/ martes 14 de julio de 2020

Crisis y cambios estructurales

Las grandes crisis por lo general van acompañadas de cambios estructurales económicos, políticos, institucionales y, sobre todo, sociales. Durante ellas surgen procesos de adaptación que exhiben contradicciones con las estructuras vigentes, por la incompatibilidad de valores que emanan con las nuevas necesidades. La crisis que se produce a causa del Covid-19 marca un parteaguas histórico y fuerza la necesidad de cambio. En el pasado, anualmente se revisaban el acontecer de los meses para realizar ajustes hacia un “mejor año”; eran épocas de cambio, pero ahora, el cambio es de época a causa de la “pausa” en la historia que está modificando abruptamente el rumbo que llevábamos. Este proceso que acaeció a una velocidad impredecible podría desencadenar transformaciones significativas en las estructuras; es importante resaltarlas y prever la magnitud del impacto.

Los cambios estructurales son aquéllos que trascienden a la mayor parte de las personas y sus ambientes personales. En esta “nueva” época que iniciamos, los hechos no son aislados, por lo que es necesario comprender nuestra existencia dentro de ella y la de los demás, que se encuentran dentro de las mismas circunstancias; de ahí que un problema personal sea en realidad, uno social. Recordé a Wright Mills quien también mencionaba que no se puede hacer frente a los problemas personales sin tomar en cuenta las transformaciones estructurales que existen detrás de ellos. Estructuralmente ya había deficiencias laborales como: bajos salarios, falta de seguridad social y contratos temporales. Para “rematar”, según datos del Inegi, en abril se perdieron 12.5 millones de empleos en México (formales e informales), a causa de la pandemia que producirá tremendos cambios en el mundo post-Covid-19, generando una crisis sin precedentes.

También estamos en una época de transición de valores. Un estudio de la consultoría Psyma y Netquest realizó el estudio “Actitudes de las y los mexicanos ante el Covid-19: precauciones, sentimientos, valores y gastos”, y mostró que el 70% de las personas encuestadas manifestaron que el coronavirus dejará algún cambio permanente dentro de su vida. Lo que era importante antes, quizá ya no lo esté siendo para muchos, de ahí la incompatibilidad de valores con los antiguos. Muchas personas se replantean su estilo de vida hacia un modelo más simple, con enfoque en lo esencial. Para cada época, una estructura distinta con nuevos puntos de encuentro en la infraestructura humana, económica, social y política. En un momento de crisis es conveniente definir la transición hacia una nueva visión del futuro, identificar los elementos sobre los que se asentarán los cambios y diseñar la estrategia en relación con el nuevo sentido que queremos ver. La historia que afecta a una sola persona ahora es historia colectiva universal. Es tiempo de reestructurar.


Las grandes crisis por lo general van acompañadas de cambios estructurales económicos, políticos, institucionales y, sobre todo, sociales. Durante ellas surgen procesos de adaptación que exhiben contradicciones con las estructuras vigentes, por la incompatibilidad de valores que emanan con las nuevas necesidades. La crisis que se produce a causa del Covid-19 marca un parteaguas histórico y fuerza la necesidad de cambio. En el pasado, anualmente se revisaban el acontecer de los meses para realizar ajustes hacia un “mejor año”; eran épocas de cambio, pero ahora, el cambio es de época a causa de la “pausa” en la historia que está modificando abruptamente el rumbo que llevábamos. Este proceso que acaeció a una velocidad impredecible podría desencadenar transformaciones significativas en las estructuras; es importante resaltarlas y prever la magnitud del impacto.

Los cambios estructurales son aquéllos que trascienden a la mayor parte de las personas y sus ambientes personales. En esta “nueva” época que iniciamos, los hechos no son aislados, por lo que es necesario comprender nuestra existencia dentro de ella y la de los demás, que se encuentran dentro de las mismas circunstancias; de ahí que un problema personal sea en realidad, uno social. Recordé a Wright Mills quien también mencionaba que no se puede hacer frente a los problemas personales sin tomar en cuenta las transformaciones estructurales que existen detrás de ellos. Estructuralmente ya había deficiencias laborales como: bajos salarios, falta de seguridad social y contratos temporales. Para “rematar”, según datos del Inegi, en abril se perdieron 12.5 millones de empleos en México (formales e informales), a causa de la pandemia que producirá tremendos cambios en el mundo post-Covid-19, generando una crisis sin precedentes.

También estamos en una época de transición de valores. Un estudio de la consultoría Psyma y Netquest realizó el estudio “Actitudes de las y los mexicanos ante el Covid-19: precauciones, sentimientos, valores y gastos”, y mostró que el 70% de las personas encuestadas manifestaron que el coronavirus dejará algún cambio permanente dentro de su vida. Lo que era importante antes, quizá ya no lo esté siendo para muchos, de ahí la incompatibilidad de valores con los antiguos. Muchas personas se replantean su estilo de vida hacia un modelo más simple, con enfoque en lo esencial. Para cada época, una estructura distinta con nuevos puntos de encuentro en la infraestructura humana, económica, social y política. En un momento de crisis es conveniente definir la transición hacia una nueva visión del futuro, identificar los elementos sobre los que se asentarán los cambios y diseñar la estrategia en relación con el nuevo sentido que queremos ver. La historia que afecta a una sola persona ahora es historia colectiva universal. Es tiempo de reestructurar.