/ miércoles 30 de diciembre de 2020

Convertirse en algo diferente

Como reza el título, así debería ser una transformación. Una concatenación de imágenes, comportamientos, acciones, personajes y resultados que demuestren ser distintos. Pero, además, como algunos que estamos acostumbrados a los procesos productivos, deben mostrar que son mejores, que dan resultados a largo plazo con mejores condiciones para todos los que intervienen en el proceso. Logran que TODOS los integrantes del equipo se sientan satisfechos y convencidos de que esa transformación logró que sus esfuerzos valieran la pena.

Que ya es más fácil, que es más productivo, que cometemos menos errores. Que obtenemos mejor ingreso real, que crecimos como personas, que nos integró como unidad colaborativa, nos unió, nos preparó para poder enfocarnos en el siguiente proceso a transformar. Definimos que es autónomo y crea respeto y crédito en el líder del proyecto y los que colaboraron.

Pero esto requiere de un gran equipo y el líder adecuado. No aquel que habla más, sino el que sabe la tarea y conoce a los colaboradores, que atina a dar las tareas adecuadas a los jugadores adecuados, donde tendremos los resultados esperados, no por su camaradería, sino por su profesionalismo y el correcto seguimiento a los indicadores clave que se definen y se revisan periódicamente. Un buen administrador así coloca a su equipo y lo mide. Y si hay desviaciones al resultado esperado, revisan en equipo la causa raíz, determinan las acciones que corregirán la desviación y las continúa midiendo para verificar la eficacia. No se puede, de buenas a primeras, correr a las personas, o tirar la máquina que interviene en el proceso, o hasta dejar de producir el producto en cuestión. ¡MENOS cerrar la empresa! Un líder resuelve con el equipo correcto, con métodos eficaces y con fines de largo plazo y rentabilidad.

Perdón, me apasiona lo que he hecho por años. Por ello, no entiendo las llamadas transformaciones que destruyen, que desunen a los colaboradores, que quitan una TV 4K UHD para poner una televisión de bulbos en blanco y negro. Y que, en lugar de poner identificación electrónica facial, imprime tarjetas en papel más caro. Eso es obviamente una actitud retrógrada.

Transformar, según la RAE, proviene del latín “transformāre”, que es “Hacer cambiar de forma a alguien o algo”. “Transmutar algo en otra cosa”. “Hacer mudar de porte o de costumbres a alguien”. Y en otras fuentes: ”Hacer que algo cambie o sea distinto, pero sin alterar totalmente todas sus características esenciales”.

Cuando veo jugadores de lo que se quería cambiar (quitar), estrategias políticas, de uso de dinero público, de contratos a familiares, de intolerancia a la crítica, de opresión, o a veces, de sumisión a otros países. De mentiras constantes, manipulación de información y omisiones; lejano me parece el día de llegar a ver en nuestro sistema político lo que en las organizaciones se dá de manera ordenada y práctica.

Lo afortunado es que sé que son procesos factibles. Y así, mi esperanza no queda muerta. Pero sí en espera de encontrar los medios más adecuados para su consecución. Habrá que tener también fe que los colaboradores, o ahora los ciudadanos, seamos duchos en dar los pasos requeridos hacia ese objetivo. Escojamos los políticos capaces, les pongamos métricos y los vigilemos REALMENTE, y que se pongan en tiempo y forma las acciones correctivas que no permitan un caos.

En lugar de estarnos amputando miembros, podamos curar las heridas.

Como reza el título, así debería ser una transformación. Una concatenación de imágenes, comportamientos, acciones, personajes y resultados que demuestren ser distintos. Pero, además, como algunos que estamos acostumbrados a los procesos productivos, deben mostrar que son mejores, que dan resultados a largo plazo con mejores condiciones para todos los que intervienen en el proceso. Logran que TODOS los integrantes del equipo se sientan satisfechos y convencidos de que esa transformación logró que sus esfuerzos valieran la pena.

Que ya es más fácil, que es más productivo, que cometemos menos errores. Que obtenemos mejor ingreso real, que crecimos como personas, que nos integró como unidad colaborativa, nos unió, nos preparó para poder enfocarnos en el siguiente proceso a transformar. Definimos que es autónomo y crea respeto y crédito en el líder del proyecto y los que colaboraron.

Pero esto requiere de un gran equipo y el líder adecuado. No aquel que habla más, sino el que sabe la tarea y conoce a los colaboradores, que atina a dar las tareas adecuadas a los jugadores adecuados, donde tendremos los resultados esperados, no por su camaradería, sino por su profesionalismo y el correcto seguimiento a los indicadores clave que se definen y se revisan periódicamente. Un buen administrador así coloca a su equipo y lo mide. Y si hay desviaciones al resultado esperado, revisan en equipo la causa raíz, determinan las acciones que corregirán la desviación y las continúa midiendo para verificar la eficacia. No se puede, de buenas a primeras, correr a las personas, o tirar la máquina que interviene en el proceso, o hasta dejar de producir el producto en cuestión. ¡MENOS cerrar la empresa! Un líder resuelve con el equipo correcto, con métodos eficaces y con fines de largo plazo y rentabilidad.

Perdón, me apasiona lo que he hecho por años. Por ello, no entiendo las llamadas transformaciones que destruyen, que desunen a los colaboradores, que quitan una TV 4K UHD para poner una televisión de bulbos en blanco y negro. Y que, en lugar de poner identificación electrónica facial, imprime tarjetas en papel más caro. Eso es obviamente una actitud retrógrada.

Transformar, según la RAE, proviene del latín “transformāre”, que es “Hacer cambiar de forma a alguien o algo”. “Transmutar algo en otra cosa”. “Hacer mudar de porte o de costumbres a alguien”. Y en otras fuentes: ”Hacer que algo cambie o sea distinto, pero sin alterar totalmente todas sus características esenciales”.

Cuando veo jugadores de lo que se quería cambiar (quitar), estrategias políticas, de uso de dinero público, de contratos a familiares, de intolerancia a la crítica, de opresión, o a veces, de sumisión a otros países. De mentiras constantes, manipulación de información y omisiones; lejano me parece el día de llegar a ver en nuestro sistema político lo que en las organizaciones se dá de manera ordenada y práctica.

Lo afortunado es que sé que son procesos factibles. Y así, mi esperanza no queda muerta. Pero sí en espera de encontrar los medios más adecuados para su consecución. Habrá que tener también fe que los colaboradores, o ahora los ciudadanos, seamos duchos en dar los pasos requeridos hacia ese objetivo. Escojamos los políticos capaces, les pongamos métricos y los vigilemos REALMENTE, y que se pongan en tiempo y forma las acciones correctivas que no permitan un caos.

En lugar de estarnos amputando miembros, podamos curar las heridas.