/ miércoles 9 de febrero de 2022

Crecimiento negativo

La actividad económica que trajo consigo la pandemia impactó negativamente en los hogares, entre otros factores, al disminuir el empleo y los ingresos laborales, efectos que se hicieron sentir en un nivel global, sin embargo, en el caso de nuestro país inició un declive económico desde finales de 2018, entrando ya a un periodo recesivo desde 2019 en el que tuvimos un crecimiento negativo, el cual no ha sido superado, teniendo un promedio de crecimiento negativo anual de menos 1.4% para los últimos tres años. Esto explica por qué a pesar del crecimiento experimentado en 2021 las familias no recuperaron el nivel de ingresos que tenían previo a la pandemia, de acuerdo a información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En 2020 el ingreso real de los hogares mexicanos se quedó 6.7 puntos debajo del último trimestre previo a la declaración de la pandemia, o sea entre octubre y diciembre de 2019. En contraste, el promedio de los 38 países miembros de la OCDE sí regresó a su nivel prepandemia en el tercer trimestre del año pasado.

Con respecto a lo anterior, un análisis económico de Banco Base ha estimado que será hasta el 2028 cuando la actividad económica de México permitirá a los hogares mexicanos recuperar los ingresos previos al Covid-19. Esta proyección se encuentra supeditada a que la economía mexicana consiga un crecimiento de 3.8% este año y de 1.5% anual mínimo hasta el 2028. Sin embargo, la realidad es que varios analistas e instituciones financieras y calificadoras internacionales están pronosticando crecimientos muy bajos cuando no de plano negativos para la economía mexicana durante los próximos años. Así que aun esos crecimientos de 1.5% se antojan muy difíciles de alcanzar.

¿Por qué, se preguntaría querido lector, México tiene estos números de crecimiento, cuando tenemos tantas ventajas económicas y comerciales, siendo parte del T-MEC? La respuesta es relativamente sencilla: falta de confianza. A partir de 2019 y después de la debacle de la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México se inició una fuga de inversiones que ha seguido hasta la fecha y que suman ya más de treinta mil millones de dólares.

Con esta premisa, ¿qué debería hacer el gobierno?, desarrollar una estrategia que tenga por objetivo la recuperación y, por otro lado, sería pertinente evitar el avance de reformas que desalientan a la inversión, véase “Reforma Eléctrica”, la cual puede incluso ocasionar choques con el gobierno de Estados Unidos.

Pero insistamos en lo primordial, de acuerdo con información del Banco Mundial hasta el 2019, el PIB per cápita de México estaba en 9,946 dólares. Para el tercer trimestre del 2021, se ubicó en 8,532 dólares, casi una disminución del 10%, ¡en dos años! Esto lleva a que las familias de menos recursos corran el riesgo de inseguridad alimentaria, debido a la reducción de su ingreso y la escalada de precios de alimentos.

Y todo debido a las políticas implementadas por un gobierno de vocación autocrática.


La actividad económica que trajo consigo la pandemia impactó negativamente en los hogares, entre otros factores, al disminuir el empleo y los ingresos laborales, efectos que se hicieron sentir en un nivel global, sin embargo, en el caso de nuestro país inició un declive económico desde finales de 2018, entrando ya a un periodo recesivo desde 2019 en el que tuvimos un crecimiento negativo, el cual no ha sido superado, teniendo un promedio de crecimiento negativo anual de menos 1.4% para los últimos tres años. Esto explica por qué a pesar del crecimiento experimentado en 2021 las familias no recuperaron el nivel de ingresos que tenían previo a la pandemia, de acuerdo a información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En 2020 el ingreso real de los hogares mexicanos se quedó 6.7 puntos debajo del último trimestre previo a la declaración de la pandemia, o sea entre octubre y diciembre de 2019. En contraste, el promedio de los 38 países miembros de la OCDE sí regresó a su nivel prepandemia en el tercer trimestre del año pasado.

Con respecto a lo anterior, un análisis económico de Banco Base ha estimado que será hasta el 2028 cuando la actividad económica de México permitirá a los hogares mexicanos recuperar los ingresos previos al Covid-19. Esta proyección se encuentra supeditada a que la economía mexicana consiga un crecimiento de 3.8% este año y de 1.5% anual mínimo hasta el 2028. Sin embargo, la realidad es que varios analistas e instituciones financieras y calificadoras internacionales están pronosticando crecimientos muy bajos cuando no de plano negativos para la economía mexicana durante los próximos años. Así que aun esos crecimientos de 1.5% se antojan muy difíciles de alcanzar.

¿Por qué, se preguntaría querido lector, México tiene estos números de crecimiento, cuando tenemos tantas ventajas económicas y comerciales, siendo parte del T-MEC? La respuesta es relativamente sencilla: falta de confianza. A partir de 2019 y después de la debacle de la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México se inició una fuga de inversiones que ha seguido hasta la fecha y que suman ya más de treinta mil millones de dólares.

Con esta premisa, ¿qué debería hacer el gobierno?, desarrollar una estrategia que tenga por objetivo la recuperación y, por otro lado, sería pertinente evitar el avance de reformas que desalientan a la inversión, véase “Reforma Eléctrica”, la cual puede incluso ocasionar choques con el gobierno de Estados Unidos.

Pero insistamos en lo primordial, de acuerdo con información del Banco Mundial hasta el 2019, el PIB per cápita de México estaba en 9,946 dólares. Para el tercer trimestre del 2021, se ubicó en 8,532 dólares, casi una disminución del 10%, ¡en dos años! Esto lleva a que las familias de menos recursos corran el riesgo de inseguridad alimentaria, debido a la reducción de su ingreso y la escalada de precios de alimentos.

Y todo debido a las políticas implementadas por un gobierno de vocación autocrática.