/ jueves 21 de abril de 2022

Circo

Por: Sebastián Sáenz Nieto.

En el domingo de resurrección se dejaron ver los abrazos en las capillas y los balazos en San Lázaro.

El tema de la reforma eléctrica ha venido siendo el centro de mesa en nuestras casas, trabajos y en restaurantes como El Cardenal. Su debate y desglose comenzó desde el año pasado, formalizó durante el parlamento abierto en enero y sigue dando de que hablar hasta estos días.

Después de un aplazo, el encuentro tomó forma el domingo pasado. Mientras el feligrés se vestía de blanco para acudir a la fiesta de resurrección y renunciar al pecado, el legislador dentro del campamento instalado en su oficina, se preparaba para la guerra embadurnándose grasa negra en los pómulos.

Suena la campana.

Un escenario con carteles y lonas, con un sonido ambiental de insultos a gritos nos da la primera impresión de un circo o inclusive un partido de futbol; sin embargo, aquella turba estaba conformada por las y los representantes que nosotros como votantes sentamos en la silla curul. Aquellos bienquistos de Dios y el pueblo, las personas más aptas con liderazgos carismáticos, las personas más congruentes cuya labor reside en él la toma de decisiones con previo diálogo.

La votación se cerró; no obstante, el debate continuará en las mesas, pues la opinión pública respecto al tema sigue dividida entre un México ganador y una nación traicionada.

Este circo no es exclusivo de México. No olvidemos la convención de figuras animadas que tuvo sede en el congreso de Chile. El manifestar se encuentra impregnado en nuestra piel y en la de los defensores, los que, de alguna forma, nos representan.

El problema aquí, es que ya no se trataba de la aprobación o desecho del proyecto de decreto, el tema central se perdía entre las diversas narrativas políticas, entre los carteles, mensajes de agresión y preguntas de opinión para burlar los cinco minutos de participación.

¿Tenemos el gobierno y representantes que merecemos como sociedad?

El hecho de que muchos tengan ideologías tan arraigadas que les nublen la vista al momento de la elección, que otros no participen o continúen fomentando la cultura de la corrupción, no justifica el comportamiento de los tomadores de decisiones, el olvido de los marginados, la existencia de comunidades sin servicios básicos en pleno 2022, la falta de medicamentos y elementos de seguridad que únicamente nos evocan miedo.

¿Vamos a seguir permitiendo que las decisiones se tomen de esa manera? ¿Qué la falta de respeto se disfrace de identidad?

El verdadero trabajo está en nosotros como ciudadanos. Seamos una comunidad que esté dispuesta a dejar diferencias ideológicas de lado, fomente una transparencia en acciones y pueda trabajar en conjunto. Apostemos por una educación con valores como ejes rectores en las nuevas generaciones y así, podremos cosechar más legisladores, responsables, prudentes y capaces de entablar conversación con los portadores de opiniones diferentes a la suya. No es posible que estas decisiones se tomen de forma objetiva, pero sí evitar el circo.

Por: Sebastián Sáenz Nieto.

En el domingo de resurrección se dejaron ver los abrazos en las capillas y los balazos en San Lázaro.

El tema de la reforma eléctrica ha venido siendo el centro de mesa en nuestras casas, trabajos y en restaurantes como El Cardenal. Su debate y desglose comenzó desde el año pasado, formalizó durante el parlamento abierto en enero y sigue dando de que hablar hasta estos días.

Después de un aplazo, el encuentro tomó forma el domingo pasado. Mientras el feligrés se vestía de blanco para acudir a la fiesta de resurrección y renunciar al pecado, el legislador dentro del campamento instalado en su oficina, se preparaba para la guerra embadurnándose grasa negra en los pómulos.

Suena la campana.

Un escenario con carteles y lonas, con un sonido ambiental de insultos a gritos nos da la primera impresión de un circo o inclusive un partido de futbol; sin embargo, aquella turba estaba conformada por las y los representantes que nosotros como votantes sentamos en la silla curul. Aquellos bienquistos de Dios y el pueblo, las personas más aptas con liderazgos carismáticos, las personas más congruentes cuya labor reside en él la toma de decisiones con previo diálogo.

La votación se cerró; no obstante, el debate continuará en las mesas, pues la opinión pública respecto al tema sigue dividida entre un México ganador y una nación traicionada.

Este circo no es exclusivo de México. No olvidemos la convención de figuras animadas que tuvo sede en el congreso de Chile. El manifestar se encuentra impregnado en nuestra piel y en la de los defensores, los que, de alguna forma, nos representan.

El problema aquí, es que ya no se trataba de la aprobación o desecho del proyecto de decreto, el tema central se perdía entre las diversas narrativas políticas, entre los carteles, mensajes de agresión y preguntas de opinión para burlar los cinco minutos de participación.

¿Tenemos el gobierno y representantes que merecemos como sociedad?

El hecho de que muchos tengan ideologías tan arraigadas que les nublen la vista al momento de la elección, que otros no participen o continúen fomentando la cultura de la corrupción, no justifica el comportamiento de los tomadores de decisiones, el olvido de los marginados, la existencia de comunidades sin servicios básicos en pleno 2022, la falta de medicamentos y elementos de seguridad que únicamente nos evocan miedo.

¿Vamos a seguir permitiendo que las decisiones se tomen de esa manera? ¿Qué la falta de respeto se disfrace de identidad?

El verdadero trabajo está en nosotros como ciudadanos. Seamos una comunidad que esté dispuesta a dejar diferencias ideológicas de lado, fomente una transparencia en acciones y pueda trabajar en conjunto. Apostemos por una educación con valores como ejes rectores en las nuevas generaciones y así, podremos cosechar más legisladores, responsables, prudentes y capaces de entablar conversación con los portadores de opiniones diferentes a la suya. No es posible que estas decisiones se tomen de forma objetiva, pero sí evitar el circo.