/ jueves 14 de mayo de 2020

Crisis 2020, ¿y el pacto nacional?

La crisis de este año, provocada por la pandemia Covid-19 y la agudización de la recesión económica global, golpeará con más intensidad a países como México.

La paralización de actividades debido a la cuarentena decretada por el Gobierno ha tenido como resultado inmediato el cierre temporal de empresas, pero también despidos del personal, por lo que el número de desempleados se calcula podría llegar al millón en este mes.

Los vaticinios para 2020 no son nada positivos, pues algunos analistas consideran que la crisis económica elevará en unos cinco millones el número de mexicanos en condiciones de pobreza.

Ante este panorama los esfuerzos para mitigar o enfrentar la crisis han sido unilaterales y ni el propio Gobierno Federal presenta una estrategia nacional que unifique no sólo los criterios sino los esfuerzos para enfrentarla.

La carencia de un pacto nacional es cada vez más preocupante, si no es que alarmante. El tercer rechazo presidencial a las peticiones del gremio empresarial, agrupado en el organismo cúpula del CCE, es una clara muestra de las diferencias hasta ahora insalvables entre la visión de la iniciativa privada y la del Gobierno Federal.

Las 86 propuestas ni siquiera fueron debatidas por el presidente y sus asesores con los representantes empresariales. La única respuesta fue de índole burocrática enviándolos con la secretaria de Economía para que los atendiera. Al menos no los mandó a su rancho chiapaneco….

La aparente luna de miel entre los empresarios y el poder Ejecutivo federal al parecer terminó y ahora López Obrador se empecina en no caer en el mismo modelo neoliberal que acusa de haber arruinado al país, sin que hasta la fecha presente una alternativa más viable y coherente.

El país ha sufrido varias crisis políticas y económicas que pudo superar a través de acuerdos nacionales con la participación de los niveles gubernamentales, organismos empresariales, sindicatos, partidos políticos, organizaciones civiles, instituciones educativas, medios de comunicación, etc.

Por ejemplo, el pacto de solidaridad económica permitió abatir la inflación, la devaluación de la moneda y la recesión que provocó la “década perdida” de los años ochenta cuando el promedio de crecimiento fue de cero.

La carreta no podrá salir del barranco si cada uno de los bueyes que la jala decide irse por su lado, lo que está pasando en estos tiempos aciagos. El presidente sigue con su cuestionado proyecto de campaña como si no hubieran cambiado las circunstancias, los gobernadores se unen en grupos para defender los intereses estatales y hasta los munícipes toman decisiones como si fueran antiguos caciques regionales.

El tradicional presidencialismo autoritario y centralista es una fórmula caduca que ya no funciona en una sociedad moderna y más democrática como la mexicana.

Por ello todos los integrantes de esta compleja y convulsionada población debemos unirnos con objetivos comunes para salvar la pandemia, superar la recesión económica y enfrentar la creciente violencia criminal. Es hora de conjugar esfuerzos y dejar a un lado los mezquinos intereses personales y grupales en aras del bien común, sobre todo cuando éste sigue siendo el menos común de los bienes.




La crisis de este año, provocada por la pandemia Covid-19 y la agudización de la recesión económica global, golpeará con más intensidad a países como México.

La paralización de actividades debido a la cuarentena decretada por el Gobierno ha tenido como resultado inmediato el cierre temporal de empresas, pero también despidos del personal, por lo que el número de desempleados se calcula podría llegar al millón en este mes.

Los vaticinios para 2020 no son nada positivos, pues algunos analistas consideran que la crisis económica elevará en unos cinco millones el número de mexicanos en condiciones de pobreza.

Ante este panorama los esfuerzos para mitigar o enfrentar la crisis han sido unilaterales y ni el propio Gobierno Federal presenta una estrategia nacional que unifique no sólo los criterios sino los esfuerzos para enfrentarla.

La carencia de un pacto nacional es cada vez más preocupante, si no es que alarmante. El tercer rechazo presidencial a las peticiones del gremio empresarial, agrupado en el organismo cúpula del CCE, es una clara muestra de las diferencias hasta ahora insalvables entre la visión de la iniciativa privada y la del Gobierno Federal.

Las 86 propuestas ni siquiera fueron debatidas por el presidente y sus asesores con los representantes empresariales. La única respuesta fue de índole burocrática enviándolos con la secretaria de Economía para que los atendiera. Al menos no los mandó a su rancho chiapaneco….

La aparente luna de miel entre los empresarios y el poder Ejecutivo federal al parecer terminó y ahora López Obrador se empecina en no caer en el mismo modelo neoliberal que acusa de haber arruinado al país, sin que hasta la fecha presente una alternativa más viable y coherente.

El país ha sufrido varias crisis políticas y económicas que pudo superar a través de acuerdos nacionales con la participación de los niveles gubernamentales, organismos empresariales, sindicatos, partidos políticos, organizaciones civiles, instituciones educativas, medios de comunicación, etc.

Por ejemplo, el pacto de solidaridad económica permitió abatir la inflación, la devaluación de la moneda y la recesión que provocó la “década perdida” de los años ochenta cuando el promedio de crecimiento fue de cero.

La carreta no podrá salir del barranco si cada uno de los bueyes que la jala decide irse por su lado, lo que está pasando en estos tiempos aciagos. El presidente sigue con su cuestionado proyecto de campaña como si no hubieran cambiado las circunstancias, los gobernadores se unen en grupos para defender los intereses estatales y hasta los munícipes toman decisiones como si fueran antiguos caciques regionales.

El tradicional presidencialismo autoritario y centralista es una fórmula caduca que ya no funciona en una sociedad moderna y más democrática como la mexicana.

Por ello todos los integrantes de esta compleja y convulsionada población debemos unirnos con objetivos comunes para salvar la pandemia, superar la recesión económica y enfrentar la creciente violencia criminal. Es hora de conjugar esfuerzos y dejar a un lado los mezquinos intereses personales y grupales en aras del bien común, sobre todo cuando éste sigue siendo el menos común de los bienes.