/ lunes 21 de diciembre de 2020

Cuando los ciudadanos tomaron sus parques

Hoy haré algo diferente. Te quiero contar una historia sobre una ciudad lejana, una ciudad con personas muy valiosas que lograron algo importante. Esa ciudad tenía un gran potencial, se estaban desarrollando grandes inversiones y la ciudad crecía exponencialmente. Tenía un ritmo de crecimiento tan importante que la ciudad era cada vez más grande en extensión. Esto para unos era muy positivo, pero para otros sólo sería complicarse más la vida porque los habitantes de menos recursos son los que vivirían cada vez más lejos de los centros de trabajo y recreación. Y no sólo eso, el gobierno central de aquella ciudad empezó a batallar para llevar recursos básicos como agua, luz, drenaje, etc. Se encarecieron también los servicios públicos de la ciudad porque los camiones de basura recorrían más kilómetros, se necesitaban más patrullas y más gasolina, las bomberas tardaban más en llegar y los camiones de pasajeros eran lentos.

Los gobernantes no sabían cómo controlar el crecimiento y hacer eficientes los recursos de la ciudadanía, por lo que optaron por concesionar varios servicios públicos como el alumbrado, el mantenimiento de parques y jardines y la recolección de basura; esto con el fin de mejorar esos servicios y comprar la solución a empresas privadas. Este esquema inició muy bien, pero con el paso de los años esos servicios empezaron a ser deficientes.

La gente se empezaba a quejar porque no pasaba su camión de basura, se fundía el foco de afuera de su casa y no lo reparaban y para terminar, el parque estaba en pésimas condiciones. Los ciudadanos de esa ciudad ni siquiera sabían que el gobierno central le pagaba a una empresa para que estos servicios estuvieran al 100%. Un día llegaron a levantar una encuesta y los ciudadanos calificaron con 56.1% de satisfacción el servicio de parques y jardines, 40% el alumbrado público, 37.5% la satisfacción con la policía y 26.1% en calles y avenidas. (ENCIG 2019, Inegi)

Eran tantas las quejas de estos servicios que la gobernante de esa ciudad decidió proponer cambiar todas las luminarias de la ciudad para que hubiera un buen servicio, pero la ciudadanía no quiso. No les dio confianza el proyecto que se proponía.

Desde ese momento, los ciudadanos empezaron a organizarse para mejorar su entorno y fueron a ver qué sucedía realmente. Se dieron cuenta de los contratos a los concesionarios de servicios públicos y vieron que su dinero se usaba para pagarles por limpiar y cuidar sus parques, por arreglarles la luminaria fundida y por ir por su basura, pero no se realizaba bien el servicio. Entonces se organizaron por grupos para vigilar el servicio y llenar formatos de cumplimiento de las obligaciones.

Cuando juntaron varias revisiones, fueron a las oficinas del gobierno central a entregar esas denuncias y hacer evidente que no se estaba cumpliendo con lo contratado. En ese momento, el gobierno central tomó cartas en el asunto. Obligó a los concesionarios a cumplir, la gente se comprometió a seguir ayudando a revisar y la ciudad empezó a cambiar poco a poco.

Los ciudadanos se empezaron a dar cuenta del poder que tienen y que la ciudad les pertenece. Se sumaron más personas a revisar y a colaborar con su gobierno. Ellos comenzaron a vivir felices por siempre.

Esto es Chihuahua, la diferencia con este cuento es que aquí aún no se han tomado cartas en el asunto.



Hoy haré algo diferente. Te quiero contar una historia sobre una ciudad lejana, una ciudad con personas muy valiosas que lograron algo importante. Esa ciudad tenía un gran potencial, se estaban desarrollando grandes inversiones y la ciudad crecía exponencialmente. Tenía un ritmo de crecimiento tan importante que la ciudad era cada vez más grande en extensión. Esto para unos era muy positivo, pero para otros sólo sería complicarse más la vida porque los habitantes de menos recursos son los que vivirían cada vez más lejos de los centros de trabajo y recreación. Y no sólo eso, el gobierno central de aquella ciudad empezó a batallar para llevar recursos básicos como agua, luz, drenaje, etc. Se encarecieron también los servicios públicos de la ciudad porque los camiones de basura recorrían más kilómetros, se necesitaban más patrullas y más gasolina, las bomberas tardaban más en llegar y los camiones de pasajeros eran lentos.

Los gobernantes no sabían cómo controlar el crecimiento y hacer eficientes los recursos de la ciudadanía, por lo que optaron por concesionar varios servicios públicos como el alumbrado, el mantenimiento de parques y jardines y la recolección de basura; esto con el fin de mejorar esos servicios y comprar la solución a empresas privadas. Este esquema inició muy bien, pero con el paso de los años esos servicios empezaron a ser deficientes.

La gente se empezaba a quejar porque no pasaba su camión de basura, se fundía el foco de afuera de su casa y no lo reparaban y para terminar, el parque estaba en pésimas condiciones. Los ciudadanos de esa ciudad ni siquiera sabían que el gobierno central le pagaba a una empresa para que estos servicios estuvieran al 100%. Un día llegaron a levantar una encuesta y los ciudadanos calificaron con 56.1% de satisfacción el servicio de parques y jardines, 40% el alumbrado público, 37.5% la satisfacción con la policía y 26.1% en calles y avenidas. (ENCIG 2019, Inegi)

Eran tantas las quejas de estos servicios que la gobernante de esa ciudad decidió proponer cambiar todas las luminarias de la ciudad para que hubiera un buen servicio, pero la ciudadanía no quiso. No les dio confianza el proyecto que se proponía.

Desde ese momento, los ciudadanos empezaron a organizarse para mejorar su entorno y fueron a ver qué sucedía realmente. Se dieron cuenta de los contratos a los concesionarios de servicios públicos y vieron que su dinero se usaba para pagarles por limpiar y cuidar sus parques, por arreglarles la luminaria fundida y por ir por su basura, pero no se realizaba bien el servicio. Entonces se organizaron por grupos para vigilar el servicio y llenar formatos de cumplimiento de las obligaciones.

Cuando juntaron varias revisiones, fueron a las oficinas del gobierno central a entregar esas denuncias y hacer evidente que no se estaba cumpliendo con lo contratado. En ese momento, el gobierno central tomó cartas en el asunto. Obligó a los concesionarios a cumplir, la gente se comprometió a seguir ayudando a revisar y la ciudad empezó a cambiar poco a poco.

Los ciudadanos se empezaron a dar cuenta del poder que tienen y que la ciudad les pertenece. Se sumaron más personas a revisar y a colaborar con su gobierno. Ellos comenzaron a vivir felices por siempre.

Esto es Chihuahua, la diferencia con este cuento es que aquí aún no se han tomado cartas en el asunto.