/ martes 21 de agosto de 2018

Consecuencias de la posmodernidad.

Yanez_flor@hotmail.com


Indudablemente estamos viviendo nuevas realidades y escenarios que hace años hubiesen sido inimaginables. La globalización y el internet han contribuido al progreso tecnológico y económico de las sociedades, acelerando los procesos y poniendo a nuestro alcance casi cualquier tipo de información y servicio con un “click” en la comodidad de nuestro hogar. La tecnología se ha convertido en la fuente de nuestras soluciones; los medios y las redes sociales son los principales trasmisores de conocimiento y cultura, y ante tanta información, surge el cuestionamiento. El fenómeno se llama posmodernidad, cuya palabra clave es reestructuración; se rebela contra lo estandarizado y busca liberarse de dogmatismos nocivos. Lyotard indica que es la incredulidad ante los grandes relatos.


Ello me lleva a recordar el libro “Modernidad líquida” de Bauman, donde indica que hoy los antiguos sólidos comienzan a desvanecerse y con ello, también las lealtades tradicionales que restringían y coartaban libertades. Ejemplo de ello es el “reciente” escándalo propagado por los medios de los “sacerdotes depredadores” de Pensilvania, evidenciando terribles abusos a menores, que por décadas fueron encubiertos. Con la posmodernidad todo está a nuestro alcance y no tenemos que esperar mucho tiempo para enterarnos de lo que ocurre; se cuestiona lo que fue incuestionable, institucionalizándose la duda. Una película que recomiendo que habla al respecto es “Spotlight” que narra cómo un equipo de reporteros del Boston Globe (de nuevo, el poder de los medios), desenmascaró casos de abusos sexuales por sacerdotes de Boston, y por cuya investigación ganaron un Pulitzer.


La religión es el fundamento bajo el cual muchas personas han tratado de orientar su vida, dotándola de sentido y solidez ante cualquier adversidad. No se cuestionaba la honorabilidad de sus integrantes. En esta era, se desvanecen esos “modelos a seguir” afectando la calidad de vida de las personas.


Lo mismo ocurre con el gobierno, que ante la crisis de representatividad democrática, nos lleva a cuestionarnos si realmente la hubo en el pasado o si sólo lo creímos sin cuestionar. Quizá en esta posmodernidad nos estamos dando cuenta de que nunca la hubo. Lo mismo ocurre con la familia, esa institución que fue sólida, que ahora se adapta a nuevas formas. Con tanto cambio e información, ya no sabemos de dónde “agarrarnos”.


Sin duda es un fenómeno complejo lleno de contrastes y la pregunta ahora es: ¿cómo vivir en tiempos posmodernos? Veámosla como una oportunidad de afianzar la pluralidad de formas de vida, de elegir ver las ventajas de vivir en un mundo interconectado para transformar nuestra realidad y utilizar la creatividad para superar el reto de edificar sobre la liquidez. Requerimos adaptarnos al nuevo tiempo.


Yanez_flor@hotmail.com


Indudablemente estamos viviendo nuevas realidades y escenarios que hace años hubiesen sido inimaginables. La globalización y el internet han contribuido al progreso tecnológico y económico de las sociedades, acelerando los procesos y poniendo a nuestro alcance casi cualquier tipo de información y servicio con un “click” en la comodidad de nuestro hogar. La tecnología se ha convertido en la fuente de nuestras soluciones; los medios y las redes sociales son los principales trasmisores de conocimiento y cultura, y ante tanta información, surge el cuestionamiento. El fenómeno se llama posmodernidad, cuya palabra clave es reestructuración; se rebela contra lo estandarizado y busca liberarse de dogmatismos nocivos. Lyotard indica que es la incredulidad ante los grandes relatos.


Ello me lleva a recordar el libro “Modernidad líquida” de Bauman, donde indica que hoy los antiguos sólidos comienzan a desvanecerse y con ello, también las lealtades tradicionales que restringían y coartaban libertades. Ejemplo de ello es el “reciente” escándalo propagado por los medios de los “sacerdotes depredadores” de Pensilvania, evidenciando terribles abusos a menores, que por décadas fueron encubiertos. Con la posmodernidad todo está a nuestro alcance y no tenemos que esperar mucho tiempo para enterarnos de lo que ocurre; se cuestiona lo que fue incuestionable, institucionalizándose la duda. Una película que recomiendo que habla al respecto es “Spotlight” que narra cómo un equipo de reporteros del Boston Globe (de nuevo, el poder de los medios), desenmascaró casos de abusos sexuales por sacerdotes de Boston, y por cuya investigación ganaron un Pulitzer.


La religión es el fundamento bajo el cual muchas personas han tratado de orientar su vida, dotándola de sentido y solidez ante cualquier adversidad. No se cuestionaba la honorabilidad de sus integrantes. En esta era, se desvanecen esos “modelos a seguir” afectando la calidad de vida de las personas.


Lo mismo ocurre con el gobierno, que ante la crisis de representatividad democrática, nos lleva a cuestionarnos si realmente la hubo en el pasado o si sólo lo creímos sin cuestionar. Quizá en esta posmodernidad nos estamos dando cuenta de que nunca la hubo. Lo mismo ocurre con la familia, esa institución que fue sólida, que ahora se adapta a nuevas formas. Con tanto cambio e información, ya no sabemos de dónde “agarrarnos”.


Sin duda es un fenómeno complejo lleno de contrastes y la pregunta ahora es: ¿cómo vivir en tiempos posmodernos? Veámosla como una oportunidad de afianzar la pluralidad de formas de vida, de elegir ver las ventajas de vivir en un mundo interconectado para transformar nuestra realidad y utilizar la creatividad para superar el reto de edificar sobre la liquidez. Requerimos adaptarnos al nuevo tiempo.