/ sábado 14 de mayo de 2022

Cómo nombrar los aromas en los vinos tintos

Por: Silvia González

Cuando asistimos a una cata de vinos, y el sommelier suele pedirnos que metamos la nariz a la copa y le nombremos los aromas que se están desprendiendo del vino, solemos quedarnos con la mente en blanco.

Por experiencia aprendí que para poder nombrar estos aromas tenía que darse en mi cerebro un clic: un cruce entre el sabor que degustamos y la palabra correcta para nombrarlo.

Nuestro olfato tiene que aprender a distinguir si el vino tiene aroma a madera, a tabaco, a chocolate, a café cargado, a pimienta, a tierra húmeda, a musgo, a ciruela, a berries, a arándanos, a Jamaica fuerte, y a muchos más.

Una cata de vinos conlleva tres fases: la visual, la olfativa y la gustativa. Hoy comentaré sólo de la olfativa porque es la más difícil, sobre todo que no estamos acostumbrados a oler antes de comer o beber, sin embargo, con la práctica este sentido se desarrollará, incluso, creo, que olfatear antes de comer nos enseña a disfrutar más lo que ingerimos y ubica el sentido del olfato en el momento presente. Y recuerde que como dice el proverbio budista “el presente es lo único que existe”.

Por ejemplo, si va a olfatear un Cabernet las notas que desprenderá serán de frutas muy rojas como cereza negra, ciruela madura, café expreso, Jamaica cargada, entre otras esencias, mientras un nebbiolo olerá a rosas, a anís, a barro o tierra húmeda.

Hay aromas y sabores que todos los vinos tintos tienen, ya sea en mayor o menor medida, como es el sabor a pan, a galleta de mantequilla, esto porque para la fermentación se le agregan levaduras, tal y como sucede con el pan porque, aunque no son las mismas, su fuente es igual; por eso si su sommelier le dice que el vino huele a pan de nata, no lo juzgue iluso (yo sí lo hice) es verdad que la levadura aporta esos aromas y sabores.

Cuando comencé con mi curso de sommelier no me imaginé que tendría que aprender a oler y definir el nombre de esos aromas. Tenía más de treinta años tomando diversos vinos sin preocuparme qué aromas desprendían o que sabores me despertaban en boca. Hoy digo que bebía sin apreciar, y bueno, le confesaré, amable lector, lectora, que no sólo bebía sin disfrutar, también vivía sin deleitarme de esas cosas tan importantes como tomar un buen vino y conversar sobre viñedos y etiquetas. Entre mis inquietudes está la elaboración de vino y ahora estoy produciendo rosado y tinto, si quiere probarlo vaya a mi página y ahí encontrará los datos pertinentes.

Namasté

www.silviagonzalez.com.mx

Miembro AECHI.


Por: Silvia González

Cuando asistimos a una cata de vinos, y el sommelier suele pedirnos que metamos la nariz a la copa y le nombremos los aromas que se están desprendiendo del vino, solemos quedarnos con la mente en blanco.

Por experiencia aprendí que para poder nombrar estos aromas tenía que darse en mi cerebro un clic: un cruce entre el sabor que degustamos y la palabra correcta para nombrarlo.

Nuestro olfato tiene que aprender a distinguir si el vino tiene aroma a madera, a tabaco, a chocolate, a café cargado, a pimienta, a tierra húmeda, a musgo, a ciruela, a berries, a arándanos, a Jamaica fuerte, y a muchos más.

Una cata de vinos conlleva tres fases: la visual, la olfativa y la gustativa. Hoy comentaré sólo de la olfativa porque es la más difícil, sobre todo que no estamos acostumbrados a oler antes de comer o beber, sin embargo, con la práctica este sentido se desarrollará, incluso, creo, que olfatear antes de comer nos enseña a disfrutar más lo que ingerimos y ubica el sentido del olfato en el momento presente. Y recuerde que como dice el proverbio budista “el presente es lo único que existe”.

Por ejemplo, si va a olfatear un Cabernet las notas que desprenderá serán de frutas muy rojas como cereza negra, ciruela madura, café expreso, Jamaica cargada, entre otras esencias, mientras un nebbiolo olerá a rosas, a anís, a barro o tierra húmeda.

Hay aromas y sabores que todos los vinos tintos tienen, ya sea en mayor o menor medida, como es el sabor a pan, a galleta de mantequilla, esto porque para la fermentación se le agregan levaduras, tal y como sucede con el pan porque, aunque no son las mismas, su fuente es igual; por eso si su sommelier le dice que el vino huele a pan de nata, no lo juzgue iluso (yo sí lo hice) es verdad que la levadura aporta esos aromas y sabores.

Cuando comencé con mi curso de sommelier no me imaginé que tendría que aprender a oler y definir el nombre de esos aromas. Tenía más de treinta años tomando diversos vinos sin preocuparme qué aromas desprendían o que sabores me despertaban en boca. Hoy digo que bebía sin apreciar, y bueno, le confesaré, amable lector, lectora, que no sólo bebía sin disfrutar, también vivía sin deleitarme de esas cosas tan importantes como tomar un buen vino y conversar sobre viñedos y etiquetas. Entre mis inquietudes está la elaboración de vino y ahora estoy produciendo rosado y tinto, si quiere probarlo vaya a mi página y ahí encontrará los datos pertinentes.

Namasté

www.silviagonzalez.com.mx

Miembro AECHI.