/ lunes 30 de noviembre de 2020

Congruencia, sólo congruencia


Una sociedad sana se construye todos los días, la democracia se construye día a día y el Estado de derecho también. No se puede un día querer democracia en la toma de decisiones de una sociedad y al siguiente mejor no. No se puede pedir que exista un país con Estado de derecho, pero sólo justicia para unos y no para otros.

Ningún cambio social se ha dado fácil. Siempre han implicado grandes luchas y tiempo; grandes sacrificios y esfuerzos de muchas personas para lograr modificar un rumbo. Este país lleva ya varios años pidiendo a gritos que se combata la corrupción. Llevamos ya tiempo dando pequeños pasos a ese rumbo que no han sido fáciles ni lo serán, porque la corrupción está arraigada hasta el tuétano de nuestra sociedad. Muchas riquezas son hechas a base de actos corruptos y han afectado a mucha gente creando una desigualdad impresionante. Esas riquezas llevaron a tomar control de la política y de muchos gobiernos. Sacarlos implica afectar a poderosos y personajes populares, pero al final vale la pena la convicción si queremos lograr el objetivo. Cada batalla importa para ganar la guerra.

La congruencia y la convicción son básicas para lograr combatir la corrupción. Y esto no sólo se necesita por parte de los servidores públicos, sino por parte de las exigencias de la sociedad. No se puede combatir el monstruo de la corrupción sin el respaldo social. Existen personajes que exigen en campañas el combate frontal a la corrupción, pero cuando se da, luego piden que no afecten políticamente. Así no se puede. O se hace, o no. Cuando existe congruencia no hay opción.

Ya he mencionado en publicaciones anteriores, lo peor que podemos hacer como ciudadanos es empezar a tolerar la corrupción y más si es por un interés personal oculto (un empleo, un contrato, un conflicto de interés, etc). Porque ahí mandamos al país al bote de basura sólo por estar un poco mejor como individuos. Eso no es el bien común que se persigue.

No podemos abandonar la batalla y conformarnos con lo menos malo. Debemos buscar lo mejor y luchar por lograrlo. Si nos ponemos las pilas este país lo cambiamos en muy poco tiempo, pero tenemos que sacrificar cosas. Me refiero a sacrificios como chambear por acciones colectivas, sacrificar un interés personal por un interés común, sacrificar privilegios que otorga la parafernalia del poder gubernamental.

Pongamos en perspectiva nuestro sueño de país, y valoremos nuestros intereses y nuestras convicciones. Justo ahí encontraremos la ruta correcta. No nos rajemos. Los corruptos al bote y los mejores al gobierno. Las batallas se dan hasta el último momento, con la razón de frente y las acciones del corazón. Esta batalla es de valientes, de congruentes y de patriotas que ponemos nuestros principios y valores al servicio de lo común. Vienen tiempos difíciles, pero también el tiempo siempre da la razón al que la tiene


Una sociedad sana se construye todos los días, la democracia se construye día a día y el Estado de derecho también. No se puede un día querer democracia en la toma de decisiones de una sociedad y al siguiente mejor no. No se puede pedir que exista un país con Estado de derecho, pero sólo justicia para unos y no para otros.

Ningún cambio social se ha dado fácil. Siempre han implicado grandes luchas y tiempo; grandes sacrificios y esfuerzos de muchas personas para lograr modificar un rumbo. Este país lleva ya varios años pidiendo a gritos que se combata la corrupción. Llevamos ya tiempo dando pequeños pasos a ese rumbo que no han sido fáciles ni lo serán, porque la corrupción está arraigada hasta el tuétano de nuestra sociedad. Muchas riquezas son hechas a base de actos corruptos y han afectado a mucha gente creando una desigualdad impresionante. Esas riquezas llevaron a tomar control de la política y de muchos gobiernos. Sacarlos implica afectar a poderosos y personajes populares, pero al final vale la pena la convicción si queremos lograr el objetivo. Cada batalla importa para ganar la guerra.

La congruencia y la convicción son básicas para lograr combatir la corrupción. Y esto no sólo se necesita por parte de los servidores públicos, sino por parte de las exigencias de la sociedad. No se puede combatir el monstruo de la corrupción sin el respaldo social. Existen personajes que exigen en campañas el combate frontal a la corrupción, pero cuando se da, luego piden que no afecten políticamente. Así no se puede. O se hace, o no. Cuando existe congruencia no hay opción.

Ya he mencionado en publicaciones anteriores, lo peor que podemos hacer como ciudadanos es empezar a tolerar la corrupción y más si es por un interés personal oculto (un empleo, un contrato, un conflicto de interés, etc). Porque ahí mandamos al país al bote de basura sólo por estar un poco mejor como individuos. Eso no es el bien común que se persigue.

No podemos abandonar la batalla y conformarnos con lo menos malo. Debemos buscar lo mejor y luchar por lograrlo. Si nos ponemos las pilas este país lo cambiamos en muy poco tiempo, pero tenemos que sacrificar cosas. Me refiero a sacrificios como chambear por acciones colectivas, sacrificar un interés personal por un interés común, sacrificar privilegios que otorga la parafernalia del poder gubernamental.

Pongamos en perspectiva nuestro sueño de país, y valoremos nuestros intereses y nuestras convicciones. Justo ahí encontraremos la ruta correcta. No nos rajemos. Los corruptos al bote y los mejores al gobierno. Las batallas se dan hasta el último momento, con la razón de frente y las acciones del corazón. Esta batalla es de valientes, de congruentes y de patriotas que ponemos nuestros principios y valores al servicio de lo común. Vienen tiempos difíciles, pero también el tiempo siempre da la razón al que la tiene