/ viernes 20 de marzo de 2020

Ciudadanos y políticos

En general los hombres nos parecemos a los borregos. Es común que sea más fácil conducir un rebaño que a un solo animal. La gente debería estar dispuesta a seguir a un líder hasta que éste demuestre tener cualidades para serlo.

En una embarcación, en los momentos de peligro, se dejará que mande la nave quien tenga el valor o la audacia de tomar el timón, porque desconfiando todos de su propia habilidad, se hallan dispuestos a dejarse llevar por el que quiera conducirlo.

Actualmente, la juventud en su mayoría, se encuentra preocupada e incierta. Parece faltarles, como le ha faltado a muchos de nosotros, la certeza y el valor que tenían nuestros antepasados; se encuentran abrumados por dudas e interrogantes. Les faltan guías o líderes. En el presente, el mundo político se encuentra fundado en la incompetencia dejando a un lado la originalidad.

Existen muchos que sufriendo de complejos de inferioridad, luchan desesperadamente para adquirir poder, dinero y dominio sobre los demás. Una realidad que vive la nación actualmente gracias al partido oficial y al desempeño del Presidente López.

Una buena conducta de un líder es garantía de prosperidad, pero una mala conducta nos hará descender tan abajo que causará daño a todos y cada uno de los ciudadanos. Sin embargo, una ciudadanía participativa puede tener un buen gobierno a pesar de su gobernante, pues un país, un estado o un municipio valen por una combinación de iniciativa, fe, trabajo, previsión e integridad de los ciudadanos…aunque nuestro gobernante, nuestro Presidente en turno no tenga dichas cualidades.

Ojalá que con el tiempo, la gente se eduque lo suficiente para reconocer lo vacío de la política y se rehuse a seguir a todo líder que intelectual y moralmente no pueda mantenerse muy delante de la multitud. La audacia, la ignorancia y la incompetencia forman compuestos muy peligrosos.

Aunque los políticos y sobre todo los del partido oficial, se rasgarán las vestiduras por esta afirmación: la prueba de capacidad para cualquier puesto público importante debiera ser que el candidato fuera experto en algo útil; que hubiera alcanzado ya éxito en alguna empresa privada, que se hubiera distinguido en algún negocio lícito, por supuesto, y que fuera hombre de bien. La ciencia económica y de resultados positivos difiere mucho del arte político.

Pericles perteneció a una familia rica e influyente en Atenas, algo así como un millonario de aquella época. Sin embargo, puso toda su dedicación para aprender el arte de gobernar. Aprendió a hablar poco y bien, a mantenerse apartado, a evitar las reuniones sociales, y sobre todo, a callarse mientras otros hablaban para que cuando hubiesen terminado de expresar sus ideas, decir él, algo solemne con lo que acabó ganándose la reputación de sabio. Difícil comparar esta actitud con nuestros presentes políticos y gobernantes.

En la época actual de valores invertidos quizá no se extrañen ciertas virtudes en un personaje “guía” o “líder”, pero si le son indispensables una buena capacidad y una buena fe que se manifiesten en todas partes, todo el tiempo y ante todas las circunstancias.

Podemos concluir que si todos somos suficientemente civilizados y educados, podremos ser nuestros propios líderes. Si somos ignorantes y apáticos (“sabios y buenos”), alguien más se apuntará inmediatamente a dirigirnos, a guiarnos. Y ya sabemos cómo son y conocemos bien cómo nos tendrán dentro de muy poco tiempo.

En general los hombres nos parecemos a los borregos. Es común que sea más fácil conducir un rebaño que a un solo animal. La gente debería estar dispuesta a seguir a un líder hasta que éste demuestre tener cualidades para serlo.

En una embarcación, en los momentos de peligro, se dejará que mande la nave quien tenga el valor o la audacia de tomar el timón, porque desconfiando todos de su propia habilidad, se hallan dispuestos a dejarse llevar por el que quiera conducirlo.

Actualmente, la juventud en su mayoría, se encuentra preocupada e incierta. Parece faltarles, como le ha faltado a muchos de nosotros, la certeza y el valor que tenían nuestros antepasados; se encuentran abrumados por dudas e interrogantes. Les faltan guías o líderes. En el presente, el mundo político se encuentra fundado en la incompetencia dejando a un lado la originalidad.

Existen muchos que sufriendo de complejos de inferioridad, luchan desesperadamente para adquirir poder, dinero y dominio sobre los demás. Una realidad que vive la nación actualmente gracias al partido oficial y al desempeño del Presidente López.

Una buena conducta de un líder es garantía de prosperidad, pero una mala conducta nos hará descender tan abajo que causará daño a todos y cada uno de los ciudadanos. Sin embargo, una ciudadanía participativa puede tener un buen gobierno a pesar de su gobernante, pues un país, un estado o un municipio valen por una combinación de iniciativa, fe, trabajo, previsión e integridad de los ciudadanos…aunque nuestro gobernante, nuestro Presidente en turno no tenga dichas cualidades.

Ojalá que con el tiempo, la gente se eduque lo suficiente para reconocer lo vacío de la política y se rehuse a seguir a todo líder que intelectual y moralmente no pueda mantenerse muy delante de la multitud. La audacia, la ignorancia y la incompetencia forman compuestos muy peligrosos.

Aunque los políticos y sobre todo los del partido oficial, se rasgarán las vestiduras por esta afirmación: la prueba de capacidad para cualquier puesto público importante debiera ser que el candidato fuera experto en algo útil; que hubiera alcanzado ya éxito en alguna empresa privada, que se hubiera distinguido en algún negocio lícito, por supuesto, y que fuera hombre de bien. La ciencia económica y de resultados positivos difiere mucho del arte político.

Pericles perteneció a una familia rica e influyente en Atenas, algo así como un millonario de aquella época. Sin embargo, puso toda su dedicación para aprender el arte de gobernar. Aprendió a hablar poco y bien, a mantenerse apartado, a evitar las reuniones sociales, y sobre todo, a callarse mientras otros hablaban para que cuando hubiesen terminado de expresar sus ideas, decir él, algo solemne con lo que acabó ganándose la reputación de sabio. Difícil comparar esta actitud con nuestros presentes políticos y gobernantes.

En la época actual de valores invertidos quizá no se extrañen ciertas virtudes en un personaje “guía” o “líder”, pero si le son indispensables una buena capacidad y una buena fe que se manifiesten en todas partes, todo el tiempo y ante todas las circunstancias.

Podemos concluir que si todos somos suficientemente civilizados y educados, podremos ser nuestros propios líderes. Si somos ignorantes y apáticos (“sabios y buenos”), alguien más se apuntará inmediatamente a dirigirnos, a guiarnos. Y ya sabemos cómo son y conocemos bien cómo nos tendrán dentro de muy poco tiempo.