/ viernes 3 de abril de 2020

Coronavirus: sólo nos queda reflexionar

Me parece que, como lo hicieron los otros humanos en otros tiempos de calamidades, también nos afrontamos ahora, a una calamidad que no tiene solución. Simplemente hay que aceptar la realidad. El mundo ha sufrido muchas catástrofes que diezmaron la vida seres humanos. Hay desastres naturales, hay guerras que matan a soldados y a civiles; hay accidentes inesperados, hay además violencia de terrorismo. Nuestro coronavirus es una calamidad mundial. Y nada podemos hacer nada contra él.

El año 1348, la peste negra asoló a la humanidad; por centenares caían muertos; no había vivos que se pudieran dedicar a sepultar a los difuntos. En 1665 apareció en Londres una plaga de microorganismos infecciosos; nada hubo que se pudiera detener el número de muertos; fue una pandemia de gravedad inusitada; fallecieron, sólo en un año, unas 20 mil personas. En 1833, los franceses estaban invadiendo a México, la ciudad de Chihuahua tenía 124 años de fundada, y fue infestada por una epidemia del cólera morbus; no había defensa alguna, hubieron de fallecer 800 personas; cedió el mal. Parecía que todo estaba superado, pero en 1849 regresa la enfermedad: esta vez murieron un millar de chihuahuenses. En 1982-1920 la gripe española invadió a Europa; no hubo cura, murió la tercera parte de los habitantes, millones de fallecidos.

Ahora nos ataca el coronavirus, una pandemia internacional. La información en momentánea, inmediatamente se conoce cómo se va extendiendo la infección. Cada día conocemos el número de muertos del día anterior. La pandemia empezó en China, pero ya se pasó a España, a Italia, e irá pasando cada día a más naciones. El mundo entero trata de evitar ser contaminado, pero no hay manera de protegerse. El desastre empieza apenas. Nada se puede hacer. Solo implorar la ayuda divina.

A fin de calmar la preocupación por el contagio, invito a los lectores, a que reflexionen cómo han usado su vida. Te ofrezco unas sentencias bíblicas que pueden aquietar tu angustia y a producir una esperanza. Ojalá y te sirvan.

“Dichosos los que cumplen la palabra de Dios: Lc 8, 15 - Alaben al Señor porque es bueno: Sal 147 - Vengan, adoremos al Señor: Sal 95,1 - Sirvan al Señor con alegría: Sal 99,1 - Dichosos los que lloran: Mt 5 - Todo beneficio y todo don viene de Dios: Stg 1,18 - El que me ama cumplirá mis palabras: Jn 14,23 - A quien me reconozca delante de los hombres, yo lo reconoceré delante de mi Padre: Mt 10,32 - Señor, tú tienes palabras de vida eterna: Jn 6,63 - El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo y tome su cruz: Mc 83,4 - Ama a tu prójimo como a ti mismo: Lv 19,18 - Lo que desearían de los demás , háganlo con ellos: Mt 7,12 - Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón: Mc 12, 30 – Haz Señor que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos. – Vengan a mí todos los que están cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré: Mt 11,28

Me parece que, como lo hicieron los otros humanos en otros tiempos de calamidades, también nos afrontamos ahora, a una calamidad que no tiene solución. Simplemente hay que aceptar la realidad. El mundo ha sufrido muchas catástrofes que diezmaron la vida seres humanos. Hay desastres naturales, hay guerras que matan a soldados y a civiles; hay accidentes inesperados, hay además violencia de terrorismo. Nuestro coronavirus es una calamidad mundial. Y nada podemos hacer nada contra él.

El año 1348, la peste negra asoló a la humanidad; por centenares caían muertos; no había vivos que se pudieran dedicar a sepultar a los difuntos. En 1665 apareció en Londres una plaga de microorganismos infecciosos; nada hubo que se pudiera detener el número de muertos; fue una pandemia de gravedad inusitada; fallecieron, sólo en un año, unas 20 mil personas. En 1833, los franceses estaban invadiendo a México, la ciudad de Chihuahua tenía 124 años de fundada, y fue infestada por una epidemia del cólera morbus; no había defensa alguna, hubieron de fallecer 800 personas; cedió el mal. Parecía que todo estaba superado, pero en 1849 regresa la enfermedad: esta vez murieron un millar de chihuahuenses. En 1982-1920 la gripe española invadió a Europa; no hubo cura, murió la tercera parte de los habitantes, millones de fallecidos.

Ahora nos ataca el coronavirus, una pandemia internacional. La información en momentánea, inmediatamente se conoce cómo se va extendiendo la infección. Cada día conocemos el número de muertos del día anterior. La pandemia empezó en China, pero ya se pasó a España, a Italia, e irá pasando cada día a más naciones. El mundo entero trata de evitar ser contaminado, pero no hay manera de protegerse. El desastre empieza apenas. Nada se puede hacer. Solo implorar la ayuda divina.

A fin de calmar la preocupación por el contagio, invito a los lectores, a que reflexionen cómo han usado su vida. Te ofrezco unas sentencias bíblicas que pueden aquietar tu angustia y a producir una esperanza. Ojalá y te sirvan.

“Dichosos los que cumplen la palabra de Dios: Lc 8, 15 - Alaben al Señor porque es bueno: Sal 147 - Vengan, adoremos al Señor: Sal 95,1 - Sirvan al Señor con alegría: Sal 99,1 - Dichosos los que lloran: Mt 5 - Todo beneficio y todo don viene de Dios: Stg 1,18 - El que me ama cumplirá mis palabras: Jn 14,23 - A quien me reconozca delante de los hombres, yo lo reconoceré delante de mi Padre: Mt 10,32 - Señor, tú tienes palabras de vida eterna: Jn 6,63 - El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo y tome su cruz: Mc 83,4 - Ama a tu prójimo como a ti mismo: Lv 19,18 - Lo que desearían de los demás , háganlo con ellos: Mt 7,12 - Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón: Mc 12, 30 – Haz Señor que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos. – Vengan a mí todos los que están cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré: Mt 11,28