/ jueves 12 de diciembre de 2019

Cuando México brilló


El Morning Post londinense en octubre de 1804 decía de México: “Es la ciudad más rica y espléndida del mundo”. Claro, México tenía alcantarillado cuando Londres no lo tenía, afirma el historiador Pablo Victoria. Y lo confirman los datos de la Maddison Proyect Database, versión 2018, que a pesar de la política colonial instaurada al ingresar la Casa de Borbón -1701, bajo la influencia de la masonería francesa, la Nueva España (México) tenía un PIB per cápita promedio de 1,000 dólares antes de 1800, duplicando el de Estados Unidos, según Angus Madison.

Ni la religión, la Inquisición o la falta de libertad fueron obstáculo para que un jornalero mexicano ganara 80% más que su homólogo de la Bengala inglesa o 7 veces más que en la Alemania de la época, de acuerdo con don Pablo. Y esto sucedió no por casualidad, sino porque la filosofía moral, las garantías individuales y la defensa contra el abuso del poder prevalecieron en España, si lo comparamos con la sangre inocente que corrió con las Guerras de Religión y la persecución de intelectuales, a manos del absolutismo de Inglaterra y Francia, o del feudalismo de Alemania.

Más bien fue lo contrario de lo que la masonería política prometió, al intentar eliminar la religión supersticiosa o la falta de libertad intelectual. Si México gozó de prosperidad al ser provincia de pleno derecho de España, bajo el nuevo orden, los indios se empobrecieron (revueltas apaches), los hospicios y bibliotecas cerraron (amortización de bienes de la iglesia), campesinos explotados (de rentas moderadas a la Iglesia, a la explotación latifundista –Ley Lerdo-) e inestabilidad política (pérdida de territorio del norte de México). Lo malo fue bueno y lo bueno era malo.

Y pese a los avances institucionales de la modernidad, algo parece repetirse en nuestros tiempos, con tristes resultados. Se trata de una filosofía que combate contra la tradición espiritual de la mayoría, que se opone a la vida desde el seno de las familias y que se refleja en el cáncer social de la violencia. No es, pues, casualidad, que la pobreza sea su resultado, hasta que recuperemos la excelencia del pasado. agusperezr@hotmail.com





El Morning Post londinense en octubre de 1804 decía de México: “Es la ciudad más rica y espléndida del mundo”. Claro, México tenía alcantarillado cuando Londres no lo tenía, afirma el historiador Pablo Victoria. Y lo confirman los datos de la Maddison Proyect Database, versión 2018, que a pesar de la política colonial instaurada al ingresar la Casa de Borbón -1701, bajo la influencia de la masonería francesa, la Nueva España (México) tenía un PIB per cápita promedio de 1,000 dólares antes de 1800, duplicando el de Estados Unidos, según Angus Madison.

Ni la religión, la Inquisición o la falta de libertad fueron obstáculo para que un jornalero mexicano ganara 80% más que su homólogo de la Bengala inglesa o 7 veces más que en la Alemania de la época, de acuerdo con don Pablo. Y esto sucedió no por casualidad, sino porque la filosofía moral, las garantías individuales y la defensa contra el abuso del poder prevalecieron en España, si lo comparamos con la sangre inocente que corrió con las Guerras de Religión y la persecución de intelectuales, a manos del absolutismo de Inglaterra y Francia, o del feudalismo de Alemania.

Más bien fue lo contrario de lo que la masonería política prometió, al intentar eliminar la religión supersticiosa o la falta de libertad intelectual. Si México gozó de prosperidad al ser provincia de pleno derecho de España, bajo el nuevo orden, los indios se empobrecieron (revueltas apaches), los hospicios y bibliotecas cerraron (amortización de bienes de la iglesia), campesinos explotados (de rentas moderadas a la Iglesia, a la explotación latifundista –Ley Lerdo-) e inestabilidad política (pérdida de territorio del norte de México). Lo malo fue bueno y lo bueno era malo.

Y pese a los avances institucionales de la modernidad, algo parece repetirse en nuestros tiempos, con tristes resultados. Se trata de una filosofía que combate contra la tradición espiritual de la mayoría, que se opone a la vida desde el seno de las familias y que se refleja en el cáncer social de la violencia. No es, pues, casualidad, que la pobreza sea su resultado, hasta que recuperemos la excelencia del pasado. agusperezr@hotmail.com