Hace mas de veinte años tuve la oportunidad de ser parte de los ciudadanos que nos reunimos para formar lo que hoy es el Consejo de Vialidad. Grupo de ciudadanos pertenecientes a varias organizaciones de la comunidad preocupados por el buen funcionamiento de la vialidad en la ciudad. Recuerdo algunos proyectos interesantes con los que iniciamos, fue poder trabajar de la mano con Ingeniería de tránsito y proponer algunas medidas para el flujo vehicular, como la sincronización de los semáforos de las principales vías de la ciudad, o implementar medidas para los pasos peatonales en las escuelas. Inclusive el análisis y algunas soluciones de los cruceros más peligrosos de la ciudad. Al paso de los años se vinieron varios proyectos como la actualización de la Ley de Vialidad y trabajar con la corporación para disminuir la corrupción en las oficinas, acabar con los famosos “coyotes” que tramitaban las licencias sin papeles o a menores de edad. En fin, ha sido una labor muy retadora. Sin embargo, uno de los aspectos que, al pasar de los años, no ha podido erradicarse es la corrupción en los policías viales, llamados también tránsitos.
En días pasados surgió un incidente que volvió a mostrar la corrupción en los policías viales. Cabe mencionar que para que exista corrupción en esta corporación se necesita un corruptor y un corrupto. Esto es un policía vial que reciba dinero y un ciudadano que dé el dinero para evitar una multa o sanción. Definitivamente los principales actores de la corrupción son los ciudadanos que por “facilitarse” los procesos o por evitar, caen en la tentación de ofrecer o aceptar un ofrecimiento. Pero tampoco hay que olvidar que la autoridad es el policía vial. Se supone que es la persona que funciona para que las leyes y reglamentos se cumplan, sin embargo en muchas ocasiones son los que infringen la ley y hacen que la corrupción sea la mancha o el título de dicha corporación.
A petición de un amigo del Consejo de Vialidad, se aplicó una encuesta para ver cómo estaba la corrupción en los policías viales. Se aplicaron más de trescientos cincuenta encuestas por medio electrónico y se obtuvieron algunos resultados interesantes: El 40% de la población ha cometido infracciones y la autoridad no se entera. Esto dice mucho de la educación vial de nuestra ciudad. También al 40% lo ha detenido la autoridad por una infracción. El 70% de la población considera el trato de la policía vial como buena y regular. El 30% de los policías viales, ante una infracción, inician una negociación con el infractor. El 23% de los ciudadanos han ofrecido dinero para evitar la infracción. Al 42% de los infractores, la Policía Vial le ha solicitado una “gratificación económica” para no ponerle una infracción. La calificación que los ciudadanos le da a los policías viales en una escala de 1 a 5, donde 1 es lo mínimo, el 75% está entre 1 y 3. Finalmente las características más comunes de cómo describiría a un policía vial de la ciudad es el 37% corruptos y el 26% indiferentes. Cabe resaltar que sólo el 3% los consideró honorables y el 8% serviciales. De allí, también se despliega una serie de comentarios adicionales, gran parte negativos, con varias excepciones con ejemplos.
Definitivamente, viendo estos resultados, hace falta implementar acciones que conduzcan, por un lado; concientizar y culturizar a ciudadanos en el “no soborno”. Y, por otro lado, dado que son la autoridad que nos ayuda al cumplimiento de las leyes, acciones fuertes dirigidas a erradicar la corrupción en los policías viales. Cómo me gustaría aplicar esta encuesta dentro de uno o dos años y que las respuestas fueran, cero sobornos, cero policías viales corruptos. Los invito a trabajar hacia esa dirección y ser ejemplo de ciudadanos y de policías viales.
email: antonio.rios@tec.mx