/ martes 30 de noviembre de 2021

Chihuahua y las violencias contra las mujeres

Hoy Chihuahua tiene una deuda con las mujeres y la prevención de todas las violencias que sufrimos. La semana pasada se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en un ejercicio de reflexión sobre las distintas formas mediante las que se ejerce violencia. En esta ocasión, dedico mi columna para dar voz a este problema que aqueja nuestro estado y como medio de protesta para luchar hasta que la dignidad se haga costumbre.

Tradicionalmente, se ha entendido la violencia como algo físico, sin embargo, de acuerdo con ONU Mujeres se ha definido la violencia como aquellos actos que puedan “tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o mental para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad”. Entender este paradigma multidimensional es fundamental para que podamos trabajar por soluciones integrales que entreguen a las mujeres chihuahuenses un estado donde las mujeres nos sintamos seguras y libres.

A partir de esta definición, estamos obligadas a reconceptualizar la violencia y, sobre todo, de dar visibilidad a las distintas formas que diariamente se perpetran en nuestra sociedad. El feminicidio es la máxima expresión de todos los tipos de violencia que sufrimos las mujeres, pero no es la única. La violencia mental y psicológica es una de las modalidades que se encuentra más interiorizada por una sociedad patriarcal, que mediante la cultura machista históricamente se ha ejercido opresión y violencia.

Planteo un ejemplo: Aspirar a que la esposa sea por fuerza ama de casa y se encargue diariamente de las labores del hogar es violencia. Pretender explicarnos algo de lo que no solicitamos información es violencia. En los denominados micromachismos se acuñó un término estudiado por Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, donde señalan los pequeños comportamientos que ejercen los hombres desde una posición de poder, tales como emitir juicios y sobreponerse a la mujer mediante el lenguaje.

La violencia que se ejerce desde los micromachismos se traslada a la arena de la familia y se ha convertido en un serio problema. De acuerdo con datos del observatorio Ficosec, en el último año de la administración anterior se reportaron 305 carpetas de investigación por violencia familiar por cada 100 mil habitantes. Para prevenir todas las formas en las que se configuran los ataques en contra de las mujeres no basta con cursos de cocina, como llegó a sugerir la gobernadora Campos. Chihuahua necesita de elementos de justicia transicional que ayuden a reconciliar el tejido social para deconstruir el estado patriarcal.


Debemos atender las violencias, pues éstas derivan en su máxima perversión en el feminicidio, que es el asesinato de una mujer por el simple hecho de serlo, donde, además, no hay justicia para las víctimas. Tanto es así que sólo el 25% de las carpetas de investigación iniciadas por feminicidio han sido resueltas por la FGE. Además, ocupamos de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública el penoso sexto lugar nacional por incidencia feminicida.

Chihuahua está en semáforo rojo de violencias hacia sus mujeres. Desde los micromachismos a los que todos los días nos enfrentamos en casa, hasta la máxima expresión de odio que es el feminicidio, debemos resistir todos los días una serie de dificultades estructurales que a partir del odio sexista pretenden invalidarnos, silenciarnos y eliminarnos. Pero aquí estamos -y estaremos- las feministas. Alzando la voz por las que ya no están y el patriarcado nos quitó.


Hoy Chihuahua tiene una deuda con las mujeres y la prevención de todas las violencias que sufrimos. La semana pasada se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en un ejercicio de reflexión sobre las distintas formas mediante las que se ejerce violencia. En esta ocasión, dedico mi columna para dar voz a este problema que aqueja nuestro estado y como medio de protesta para luchar hasta que la dignidad se haga costumbre.

Tradicionalmente, se ha entendido la violencia como algo físico, sin embargo, de acuerdo con ONU Mujeres se ha definido la violencia como aquellos actos que puedan “tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o mental para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad”. Entender este paradigma multidimensional es fundamental para que podamos trabajar por soluciones integrales que entreguen a las mujeres chihuahuenses un estado donde las mujeres nos sintamos seguras y libres.

A partir de esta definición, estamos obligadas a reconceptualizar la violencia y, sobre todo, de dar visibilidad a las distintas formas que diariamente se perpetran en nuestra sociedad. El feminicidio es la máxima expresión de todos los tipos de violencia que sufrimos las mujeres, pero no es la única. La violencia mental y psicológica es una de las modalidades que se encuentra más interiorizada por una sociedad patriarcal, que mediante la cultura machista históricamente se ha ejercido opresión y violencia.

Planteo un ejemplo: Aspirar a que la esposa sea por fuerza ama de casa y se encargue diariamente de las labores del hogar es violencia. Pretender explicarnos algo de lo que no solicitamos información es violencia. En los denominados micromachismos se acuñó un término estudiado por Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, donde señalan los pequeños comportamientos que ejercen los hombres desde una posición de poder, tales como emitir juicios y sobreponerse a la mujer mediante el lenguaje.

La violencia que se ejerce desde los micromachismos se traslada a la arena de la familia y se ha convertido en un serio problema. De acuerdo con datos del observatorio Ficosec, en el último año de la administración anterior se reportaron 305 carpetas de investigación por violencia familiar por cada 100 mil habitantes. Para prevenir todas las formas en las que se configuran los ataques en contra de las mujeres no basta con cursos de cocina, como llegó a sugerir la gobernadora Campos. Chihuahua necesita de elementos de justicia transicional que ayuden a reconciliar el tejido social para deconstruir el estado patriarcal.


Debemos atender las violencias, pues éstas derivan en su máxima perversión en el feminicidio, que es el asesinato de una mujer por el simple hecho de serlo, donde, además, no hay justicia para las víctimas. Tanto es así que sólo el 25% de las carpetas de investigación iniciadas por feminicidio han sido resueltas por la FGE. Además, ocupamos de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública el penoso sexto lugar nacional por incidencia feminicida.

Chihuahua está en semáforo rojo de violencias hacia sus mujeres. Desde los micromachismos a los que todos los días nos enfrentamos en casa, hasta la máxima expresión de odio que es el feminicidio, debemos resistir todos los días una serie de dificultades estructurales que a partir del odio sexista pretenden invalidarnos, silenciarnos y eliminarnos. Pero aquí estamos -y estaremos- las feministas. Alzando la voz por las que ya no están y el patriarcado nos quitó.