/ viernes 18 de febrero de 2022

Continúa la tensión en la frontera entre Ucrania y Rusia

A pesar de que Rusia afirma retirar tropas de su frontera con Ucrania, Estados Unidos sigue insistiendo en que la invasión rusa puede ocurrir en cualquier momento de la semana que viene; su secretario de Estado, Anthony Blinken, ha afirmado que, de hecho, los rusos han sumado 7,000 soldados más a sus efectivos en la zona. Por otro lado, ayer jueves se produjeron denuncias de Ucrania contra separatistas uniformados prorrusos, en las que se les acusaba de lanzar diversos ataques en la región de Donbass. La tensión aumenta, a pesar de las insistentes palabras rusas que reiteran, una y otra vez, que no tienen intención alguna de invadir Ucrania.

Las visitas a Moscú de algunos mandatarios europeos no han tenido repercusión, y la escenificación de las reuniones en una mesa gigantesca, de cuatro metros de largo, que conseguía una desproporcionada distancia entre los líderes reunidos, es una triste imagen que ejemplifica el resultado: a Putin le da igual lo que le diga el presidente francés Macron o el canciller alemán Olaf Scholz.

Putin juega al divide y vencerás con los Estados miembros de la Unión Europea al enviarles una carta individual a cada uno de ellos para, casi, obligarlos a que tomen una posición clara y firme frente a la crisis entre su país y Ucrania. La reacción del alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, fue inteligente y rápida: respondió, según sus palabras, "en nombre de los Estados miembros de la UE" a las cartas recibidas individualmente, firmadas por el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. Evidentemente a Rusia no le interesa una Unión Europea fuerte, que trate tanto ésta como otras crisis internacionales de manera unida, común, compacta; le interesa que la duda y el recelo entre sus miembros sean un factor que les debilite.

En estos momentos esos ataques de falsa bandera, que ya traté en el análisis anterior sobre esta misma crisis, se hacen protagonistas, porque sería el escenario perfecto para una incursión rusa en defensa de su población en las regiones ucranianas prorrusas. Las informaciones al respecto llegan sin garantías de ser veraces.

Pero esa veracidad también tiene problemas cuando el emisor es Estados Unidos. Por ejemplo, este mes de febrero el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Ned Price, dio una rueda de prensa en la que acusó a Rusia de estar preparando videos ficticios de ataques de Ucrania a esta población que acabo de mencionar, incluyendo actores y falsos cadáveres colocados en decorados. En el turno de preguntas un solo periodista se atrevió a poner en duda sus palabras, era Matt Lee, de Associated Press, que le pidió pruebas concretas ante tamaña acusación. Price respondió que era información desclasificada de los servicios de inteligencia estadounidenses, pero no pudo concretar a Lee dónde podía obtenerla al estar desclasificada, y al final le dijo que sus declaraciones eran la información que tenía que manejar el periodista. ¿Opinión por información? Va a ser difícil tener pruebas certeras de lo que ocurra como que no dejen hacer su trabajo a los medios de comunicación de una manera completa y honesta. Hay que asumir que la guerra de la propaganda ya empezó.

En cualquier caso, la tensión sigue y aumenta por momentos. La semana que viene parece decisiva para una situación que se ha convertido en la más peligrosa en suelo europeo desde la Guerra Fría.


A pesar de que Rusia afirma retirar tropas de su frontera con Ucrania, Estados Unidos sigue insistiendo en que la invasión rusa puede ocurrir en cualquier momento de la semana que viene; su secretario de Estado, Anthony Blinken, ha afirmado que, de hecho, los rusos han sumado 7,000 soldados más a sus efectivos en la zona. Por otro lado, ayer jueves se produjeron denuncias de Ucrania contra separatistas uniformados prorrusos, en las que se les acusaba de lanzar diversos ataques en la región de Donbass. La tensión aumenta, a pesar de las insistentes palabras rusas que reiteran, una y otra vez, que no tienen intención alguna de invadir Ucrania.

Las visitas a Moscú de algunos mandatarios europeos no han tenido repercusión, y la escenificación de las reuniones en una mesa gigantesca, de cuatro metros de largo, que conseguía una desproporcionada distancia entre los líderes reunidos, es una triste imagen que ejemplifica el resultado: a Putin le da igual lo que le diga el presidente francés Macron o el canciller alemán Olaf Scholz.

Putin juega al divide y vencerás con los Estados miembros de la Unión Europea al enviarles una carta individual a cada uno de ellos para, casi, obligarlos a que tomen una posición clara y firme frente a la crisis entre su país y Ucrania. La reacción del alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, fue inteligente y rápida: respondió, según sus palabras, "en nombre de los Estados miembros de la UE" a las cartas recibidas individualmente, firmadas por el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. Evidentemente a Rusia no le interesa una Unión Europea fuerte, que trate tanto ésta como otras crisis internacionales de manera unida, común, compacta; le interesa que la duda y el recelo entre sus miembros sean un factor que les debilite.

En estos momentos esos ataques de falsa bandera, que ya traté en el análisis anterior sobre esta misma crisis, se hacen protagonistas, porque sería el escenario perfecto para una incursión rusa en defensa de su población en las regiones ucranianas prorrusas. Las informaciones al respecto llegan sin garantías de ser veraces.

Pero esa veracidad también tiene problemas cuando el emisor es Estados Unidos. Por ejemplo, este mes de febrero el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Ned Price, dio una rueda de prensa en la que acusó a Rusia de estar preparando videos ficticios de ataques de Ucrania a esta población que acabo de mencionar, incluyendo actores y falsos cadáveres colocados en decorados. En el turno de preguntas un solo periodista se atrevió a poner en duda sus palabras, era Matt Lee, de Associated Press, que le pidió pruebas concretas ante tamaña acusación. Price respondió que era información desclasificada de los servicios de inteligencia estadounidenses, pero no pudo concretar a Lee dónde podía obtenerla al estar desclasificada, y al final le dijo que sus declaraciones eran la información que tenía que manejar el periodista. ¿Opinión por información? Va a ser difícil tener pruebas certeras de lo que ocurra como que no dejen hacer su trabajo a los medios de comunicación de una manera completa y honesta. Hay que asumir que la guerra de la propaganda ya empezó.

En cualquier caso, la tensión sigue y aumenta por momentos. La semana que viene parece decisiva para una situación que se ha convertido en la más peligrosa en suelo europeo desde la Guerra Fría.