros de sus clanes, durante cientos de miles de años, de la certeza de sus poderes y de su capacidad para entablar contacto con el más allá como un repertorio adaptativo de conducta que les otorgaba derechos exclusivos y poder social, tratándose de una estrategia deliberada, más que de una verdadera y delirante convicción.

En la sociedad actual es posible ser un hombre de ciencia por la mañana y confiar intimidades con un desconocido por la tarde. Cada vez hay más gente que se entrega desesperada al alquimista de turno convencida de que sus métodos son mucho más efectivos.

A veces nos preguntamos: ¿Por qué tanto fanatismo?, ¿por qué siguen a un personaje? Ante la falta de solución a los problemas cotidianos de gran parte de la población, surgen y se posicionan la nueva generación chamanes intelectuales. Personajes conocedores de la verdad, del futuro, a los cuales siguen y confían un gran número de pobladores.

email: antonio.rios@itesm.mx